Los medios señalaban: “La fiscal Sánchez dio una versión horrorosa del crimen de Lucía Pérez”. Y abundaban, en sintonía nacional y global: “(La fiscal) calificó de “inhumana” la agresión sexual sufrida por la chica de 16 años asesinada el sábado. Los dos detenidos, de 41 y 23 años, fueron acusados de venderle droga en la puerta de su escuela, al día siguiente drogarla en la casa de uno de ellos y violarla con una violencia tal que le produjo la muerte”.
María Isabel Sánchez no se privó de nada en la presentación de un caso que, entendía, la proyectaría a un estrato superior en la carrera judicial. El día de la conferencia de prensa en la que dio su versión horrorosa del crimen de Lucía, la fiscal Sánchez fue primero a la peluquería, es decir, se produjo para una escena que, conjeturó, sería de alto impacto. Y vaya si lo fue.
La muerte de Lucía, transformada en un relato de horror inimaginable por la fiscal Sánchez, se difundió al mundo, y bajo la consigna de Niunamenos se marchó en nombre de esta víctima, clamando por el fin de los femicidios, hoy una auténtica pandemia en la sociedad contemporánea.
Sin embargo, el dictamen de los peritos de la Corte trae un balde agua fría a tamaña ficción, no exenta de miserias varias. El informe de estos expertos de la Corte ha dejado meridianamente establecido que Lucía no fue violada, mucho menos empalada, que murió por congestión pulmonar (asfixia por vómito), y que la actividad sexual contra natura data de tiempo, es decir, es previa al momento del óbito.
A caballo de la muerte de Lucía, la blitz mediática irresponsable y falaz de la fiscal Sánchez, el diario La Capital y sus satélites, buscó introducir una pata política en la situación, una que condujera directamente al intendente Arroyo, para responsabilizarlo de la muerte de la chica. Primero usaron -sí, la usaron- a la mamá de Lucía para armar una discusión que involucraba al secretario de Gobierno, Alejandro Vicente. Pero no se quedaron ahí, y fueron por más, intentando involucrar al número dos de Salud municipal, al plantar la idea de una confabulación de poder desde ese área ejecutiva para cubrir a los responsables. Todo fracasó, no obstante, aunque la tensión sigue, porque intentan ocultar la pericia forense de la Corte y ponerla en entredicho con una pericia de parte.
Aquí hay muchos que deben dar explicaciones; los padres de Lucía y su hermano, para empezar. Son muchos los que saben qué había estado ocurriendo en la corta vida de esta niña. Y muchos de los que saben habitan el palacio de Tribunales.
María Isabel Sánchez sabe que está en juego su cargo. Anticipé insistentemente que las primeras declaraciones de la fiscal eran de una temeridad soberana, una mentira oportunista. La verdad sobre lo que le ocurrió a Lucía era conocida 96 horas después de la conferencia de prensa. Quienes debían terminar con esta locura eligieron, por corporativismo o promesas de cargos, callar. El uso de la muerte de Lucía Pérez, política y periodísticamente, es una canallada en paralelo que a todo evento la sociedad castiga a diario en números de audiencia, venta de diarios o lectura online.
Si no se abre una investigación sobre las verdaderas causas de la muerte de Lucía, estaremos presenciando otro espantoso episodio de impunidad.