Todo comenzó con un cruce entre el ministro de Seguridad de la Provincia Cristian Ritondo y el municipio por la caída de un acuerdo por el que la comuna debía pagar asistencia económica para el funcionamiento de las patrullas de la Bonaerense. La piedra de toque fueron las declaraciones públicas del jefe de la policía local Fernando Telpuk, por cuya boca se conoció que el convenio caía y que la Provincia se hacía cargo de los emolumentos necesarios para dicho funcionamiento. Lo que siguió es una locura digna de un texto alucinado de García Márquez: funcionarios policiales de alto nivel reclamando retirar un patrullero entregado en comodato a la municipalidad, con el pretexto de hacerle el service; retiro del personal de guardia en las salas de salud, y del de custodia en el predio de disposición final de residuos.
El retiro de los uniformados habilitó la blitz dirigida por Marcelo Pasetti a cuenta de los designios de Florencio Aldrey Iglesias, que entre las brumas de su cognitividad reducida está encaprichado en hacer caer el gobierno de Carlos Fernando Arroyo. Por ello lanza a sus caniches toy a ladrar desesperadamente denunciando ingobernabilidad y renuncias si es que no hubiera capacidad de gobernar.
Disciplinados, los discípulos del canil del ex amo de la ciudad, salieron a hacer su puesta en escena. Fue así que Eva Moyano, nunca camionera; Jorge Trujillo, millonario empresario que hace de falso gremialista, y el sólo concurrente municipal Antonio Gilardi, jefe de la División Conejo Negro, se unieron, custodiados por el barrabrava Juan Vargas —secretario gremial de Camioneros— en conferencia de prensa destituyente, en el contexto del ominoso silencio de la bancada de Cambiemos. Ahí todos, en su funcionalidad destituyente, demostraron que la sociedad les importa tres cuernos, y sólo cuentan sus ánimos desaforados de lucro personal. Trujillo, como buen mafioso que es, se acercó al intendente el día de la inauguración de Easy (auténtico logro de esta gestión) para decirle “yo estoy para ayudar”. La respuesta de Arroyo fue categórica: “entonces decile a tus afiliados que vayan a trabajar”. Tecsan, la empresa que debe llevar adelante la disposición final de residuos, tiene en Jorge Trujillo a su mejor gerente: es el que aprieta para que paguen lo que no se debe pagar, y el que articuló con Marcelo Artime el pago de dos millones novecientos mil dólares por demás avalados en el pliego —algo que ahora se corrigió—.
El líder del STM Gilardi creyó que era la hora de su revancha: habían sido recibidos por parte del sub bloque radical para arrimar sus quejas por el maltrato que “reciben” de la gestión: es decir, los obligan a trabajar para cobrar el sueldo, les quitaron el negocio de código de descuento y ordenaron que los catorce empleados municipales que concurrían al predio a una función que no es propia e insumía treinta millones de pesos por mes, quedara sin efecto.
La caja cruje, la mafia arma desquicios sin pudor para mantener sus privilegios. Pero resulta que una vez más cayeron derrotados, aislados de la sociedad y sin credibilidad. Quedaron de ñata contra el piso, al acecho, pero muy desgastados.