La renuncia a la Jefatura Departamental de Policía de Mar del Plata del comisario Ramón Negretti fue saludada con alivio por buena parte de los marplatenses, asumida como un triunfo por la UCR local y señalada por el ministro Casal como “una decisión que hay que valorar, porque nadie renuncia a nada en estos tiempos. Es una determinación personal que hace bien al sector institucional”.
¿De qué habla el ministro? Porque no aparece ningún reconocimiento de lo que efectivamente ha ocurrido en el breve paso de Negretti por esta comunidad: aumento notable de todo tipo de delitos, como el escruche, el robo automotor y la intrusión en viviendas con moradores. Un delito que llegó a Mar del Plata al tiempo que asumía Negretti fue la modalidad de “secuestro virtual”, y así como llegó, desapareció. No hay un solo caso esclarecido, y esta modalidad delictual sólo fue tratada por este medio, en la búsqueda de que las víctimas dieran testimonio para presionar que se asumiera su existencia de modo concreto.
Es asombroso escuchar al ministro Casal hablar de Negretti. Dice de él que “su función fue muy específica” y “en el balance, él tuvo una actitud muy eficaz; quizá su perfil ante los foros o los medios no era, seguramente, el más desenvuelto, y eso, más allá de una cuestión operativa, le fue afectando”. De nuevo, ¿de qué habla el ministro? No se entiende a qué se refiere Casal. Quizá se explique por cuestiones internas de la fuerza que no llegan al público y que transcurren en un ámbito de grises que suele tornarse muy oscuro y peligroso.
La renuncia de Negretti no fue acompañada por la de César Ventimiglia, responsable de un área vital que no funciona y no presta un servicio a la comunidad. Ventimiglia se aferra al cargo a dos manos, protege la alta renta que brindan hoy los salarios públicos, y seguramente busca afianzar una importante jubilación a la que, estimo, aspira a llegar. Ventimiglia es otro fraude, uno más que hace pensar que aquel “mediocres” de Russak expresaba una verdad de tanto peso como el enojo que provocó en su momento.
Todo aquí es una escena, un relato que lleve la marea del sistema mediático a otros debates, fútiles, abstractos, pasajeros, intelectualmente arteros, pero ninguna preocupación por la realidad concreta. El joven sobre el que hasta ahora pesa la presunción de asesinar a Néstor La Bella había fugado del Centro de (no) Contención de Batán; en diciembre ya andaba por la calle armado asaltando y actuando a su aire, para obtener por la fuerza dinero o bienes de terceros hasta el precio de la vida de otro. Tal como dijo el fiscal del fuero de menores Yáñez Urrutia, “de confirmarse que este chico fue el autor del crimen del comerciante La Bella, estaríamos en un caso similar al de Ariel Di Meglio, en el que un menor que logró fugar de Batán volvió a delinquir con un asesinato de por medio”. Sí, es que así es: entran y salen, o se fugan. El resultado es el mismo: trágico. Intensamente buscado es una frase sin sentido; nadie busca a los evadidos. Circulan, pululan, y si cometen otro crimen, o varios, en algún momento caen en detención nuevamente. Por azar puro, nada más.
En tanto, Gustavo Arnaldo Pulti sigue empujando la noria hacia el cuerpo de fiscales, insistiendo en que nadie los conoce, a diferencia de los curules, que son conocidos por toda la comunidad. Conocimiento no es eficiencia ni compromiso. Pero ese ítem en particular lo dejo para mi próxima columna.