Allá por el mes de septiembre, un señor se presentó ante los medios de la ciudad como integrante de una comisión internacional para la conservación del patrimonio. Su nombre era Norberto Feal, y asumía la voz de un ente de nombre rimbombante cuya supuesta naturaleza internacional no supo definir muy bien, nombrando como vagas referencias países como Bolivia o Paraguay.
Cuando lo interrogué sobre diferentes aspectos de sus quejas al respecto de la conservación patrimonial, Feal diletó haciendo referencia a criterios supuestamente aplicados en otros países, aunque no pudo definir cuáles. Se refirió a las excepciones que se vienen dando en nuestra ciudad como «una alteración de la política». A la suya, se sumó recientemente la voz de Nino Ramella y un conjunto de artículos con títulos rimbombantes publicados en La Nación y Clarín en donde se citan a personas destacadas como Santiago Kovadloff o Daniel Sabsay.
Vayamos por partes: en el caso de Kovadloff, tal como me lo señaló un funcionario, la última vez que vino a Mar del Plata debe haber sido cuando la rambla todavía era de madera. Por su parte, Sabsay no quiso hablar al aire en una radio de la ciudad sobre el tema, quizás por influencia de su hija Deborah quien tiene en Mar del Plata un emprendimiento de gin ganador de varios permios internacionales, y que debe haberlo ilustrado a su padre sobre el dislate que implica lo planteado en los artículos publicados, cuyo productor es el propio Ramella.
Para ilustrar al ciudadano lector, vale señalar que nuestro país no cuenta con ley de patrimonio edilicio, así como tampoco la provincia. La ordenanza local —inspirada por el autor de las mencionadas movidas— es un texto de menor valor legal, tal como lo es una norma inconstitucional que afecta un derecho consagrado en el texto alberdiano como es la propiedad.
Más allá de lo que pasa en nuestra extendida aldea, en fecha reciente el municipio de París —cuya alcaldesa es la muy socialista Anne Hidalgo (nacida Ana María Hidalgo Aleu)— se abrió al capital privado creando un esquema de mecenazgo/brandig. A la mítica comuna parisina, el costo de €30 millones por año en manteniendo de edificios históricos ya se le hizo pesado.
El impacto es enorme, y la discusión está al orden del día. Un caso es el del almacén Printemps, situado en el Boulevard Haussmann y el segundo construido en Paris, que presenta un anuncio de Calvin Klein, protagonizado por el actor Jeremy Allen White, sobre su espectacular frente. Su fachada y sus techos están inscriptos en la lista de monumentos históricos desde 1975. Su inauguración se produjo en 1865, con una divisa: «Mi honor es mi probidad».
El debate esta alzado y lo lideran organizaciones conservacionistas y la izquierda. Es un hecho que «la plata no alcanza», frase que por estas costas tan bien conocemos. Según la ley francesa, la publicidad está prohibida en los edificios patrimoniales. En 2007 se introdujo una excepción que posibilitó el aporte privado a condición que los fondos fueran aplicados en la puesta en valor del bien afectado.
Otra vuelta de la noria. Siempre vuelve la burra al trigo.