Lejos de la canícula agresiva de otros años, este verano austral transcurre de modo muy templado: sin recorridas de figuras políticas repitiendo las frases del momento mientras todos quedan enfrascados en la tremenda agenda de cambios que plantea la presidencia de Javier Gerardo Milei.
De ahí, a que no pase nada, hay una enorme distancia. Todo el Honorable Concejo Deliberante alzó sus manitas para darle una distinción inmerecida a quien más daño le ha provocado a esta comunidad. Ya nadie, ni el más distraído, ignora que la voluntad política de esta ciudad se encuentra secuestrada.
El recule del intendente frente a la propuesta que traía el empresario Marcelo González, uniendo a la multinacional Paramount con un megaevento para los 150 años de la ciudad, ha dejado un tendal de heridos. Pero algunos, en vez de sangrar, están dispuestos a seguir dando batalla.
Es el caso del presidente del EMTUR, Bernardo Martín, quien no sólo contesta y defiende su posición y proceder, tal como lo expuso frente al directorio del ente, sino que, ya sin embagues, dice: «que quede claro: voy a ser candidato a intendente». ¿Por qué ahora? ¿Por qué estando aún este verano en desarrollo?
Bueno, porque ya todos se han lanzado a velar el cuerpo aún caliente de la intendencia Montenegro. Algunos, abrevando en los dichos de alguien —muy cercano a Tristán— que dice: «en marzo explota todo y ahí Guille se va». Otros ven la obvia falta de gestión, y está el hecho fáctico de que no habrá reelección.
En medio de ese predicamento, para muchos «la bajada» es que, el sucesor de Montenegro, debe ser el ex concejal y hoy secretario de Producción con expertise en decks, Fernando Muro, cuya única actividad conocida como funcionario es la de presentarse en las inauguraciones de comercios o emprendimientos para «fotear» (sic).
Fue lo que ocurrió durante la presentación de la marca Royal Enfild, que sienta reales en la ciudad buscando generar un polo motoquero de alto nivel y proyectar la marca de Mar del Plata al país. ¿Qué hizo Muro para que esto ocurra? Nada. La movida nació en pandemia, cuando Muro le puso la oreja a los empresarios gastronómicos y se subía a cuanto deck se inauguraba en la ciudad. Mucha imagen, y demasiado relato.
Don Tristán ya cabalga solo, y no en contra de los molinos de viento. Su acto de subordinación ante el gárrulo oriundo de Galicia lo ha desposeído de gracia, y el escenario está tornando de manera acelerada a uno cuesta abajo, en donde son abundantes las críticas a su gestión. Tal como le señaló Juan Domingo Perón a Tomás Eloy Martínez en Puerta de Hierro, en 1971: «mi hijo, el poder, es algo que los demás creen que uno tiene». Cuando dicha creencia se fractura, lo evidente se hace obvio y ahí comienza el final.
Es penoso, por cierto. Porque no le sirve a nadie, atrasa el desarrollo de la ciudad y crea zozobra tanto para empresarios como para posibles inversores. Lo de Bernardo Martín, haciendo saber que va por la intendencia, es un alerta temprano de que la hora señalada de Montenegro, ya caducó.