… O la extraña historia en la que el diputado provincial Guillermo Castello cayó por su propia impericia en un control de alcoholemia en el puesto fijo que Tránsito instala en la noche frente a la Casa del Deportista, cuando sólo fue capaz de reaccionar exponiendo malos modos, prepotencia y abuso de poder, a lo que siguió una saga penosa de mentiras y engaños que lo muestran como un individuo en el que se hace difícil confiar.
Guillermo Castello es escribano. Desde hace tiempo ha buscado -y finalmente ha conseguido- un lugar en la política lugareña, transitando para ello cuanto camino entendió podía ser el idóneo para lograr su propósito. Primero fue seguidor y conmilitón de Domingo Cavallo, luego pasó por el PAUFE de Luis Abelardo Patti, más tarde recalaría en la Coalición Cívica de Lilita Carrió, para de allí integrar Cambiemos y finalmente obtener su banca deseada.
Castello actúa en lo local como opositor afín a los intereses de la mafia digital + La Capital, por lo que sale al ruedo con críticas sistemáticas al intendente, acusándolo, esta semana por ejemplo, de malversación de fondos. Su blitz, que parecía una cruzada por la transparencia, escondía no obstante el propósito de dar pábulo a la idea de males mayores que la tontería de haber sido sorprendido in fraganti en un control de alcoholemia. Porque resulta que el señorito se negó, y de ahí a intentar el argumento de la persecución política por parte del intendente y el secretario de Gobierno, hay un tris, la nada misma.
Desde finales de 2016, el Ejecutivo venía anunciando que instalaría un puesto fijo de control en la zona de Mogotes y emplearía el predio conocido como Casa del Deportista para depositar los vehículos que resultaran secuestrados por alcoholemia positiva. No había un retén para atrapar a Castello. Para nada. Dos funcionarios atestiguaron el abuso de autoridad de Castello durante ese incidente: el agente de tránsito Diego Caringella, y al propio director del área, Miguel Grassi Muñoz, quien luego, en entrevista en la 99.9 negó que hubiera existido situación alguna con Castello, cuando él debió intervenir personalmente para apaciguar a un ofuscado y desacatado diputado provincial.
Guillermo Castello quedó incurso en infracción a la Ley de Alcoholemia al negarse al control, tal como consta en el acta 1638661. Si bien no hay filmación conocida que haya registrado el momento, la actitud de Castello es de idéntica factura a la del dirigente de La Cámpora Juan Cabandié, quien se negó a realizarse el test de alcoholemia y amenazó a la agente de tránsito a cargo del control, aduciendo que no era justo que lo punieran “por una copa de más”. Nadie sabrá si Castello tenía una o varias copas de más. La ley señala que al negarse al control, el ciudadano queda directamente incurso en alcoholemia punitiva y se le retira el carnet, se secuestra el vehículo y, de pagar voluntariamente, debe hacerlo conforme a un sistema denominado unidad fiscal (UF), que tiene un valor de diecinueve pesos con setenta y seis centavos. En el caso que afecta a Castello, el sistema considera una punición económica de ciento cincuenta UF, lo que eleva el pago más costos de acarreo a algo más de tres mil pesos.
Resistencia a la autoridad, negativa a reconocer la propia conducta, mentir a los medios y por ende a la sociedad. No es algo que pueda pasarse por alto y que permita construir confianza .Como si no hubiera pasado nada, el sábado Castello acompañó al diputado provincial Maximiliano Abad y al presidente de la Cámara Baja bonaerense Manuel Mosca a ver las obras en la ruta 88. En la foto de prensa todos lucen cascos reglamentarios de obra. Estimamos que sus colegas legisladores no le habrán permitido conducir el vehículo en el que se trasladaban… ¿O sí?