Un dato brutal de la indiferencia hacia el ciudadano votante está por perpetrarse en Mar del Plata: el poder político de la ciudad pretende distinguir con la designación de «ciudadano ilustre» a Florencio Aldrey Iglesias. Sí, al valijero real que contribuyó a generar la fortuna espuria del hoy rey emérito de España.
Un dato tanto para distraídos como para los afectados por la falta de memoria: cuando el gobierno de Carlos Saúl Ménem le entregó —por el valor simbólico de un dólar— Aerolíneas Argentinas a Iberia, en realidad, sólo el 90% de la compañía quedó en manos de la firma española. El otro 10%, quedó en manos de Florencio Aldrey Iglesias.
Sí, así, a título personal. El diezmo fue puesto en los papeles oficiales entre la República Argentina y el Reino de España. Ese poder delegado en su momento le dio a Florencio mucho rédito, aunque el centro de la construcción de su poder ha sido y es la inmensa cobardía de quienes se presentan frente a la sociedad marplatense como «dirigentes».
Un dato no menor de quien se considera primus interpares es su condición —condición penosa, por cierto— de vacunado VIP. Se debe citar que van a distinguir como «ciudadano ilustre» a alguien que se eligió a sí mismo, y eligió a quiénes vacunar, por sobre el resto de la población cuando en Mar del Plata 2935 personas, cuya edad promedio fue de 41 años, fallecieron por la Covid-19. El 19 de febrero de 2021, Clarín publicaba en tapa: «La lista del vacunatorio VIP: políticos, un empresario y su entorno y médicos amigos. Además de Horacio Verbitsky, Jorge Taiana y Eduardo Valdés, fue vacunado el empresario Florencio Aldrey Iglesias y su familia».
La jueza María Eugenia Capuchetti tiene citado a instrucción judicial a Ginés, Taina, y Valdez. En la misma causa tendrá que definir sobre este gárrulo que quizá llegue a sede judicial —merced a nuestra patética dirigencia— exhibiendo los oropeles de «ciudadano ilustre».
Vergüenza, es poco. La historia contemporánea de la ciudad está marcada por este individuo y por su poder sobre la clase dirigente. Hay una sola excepción: Carlos Fernando Arroyo. Cínicamente, se suele afirmar «y, viste como le fue a Arroyo» pero no es tan simple. La historia de cómo se llegó a que Montenegro sea hoy intendente, es una larga saga de traiciones y errores innecesarios cometidos en esos cuatro años, de la que no nos vamos a ocupar ahora.
Cuesta creer que todos tengan cadáveres ocultos en algún placar, o personajes símiles a Sofía Clerici que los puedan hundir. Porque no se puede pensar que sea sólo por indolencia o conveniencia. Hay más gente con las partes íntimas sucias de lo que parece, si no, no se explica.
Van a ir adelante, porque ya tienen medido que, el sector de la comunidad que efectivamente tomará nota y se verá afectado emocionalmente por este acto burdo y agraviante, no es en modo alguno gravitante a la hora del voto.
Ojalá que no sea así.