Los concejales del PRO —dentro de Juntos por el Cambio— se decantaron por cuestionar la distribución del material referido al 24 de marzo de 1976 elaborado y distribuido por SUTEBA en todas las escuela de la provincia. No es un cuestionamiento menor: el material fuerza la interpretación de los hechos, y niega la existencia, en Argentina, de una guerra entre organizaciones armadas que buscaban imponer un régimen comunista, y el estado nacional.
Se trata de un material que crea un ámbito de confusión, implantando en los niños la idea de un escenario en el que el pueblo argentino fue conculcado en sus derechos constitucionales con el objetivo de impedir la liberación nacional. Un relato falaz que es oportuno, correcto y necesario cuestionar.
No sólo porque no le corresponde al SUTEBA esa tarea, que es potestad del Estado a través del área educativa, sino porque busca condicionar a los docentes para que trabajen en el aula con dicho material. La vocera de SUTEBA, Carolina Iglesias, dijo «Entregamos material a los afiliados, no a las escuelas. Pueden decidir no usarlos».
Jodeme. Mirá que el SUTEBA no va a fijarse en quién acepta y quién no usar el material. Mirá que el SUTEBA no va a decidir quién asciende en la carrera, según su comportamiento. Las directoras son mayoritariamente afiliadas al SUTEBA, las inspectoras también, y todas articulan con la línea administrativa, tal como queda establecido en los comportamientos cotidianos que en Mar del Plata conocemos muy bien.
Lo más grave de esta situación, es la falta de coraje cívico de los actores locales que callan y que miran para otro lado, comenzando con los compañeros de la bancada de la UCR y la Coalición Cívica, quienes bien callaron ante la caballada del SUTEBA, tratando de «negacionistas» a los concejales del PRO.
La línea de fricción aparece entre quienes entienden a la democracia como la unidad de estructuras diversas en torno a espacios de decisión popular; y quienes ven el poder como una suma de acuerdo de cúpula, con el objetivo de perpetuarse en los lugares de decisión y sacarles provecho. La conducción de Baradel —al cual sostuvieron en su discurso durante el uso de la banca 25 el pasado jueves los dirigente del gremio—, es un claro ejemplo.
Es obvio que María Eugenia Vidal marró cuando fue por Baradel. El enfoque del enfrentamiento, basado en la idea de que todos se resolvía en las encuestas que le daban al dirigente gremial un 82% de imagen negativa y a la ex gobernadora —a inicios de su mandato— el 80% de positiva, que quizás servirían de algo al nivel del parlatorio público, pero no para la discusión fáctica del poder en cuanto a qué hacer con el sistema educativo, fue errado.
Tres de cada diez docentes están afiliados al SUTEBA, y ellos deciden qué hacer en una maquinaria enviciada que usa al Estado para servirse, en vez de servir al ciudadano. Hay integrantes de la nómina educativa —«docente» es otra categoría— que hacen uso y abuso de las licencias médicas. Y olvidate de subir en la escala de cargos si no tenés onda con el gremio.
El discurso vacío de sustento, sólo sirve para la algarada de los propios. Es tan obvio, que el debate está fuera de foco.