El varapalo que se auto propinó el oficialismo (de algún modo hay que llamarlo) con la elección de la presidencia del Concejo Deliberante, expresa una vez más la debilidad de origen de la coalición local de la que está en el centro de la escena Carlos Fernando Arroyo.
Hay un sólo elemento que habilita a ser líder de una corporación deliberativa: la confianza del ejecutivo de turno. Obvio es, en las propias palabras de Sáez Saralegui, que éste no goza de la confianza del Intendente.
En un breve texto en Twitter, uno de sus hijos (@guillotesaralegui) afirmó que la elección que dejó a su padre al frente del Concejo no se debe a ninguna otra circunstancia que a la capacidad política que él mismo posee. Esta idea es absurda. El único motivo por el cual Saralegui está en política y es concejal, se debe a la impronta del Intendente. En dicho tuit, revela el hijo del concejal que, antes de la sesión inaugural del periodo ordinario de sesiones, su padre pidió reunirse con Arroyo y éste se negó a recibirlo. Ahí es donde Saralegui debió, simplemente, declinar el cargo. Como dijimos, el presidente de la corporación deliberativa sólo lo es si goza de la confianza del ejecutivo; salvo que, estando en las antípodas políticas, busque una tribuna desde dónde enfrentarlo.
La búsqueda de reemplazar a Saralegui por Alejandro Carrancio es una suerte de cumbre de la impericia. Fue Marcos Gutiérrez quien notificó a Cristina Coria que iban a votar a Carrancio como resultado de un acuerdo que dejaba en manos de Virginia Sívori la presidencia de la Comisión de Hacienda. Ergo, la maniobra de cambio dejaba en manos de un peronista que responde a Lucas Fiorini —alineado con Joaquín de La Torre— la presidencia del Concejo, y a una peronista alineada con Cristina Elizabeth Fernández una comisión clave en el desarrollo del presupuesto municipal. Casi da para gritar de estupor ante tamaña ineptitud política.
Si bien quedaron expuestos tanto Mauricio Loria como Guillermo Arroyo en esta trama absurda, no es menor el rol de quien se considera padre de la candidatura triunfante de Arroyo en 2015. Alejado del centro de la escena formal, en este trasiego de voluntades actuó decididamente Emiliano Giri, quien dice estar en excelente relación con María Eugenia Vidal —relación de la que, por cierto, no hay comprobación más allá de las propias palabras del aspirante a la presidencia de OSSE—. En ese andar de renovado interés político, Giri interactuó con Guillermo Montenegro, al cual siempre banca apuntando: “Guille siempre habla bien de Arroyo, es un buen tipo”. El vecino de San Isidro sería, de haber triunfado la postura de llevar a Carrancio a la presidencia del Concejo, uno de los más beneficiados con la movida, y se enojan porque el bloque de la UCR les votó en contra.
Amateurs es poco, y encima algo delirantes, por cierto.