Si algo deja a la vista el resultado de las últimas elecciones, es la transversalidad del voto en nuestro país: el triunfo de Montenegro se debió a un complejo flujo de votos en el cual, votantes de Miryam Bregman, eligieron también al alcalde local y votantes de Fernanda Raverta eligieron también a Milei, entre muchas otras combinaciones.
Seguir creyendo que el voto al PJ es solamente un voto «planero» es ya, cuando menos, estúpido: funcionan otras variables aunque sea obvia la capacidad del PJ —en todas sus variantes— para enfermar la vida social y política de los argentinos. En un contexto de inflación galopante —en el último mes del gobierno de Macri, el índice fue de menos de cinco puntos— no se entiende el voto a Massa. Sin embargo, está claro que, lejos de la idea del voto «planero» hay un voto que viene de la clase media acomodada y muy acomodada, que vive muy bien con el esquema que plantea el actual gobierno. Gente que factura millones, que conoce las triquiñuelas del sistema, que compra dólar oficial y hace diferencia fijando precios a alguna variable en paralelo. Son los que tienen propiedades y dinero en el exterior. Formalmente juegan al discurso de lo «políticamente correcto», pero después votan según su conveniencia. Eso sí: a sus hijos le bajan todos la misma línea: «vos estudiá, capacitate y andate, porque este país no va más».
El tema del fraude está en boca de todos. Una fuente ligada al staff nacional de LLA me dice: «lo que pasó, no se explica salvo un gigantesco fraude», ante lo que le pregunto por qué no lo denuncian. «Si no tenés fiscal en la mesa, no hay cómo hacer para que te abran la urna», es la respuesta. La misma fuente asevera que en 23.832 mesas, los resultados no coinciden en nada con las PASO.
Todos dicen que ahora, ante una elección en blanco y negro, digamos, o sea, entre Massa y Milei, la fiscalización es crucial. Mi interrogante —sin respuesta—: ¿no lo es siempre? En cuarenta años de democracia no hemos encontrado cómo cerrar un esquema fiable. Claramente estamos ante mucho más que un simple voto «planero».
Según Vilma Baragiola, cuando Maxi Abad retornó a la ciudad, compartieron un café y todos juntos celebraron el triunfo. ¿Cuál será? ¿El local, que los tiene como socios? ¿El personal de Abad, que coronó una senaduría nacional? Hagan silencio, pero el corte de boleta que sufrieron en la elección a diputados provinciales, debería llamarlos a alguna reflexión. Que se imponga el ex intendente GAP da vergüenza ajena. Es obvio que la sociedad está muy atenta a detalles tales como quién se ofrece como candidato.
El fenomenal varapalo que en las primeras horas imponía en las redes la idea del voto en blanco abrió —después de la reunión de Javier Milei con Mauricio Macri y Patricia Bullrich— el escenario de una campaña muy fuerte que pide sí o sí terminar con el PJ kirchnerista.
En blanco y negro, a matar o morir, la extraña transversalidad del voto en Argentina dirá qué destino inminente le espera a esta sociedad.