Luego de dos semanas de trasiego político y mediático en torno a la situación sanitaria de Mar del Plata, con advertencias y amenazas entre funcionarios, los hechos van dejando en claro el escenario real de lo que ocurre. Al acting vergonzoso de trasladar un paciente con Covid-19 a Capital Federal —aduciendo que no había camas en Mar del Plata— le sucedió otro acting, el del intendente con su vergonzoso “audio filtrado”.
La situación de este vecino de escaso nivel económico es un caso de libro en cuanto a lo que significa la suerte de los humildes en manos de un poder político que no tiene escrúpulos. José Ignacio Gómez falleció. Lo hizo solo, y lejos de su familia. Para colmo, según hace saber su hija, Claudia Barrera, no les permiten traer el cuerpo a la ciudad para darle sepultura.
En medio de este escenario con funcionarios arrojándose unos a otros las estadísticas y los padecientes, hubo quien agitó en los medios anunciando un abrazo al palacio municipal. Tuvo más o menos la misma suerte que el festejo virtual del 17 de Octubre. Decían intramuros: “salimos ganando”. Nadie gana. La sociedad pierde, ante tanta indiferencia por la vida.
Luego de la pax mediática iniciada por Montenegro con la distribución de otro video —en este, pidiendo disculpas—, llegaron a la ciudad funcionarios provinciales encabezados por el director provincial de hospitales, Juan Riera. Anunciaron la ampliación de la cantidad de camas UTI en el anexo modular del HIGA, y la incorporación de profesionales suficientes como para contener la situación, pero se trató sólo de otro giro actoral.
Osvaldo Elefante, director médico del área de emergencias del HIGA, hizo público que sólo se trató de anuncios y nada más, y que el recurso humano necesario, no está. En coincidencia con lo que vengo señalando, Elefante asevero que “sin ir más lejos, cuando inauguraron el primer tramo del Modular, lo inauguraron con camas sin oxígeno. Fue algo más político que epidemiológico”.
Desde el inicio de toda esta situación está claro que la cuarentena está siendo usada como un elemento de control político, y que poco tiene que ver con el cuidado de la salud. En provincias como Formosa, Santiago del Estero, o San Luis, lo que mata, es la dirigencia política. En Mar del Plata, lo que mata es la ineficiencia brutal de un sistema auto satisfactivo que acumula cargos, sueldos, y poder, pero no trabaja para la sociedad.
Retornando a la triste suerte de José Ignacio Gómez, en el relato de su hija Claudia hay un decálogo de lo que padecen los desposeídos. En su relato a diversos medios, señaló: “Mi papa está en un estado muy crítico, muy delicado, hay que seguir esperando. Los pulmones están muy tomados. Los médicos lo llamaban y le decían que estaba bien, y yo le veía que se estaba agitando, en el 147 me decían que no podían venir los médicos al domicilio, que el seguimiento era por teléfono”. Finalmente, lo llevo al CAPS las Américas, y de ahí lo derivaron al HIGA. ¿Cuál es el criterio sanitario de dar indicaciones médicas telefónicamente? Dejar la gente a su suerte, y que dure lo que tenga que durar. La verdadera pandemia que mató a José Ignacio Gómez es la pobreza, y la perversidad de querer usarlo políticamente en una guerra de posiciones en la que todos mienten.