De locura, indiferencia y muerte

La noticia —casi para la jocundia— lo que decía era que personal de la Seccional 6ta de nuestra ciudad había dejado escapar a un detenido quien les sustrajo el patrullero y, luego de circular a contramano, protagonizó un choque en el que quedó involucrado otro auto y un micro de larga distancia.

Digo «jocundia» porque parece que es un chiste que a dos policías les roben el patrullero. Eso hasta que uno pasa, de la anécdota, a los detalles: las funcionarias a cargo del vehículo policial fueron enviadas al lugar por un tribunal de familia que había determinado la detención compulsiva de un hombre que presenta graves problemas psiquiátricos. Interviene en esta causa el fiscal Facundo de la Canale, de híper bajo perfil. Al no haber explicitaciones públicas por parte de la fiscalía —como correspondería en cualquier otro caso— y más aún en un evento de tanta repercusión pública, la reconstrucción del mismo que hicieron los medios, corrió por caminos trillados.

Primero, no se citaban los hechos, sólo se decía que, a dos mujeres policías, les robaron el patrullero y que éste luego intervino en un choque en el que se podría haber desatado una tragedia que, afortunadamente, no ocurrió. Luego, que al ser el detenido en cuestión una persona con problemas psiquiátricos, que no habría punición ni por el robo del patrullero, ni por la destrucción del vehículo particular involucrado en el choque, ni por los daños al micro de larga distancia. Eso sí: ya todos citaban que se les había abierto un sumario interno a las funcionarias y que era altamente probable que las mismas fueran desafectadas de la fuerza y sometidas a un juicio civil por la destrucción del vehículo patrulla. Todo mal, todo desacertado.

Veamos bien la cadena de hechos: el ciudadano en cuestión, cuya detención debía efectuarse, es un paciente psiquiátrico consumidor de drogas. Sí, esas mismas drogas que el juez Juan Tapia considera recreativas o que el ministro de (in)Salud Nicolás Kreplak dice que hay que ir consumiendo despacito para ir viendo si te pegan bien.

Por el consumo de esas mismas drogas, es que esta persona tiene aterrorizada a su familia y es lo que provocó el largo e inmenso calvario que su madre atravesó hasta que logró que se procediera a autorizar su internación compulsiva.

¿Cuál es la cadena de responsabilidades, esa que hoy dicen que investiga una fiscalía de flagrancia? Dada la infame Ley de Salud Mental vigente en nuestro país, internar a una persona a raíz de situaciones de salud mental, requiere que sea el propio individuo afectado quien acepte el tratamiento. Léase: la misma persona afectada por uno o varios brotes psiquiátricos, es quien debe aceptar su situación y firmar su internación. La sangre derramada a raíz de esta infame ley es un río de dolor y de muerte.

Poner la responsabilidad en las dos funcionarias, es cortar el hilo por lo más delgado: en la cadena de decisiones hay un juzgado que ordena, una jefatura departamental que interviene y deriva la misma, y una seccional que es la que se encarga de ejecutarla. Pero la formación de los agentes de la PBA, es un chiste de mal gusto. La preparación para casos como este, es inexistente. Y, además, las mujeres de la policía de Kicillof no destacan por su potencia física, sino más bien todo lo contrario. Las funcionarias en cuestión no tenían cómo resolver de manera profesional la situación en la que se vieron involucradas.

Existe un grupo perteneciente a la Policía Federal que está preparado para estos casos, al que se podría haber recurrido. ¿Por qué el juzgado no lo hizo? ¿Por qué se dejó a la madre de un enfermo mental a su suerte? ¿Por qué no se controló in situ la situación? ¿Por qué la seccional en cuestión no envió cuando menos dos patrulleros, ni coordinó para contar con la presencia de una ambulancia y de personal médico capacitado para inmovilizar a un individuo peligroso de manera profesional?

Todos los involucrados en esta cadena de decisiones miran para otro lado y sólo esperan a que la atención mediática se desvíe hacia algún otro lado. Así, mientras la gente sufre, muere, o es dañada patrimonialmente, todo corre al aire de «aquí no ha pasado nada».

Llorarás tus muertos en soledad, sin que a nadie le importe.