Los acontecimientos de las últimas horas, es decir el hallazgo de los restos del ARA San Juan, cambiaron la orientación de este texto, que cada semana convoca a prestar atención a la política local lejos de la mirada en cadena de los regurguitadores de gacetillas.
El hallazgo del naufragio y la asunción de la terrible consecuencia ya fáctica —el final de los tripulantes debió haber sido sumamente trágico— traerán nuevos cuestionamientos y nuevas preguntas, aunque muchas de ellas están más que contestadas. Este medio publicó el 26 de noviembre de 2017 bajo el título “Garrafal” la crónica de los hechos, que surgían de fuentes propias y de la lectura que implicaba advertir una acción de inteligencia, que colocaría en tapa del diario La Capital la noticia de que el submarino había sido rescatado tras un incidente en el sur y sería remolcado a la Base Naval en Mar del Plata.
Esa mañana, y frente al título del diario de Aldrey, me comuniqué con el Comando de Submarinos para chequear la información, sobre las dudas que surgían del desarrollo de la noticia. La respuesta llegó sobre el cierre de la edición de ese día, señalando que se había perdido contacto con el submarino, al tiempo que la publicación original fue borrada de un plumazo de la portada digital de La Capital.
Para el día siguiente, el pandemónium se había desatado, y la noticia, el triste hecho de la desaparición del ARA San Juan, era impacto mundial. Tal como hemos señalado desde el inicio, está claro que hay dentro de la Armada jefes y mandos intermedios que saben y conocen la verdad. Existe el registro de una comunicación en inglés que dice “deep crash”, hundido y explotado, y como he señalado en reiteradas oportunidades, hubo intentos de contacto, desde el submarino al mando naval en Mar del Plata, jamás respondidos.
Hoy, ante la evidencia irrefutable, las razones del siniestro deben buscarse primero ante los propios mandos navales y para nada puede soslayarse la responsabilidad política de haber llevado adelante la reparación de medio término de vida en Astilleros Río Santiago, sin las debidas especialidades y sin los materiales adecuados y correspondientes a tan delicada estructura naval.
La publicación de La Capital fue una operación de inteligencia que buscaba poner en vista de la sociedad un tema que la Armada ocultaba, tanto al ministro de Defensa como al propio Presidente. Apuntaba textualmente el diario: “un severo desperfecto en la línea de baterías provocó un corte general de energía en la nave, lo cual a su vez generó un incendio que afectó al submarino pero no a la tripulación”. El periódico atribuía esos términos literales al Comando de Tránsito Naval. Hay una investigación judicial que debiera comenzar por este texto y esta publicación para llegar a la verdad de lo que aconteció, que nuevamente nos tiene a todos sentados en la punta de una silla.