
Guillermo Montenegro —encuestas en mano— decidió subirse al cabriolet de la Patrulla Municipal para ficcionar así una política de seguridad que le cubre, hasta un punto, las partes íntimas tanto a Kicillof como a su nada útil ministro de Seguridad.
Es un mensaje bizarro, con malos actores: funcionarios públicos, sin competencias reales, que hacen, a partir de ir sobre la marginalidad, una ficción de política de seguridad. Se trata de personas que no están preparadas para este cometido y que, de un modo u otro, van a terminar mal (no es deseo, es análisis).
En tanto, el crimen campea a sus anchas en Mar del Plata. Los motochorros gozan del favor de la virtuosa justicia garanticida (sic) de la ciudad que, a los detenidos en flagrancia a bordo de motos o autos, los incrimina por «encubrimiento». Los vecinos, hartos ya de estar hartos, se organizan, suben imágenes, dan cuenta de los hechos y se nuclean para hacer sentir sus voces angustiadas.
En estos cinco años del malhadado gobierno de Kicillof han sido asesinadas 3.200 personas. En la Guerra de Malvinas, murieron 904 combatientes, contando los de ambos bandos. Hay una masacre en curso y los poderes reales, mientras ven la sangre cayendo por goteo, alegan demencia.
Hay que poner en perspectiva el esquema de este fracaso: no hay detenciones por robos de automotores, todos son encubridores. No obstante, los delincuentes se exhiben a su aire. Desde las cuentas de Instagram «Mar del Plata Al Ritmo», o «Las Heras Drogau» que acumulan cientos y miles de seguidores, los delincuentes se exhiben a cara descubierta, exponiendo sus conquistas.
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No hay un gabinete de análisis criminal, ni un mapa del delito y, si lo hay, es ineficaz, porque actúa sobre lo que queda expuesto como denuncia. Y digo que queda expuesto porque el vecino ya harto de estar harto ya no denuncia, y si lo hace lo mandan a hacerlo por la plataforma TAD. Y, si denuncia por dicha plataforma y a la semana no ratifica en la fiscalía a la que se deriva la misma, la denuncia cae en abstracto y no llega a la estadística. Nada de esto es casualidad.
La otra cuestión, es el drama de la formación policial, que cada día es de menor calidad. La escuela Vucetich ha sido detonada por esta gobernación y, para más, las últimas convocatorias no llegaron a alcanzar los objetivos en cuanto a inscripciones. Ergo, no hay suficiente reposición de cuadros. Con salarios de pobreza, se suma la plaga de suicidios dentro de la fuerza.
El cambio no sólo urge, ya atrasa décadas. En este juego perverso, como en la ruleta rusa, el tambor gira y gira bañando la vida de los bonaerenses en sangre.