Información divulgada por Wikileaks y datos publicados por varios medios de Haití proporcionan pruebas del trabajo que hacen los diplomáticos de Estados Unidos, qué intereses defienden y para quién trabajan.Según informa Publico.es en el Blog de Juan Torres López, hace un par de años se propuso en Haití una subida del salario mínimo de 24 céntimos la hora a 61 céntimos. Enseguida, las empresas multinacionales que trabajan allí, sobre todo las textiles estadounidenses Hanesbrands y Levy Strauss, se opusieron a esa medida, alegando que una subida de más de 7 céntimos a la hora perjudicaría gravemente sus beneficios y reclamaron la ayuda de su embajador.
Éste hizo suyas las demandas de las empresas, declarando que la subida que se pretendía era excesiva, una simple “medida populista” y que no “tomaba en cuenta la realidad económica”. Ahora se sabe que intervino y presionó al presidente haitiano para que el salario no alcanzara los 5 dólares diarios pretendidos, quedándose en 3 (casi 20 veces menos que el de Estados Unidos).
Lo que defendían la diplomacia estadounidense, el calado moral de las grandes multinacionales y el capitalismo de nuestros días se pone de relieve si tenemos en cuenta lo que hubiera representado, en total, la subida de salarios que se reclamaba. Si se hubieran beneficiado de ella los 25.000 trabajadores del textil haitianos, el coste total para las empresas radicadas allí hubiese sido de 12,5 millones de dólares al año.
Para la empresa Hanes, que contrata a 3.200 trabajadores, el coste hubiera sido de 1,6 millones al año, es decir, una proporción minúscula de los 4.300 millones de dólares que vendió el año pasado; y solo la sexta parte de los 10 millones de dólares al año que recibió su director ejecutivo Richard Noll. Todo eso, teniendo en cuenta que una familia haitiana necesitaba unos 12,5 dólares al día en 2008 para poder alimentarse.
No es exagerado afirmar, pues, que se trata de un ejemplo bien claro de diplomacia al servicio de la esclavitud. Y de la miseria que que permite que el 1% más rico de la población de Estados Unidos se haya quedado con el 95% del incremento de ingresos generado en Estados Unidos entre 2009 y 2012, y con el 68% de todo el ingreso familiar real generado desde 1993 hasta ese último año.
Y es ingenuo creer que eso solamente ocurre en Estados Unidos. Día a día contemplamos en España cómo el Gobierno y hasta el propio monarca (éste, además, aprovechando la ocasión para aumentar su fortuna personal) se afanan por sacar las castañas del fuego a las grandes empresas (que son, justamente, las que obtienen la mayor parte de sus beneficios gracias al apoyo gubernamental). Con la excusa de que son intereses españoles, cuando su capital mayoritario es en realidad extranjero y de grandes grupos oligárquicos, y no precisamente del pueblo español, todo el aparato estatal se despliega para apuntalarlas y darle todo tipo de privilegios. Para justificarlo, afirman que ese beneficio es el que luego crea empleo y riqueza; pero éste es también un argumento completamente falso.
Las grandes empresas multinacionales y las entidades financieras española y de todo el mundo son las que más empleo han destruido en los últimos años, las que actúan como las que hemos mencionado más arriba y las que no utilizan sus beneficios precisamente para crear riqueza productiva, evaden al fisco siempre que pueden y son las grandes usuarias de los paraísos fiscales. Ni siquiera lo utilizan para invertir más. Según el Informe sobre el Trabajo en el Mundo 2013 de la Organización Internacional del Trabajo, las grandes corporaciones tienen cinco billones de dólares en los países más desarrollados y 1,4 billones en los países emergentes y en desarrollo en dinero efectivo sin utilizar ni invertir, precisamente, porque con esos salarios tan bajos es imposible que haya demanda suficiente para los bienes y servicios que podrían producirse con ellos.