En la puerta de una prisión militar del norte de Israel, la joven israelí Hallel Rabin, encarcelada cuatro veces por negarse a hacer el servicio militar, se declara la “persona más feliz del mundo” por estar de nuevo en libertad.
A sus 19 años, habría podido ser enviada por 80 días más a la cárcel militar “número 6” de Atlit, donde pasó los 56 días “más largos del mundo”.
Pero, tras haberla interrogado en cuatro audiencias, el ejército consideró que su pacifismo era sincero y no influido por una oposición a la política israelí, lo que le habría podido costar otro arresto.
En Israel, el ejército juega un papel central en la sociedad y todos los jóvenes, hombres y mujeres, deben efectuar al menos dos años de servicio militar, excepto algunos judíos ultraortodoxos y árabes israelíes.
“El ejército es una de las cosas más evidentes en Israel: uno crece diciéndose que un día será soldado, que se callará y hará su trabajo”, explica Hallel tras fundirse en un abrazo con su madre nada más salir del centro de detención.
Para evitar el servicio militar, algunos deciden asistir a tiempo completo a una yeshivá -una escuela donde se estudia el Talmud-, lo cual es motivó de exención, y otros optan por declararse locos, directamente
¿Y qué pasa con Irán? –
Hallel Rabin, en cambio, decidió alegar sus convicciones pacifistas y rechazó participar en un “sistema de violencia”, pues cree que hay “muchas otras formas de comprometerse con la sociedad”.
“Yo no podía elegir el camino fácil y decir que estaba loca”, cuenta la joven de ojos claros, que lleva el pelo recogido en una coleta. “No estoy loca, loca es la situación de aquí”, dice.
A pesar de los insultos por “traición” o las amenazas recibidas en las redes sociales, Hallel no se doblegó. “Decidí que no dejaría que su odio me afectara”, afirma.
¿Y qué hay de los enemigos de Israel, que amenazan con borrar al país del mapa? La joven asegura que no es ninguna “ingenua” y que conoce los desafíos a los que se enfrenta su país.
En 2019, cinco objetores de conciencia -los “refuzniks”– fueron detenidos militarmente, según la asociación pacifista Yesh Gvul.
Al ser preguntado por la AFP, el ejército declinó comentar el caso de Hallel Rabin pero indicó que los objetores podían “hacer valer sus razones [para no servir en el ejército] ante un comité” que, de su lado, emitirá una “recomendación” para la central de reclutamiento.
Pero cuando los miembros del comité militar encargado de dirimir sobre su exención, le preguntaron: “¿Sabes qué Irán va a dotarse de una bomba atómica? ¿Crees que hay que dejarle hacerlo?”. Ante esto, Rabin no pudo evitar echarse a reír y les contestó que no le correspondía a ella solucionar ese problema, cuenta.
En “ningún ejército del mundo” –
¿Y si hubiera nacido en otro país, también habría dicho “no”?
“Yo no serviría en ningún ejército del mundo, pero la situación en los Territorios Palestinos refuerza mi convicción”, explica.
Ahora que quedó oficialmente exenta del servicio militar, realizará un servicio comunitario y desea ayudar, por ejemplo, a niños en dificultades.
En 2002, la Corte Suprema indicó que era posible conceder exenciones por pacifismo, pero distinguió entre el pacifismo y la “objeción de conciencia selectiva”, algo que podría “debilitar los lazos que nos unen como nación”.
Dicho en otras palabras: una persona puede rechazar realizar el servicio militar por oposición a la guerra en general pero no por oponerse únicamente, por ejemplo, a la política israelí en los Territorios Palestinos.
“Israel no quiere oír voces diferentes”, lamenta la madre de Hallel, Irit Rabin, quien, de joven, sirvió en el ejército.
“Nosotros no le dijimos qué hacer, solo le dijimos que tenía el derecho natural a elegir su propio camino”, explica, orgullosa de su hija. “Has contribuido a tu país de una forma muy particular”, le dice, abrazando a su “Wonderwoman”.