El 14 de noviembre es la cita con la urna. Nada estará cantado hasta que se cuenten los votos. Lo que queda claro, es que los desafíos que impone administrar la ciudad, serán la cita de la hora para el actual gobierno comunal.
No es como creen los dirigentes radicales, que falta campaña. La campaña se desarrolla continuamente, minuto a minuto. Si no, vean a Patricia Bullrich, o a Mauricio Macri en viaje relámpago a Santiago del Estero.
En lo local, hay un bullir que se da en la búsqueda continua de motivos de puja en la tarea militante que llevan adelante los concejales Lauría y Carrancio, exponiendo los temas que, per se, en su mayoría, la cadena de corte y peque no publica, por sus compromisos con el poder.
La campaña en Mar del Plata se ciñe estrictamente al formato del PRO, lo que incomoda a los radicales que no están cómodos con ese estilo. Hacen pucheritos, pero no dan el debate político: callan, se quejan por detrás e impulsan el chismorreo en cuenta de pago. Todo muy pobre. Hay algo claro que admite en tertulias Alejandro Rabinovich: «si en los dos años que vienen, al despliegue político no le agregamos gestión, no nos da la nafta».
Y para poder hacer gestión, se requieren cambios en áreas críticas. El ruido que envuelve al socio de Daniel Katz, el secretario de Obras Jorge «el Guasa» González está a niveles del temblor del volcán de la isla de La Palma. Cuando termine de empujar, el magma de palabras que están en el boca a boca, será de relatar. Aunque incomode a queridos amigos, lo de Cultura es un escándalo. $300.000 por mes para nada. Los cargos nunca deberían ser para salvarse. Un cargo en el Estado es una carga pública, nunca un privilegio.
Lo que ocurrió en la presentación de la temporada teatral en CABA, en donde se dejó afuera de la convocatoria a los productores locales, es de una grosería patética. Más allá de los gustos personales de cada uno, no convocar a quienes sin importar su signo ideológico hacen a la cultura local es, en principio, muy antidemocrático.
El muy buen trabajo que se está realizando en las plazas de la ciudad, empleando cooperativas de trabajo, debería extenderse a otras tareas como, por caso, la limpieza urbana. Es obvio que no se trata de una responsabilidad ni de esta ni de otra intendencia: la mugre la hacemos todos. Lo que no puede ocurrir, es que en los cordones de las calles asfaltadas la tierra se acumule al punto que empiece a crecer pasto, o las interminables montañas de bolsas de basura que se acumulan en pleno centro.
Un triunfo de la dimensión que se espera, debería impulsar estos cambios que hacen falta. No hay espacio para otra cosa en una sociedad que transita constantemente al borde del «que se vayan todos», aunque por ahora quiera que se vayan unos «todos» muy específicos. Si en la renovación del contrato de la concesión para los balnearios del denominado Paseo Hermitage se termina fijando el ridículo canon que se denuncia, cuando menos exijan que limpien y den una pátina de buen gusto.
Aunque pedirle buen gusto al vacunado VIP Florencio Aldrey Iglesias es tan ridículo como pedirle a Alberto Fernández que sea coherente.