Una vez más, Mar del Plata se repite torpe y tontamente en conductas y actitudes que llenan páginas virtuales, papel o minutos de aire que traen lamentos, críticas y quejas que nada resuelven y mucho confunden.
Simplemente para el registro, es dado señalar que en 1984, al concluir la temporada de verano, por iniciativa de quien era entonces interventor de LU6 Radio Atlántica, dicho medio y Canal 8 llevaron adelante un debate que llevó por título “¿Por qué fracasó la temporada?”. Se realizó en el recinto del Concejo Deliberante con la conducción de Jorge Alfieri y quien suscribe, con la participación de todos los actores económicos y políticos de la época. El debate transcurrió por los carriles esperados y esperables: una mediocridad espantosa, en la cual aún hoy se revuelcan y enlodan los actuales protagonistas. Que son otros de los de aquellos años en muchos casos, pero institucionalmente los mismos. La Asociación Hotelera Gastronómica, por ejemplo, descubrió, luego de ocho años de silencio, que la plata del fondo turístico se emplea para otros fines. El ex intendente Gustavo Arnaldo Pulti se apropió de esos fondos consistentemente, con la complicidad silenciosa de todos los actores económicos de la ciudad. Hoy hacen de esta situación, con la comuna en colapso económico, un casus belli que apunta a decir que la temporada alta no está a la altura de lo deseado ya que no se promociona la ciudad por no afectar estos recursos a su fin específico.
Sería interesante saber cuánto destinó la comuna de Santiago de Chile o la de Iquique a interesar a los argentinos que cruzan al Pacífico para que tomen esa decisión. O cuánto es lo que destinan las prefecturas del sur de Brasil para interesar a aquellos que buscan otra clase de verano que el que ofrecen nuestras playas. Me atrevo a señalar que CERO recurso. Cero.
¿Se trata de no promocionar? Desde ya que no. Se trata de entender los cambios que hay en el mundo y en el país. Si se llevara adelante una política de tipo de cambio súper alto, como fue el de la salida de la convertibilidad, el tipo estaría hoy en treinta pesos, y el turismo interno explotaría ciertamente. Pero no es la situación, y per se, el tipo de cambio no explica lo que ocurre. Los actores económicos de la ciudad -como la Asociación Hotelera Gastronómica, por caso- debieron tomar la bandera de ir por la inclusión de Mar del Plata financieramente hablando, promoviendo agresivamente las dieciocho cuotas para el gasto de veraneo, lo cual ya es una práctica de financiamiento de consumo establecida firmemente entre los argentinos.
En los 80, estos actores económicos de la ciudad no se habían anoticiado de la llegada del Jumbo 747 al país, y el cambio radical que este ítem dio en la transportación aérea mundial. Hoy no advierten que las formas de financiamiento y la agresividad de otros actores económicos es central, y que cada momento requiere una decisión acorde. Mar del Plata está parada inmóvil mirándose el ombligo: añora el pasado, no hace pie en el presente y no halla en este esquema modo de pensar su futuro. Y ni qué decir del lamento de los dueños de los teatros: el vigor de la temporada no puede medirse por el resultado que obtienen los empresarios del sector. Su oferta son los éxitos de los noventa, el esquema Tinelli, que hay que avisarles que “ya fue”.
Todo cambia y la reluctancia de los actores económicos de la ciudad al cambio los condena al fracaso una vez más, arrastrando el ánimo de la ciudad con su suerte.