Los gabinetes de los miembros del Consejo Europeo, de la Comisión, de los gobiernos de los 28 países de la Unión y, en España por ejemplo, hasta los departamentos de análisis de las grandes compañías internacionales escrutaron este martes los estudios específicos encargados sobre la repercusión geopolítica y también económica y energética del conflicto en Ucrania. El temor a un frenazo en la incipiente recuperación de la zona euro por este intervención rusa es palmario.
Al menos dos de las multinacionales españolas del sector ultimaron el martes sendos informes sobre esta crisis. Con un análisis coincidente: a corto plazo la repercusión inmediata será solo una asumible subida de precios (tanto del gas como del petróleo) pero a medio y largo plazo podría significar un replanteamiento general de la política energética de Europa. Hacia otras fuentes y hacia otros canales. Sobre todo si el conflicto se alarga y se complica aún más.
Los datos son muy clarificadores para entender la trascendente dependencia europea, sobre todo, del gas procedente de Rusia, fundamentalmente a través de Ucrania. El 30% del gas que la UE importa es ruso y llega a una quincena de países europeos a través de tres grandes gaseoductos: unos 95.000 millones de metros cúbicos diarios por el Nord Stream (desde el norte hacia Alemania) y el Yamal (por Bielorrusia); y otros 175.000 millones por el Soyuz, por Ucrania.
Justo el martes el comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, se afanó por asegurar que ese suministro está controlado. “No hay razón para la inquietud”, comentó como un entrenador de fútbol cuestionado por los resultados. Y remachó: “En estos momentos, en los Estados miembros la situación en materia de gas es buena, hemos tenido un invierno suave, la capacidad de almacenamiento está más llena que el año pasado, tenemos reservas en todas partes. Y a medida que avanzamos hacia la primavera y el tiempo se hace más cálido, el peligro decrecerá”. Por ahora nadie ha informado de complicaciones a la hora de abastecerse.
Las calefacciones empiezan a funcionar menos tiempo, también en Alemania, que compra casi el 25% de gas ruso, aunque dispone de su propio gaseoducto a través del Báltico. En Alemania las autoridades certifican que tienen garantizado su suministro hasta 60 días. La Unión Europea tomó nota, además, de lo que sucedió con crisis similares anteriores, en 2006 y 2009. Desde entonces se han intentado diversificar los canales para la entrada de gas, aunque la mayoría de los proyectos nuevos están sin ejecutar. De hecho, ahora algunos expertos vuelven a remarcar la importancia de potenciar la tan esperada interconexión europea gasista y eléctrica. Y también se ha habilitado un almacén de reservas de gas, que asciende ahora a unos 40.000 millones de metros cúbicos, 10.000 millones más que lo guardado en 2013. Hace diez años el flujo de gas importado de Rusia era del 45%.
Todos los portavoces y los analistas europeos esperan, además, que Ucrania y Rusia respeten los compromisos y contratos firmados, que se rubrican siempre a largo plazo para generar más seguridad, especialmente en los precios. Algo que sucede en el caso de España. Y por ahora no hay motivos evidentes para pensar lo contrario.
Porque a Rusia también le interesa mucho este negocio. El emporio ruso Gazprom exportó el año pasado unos 133.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa y casi la mitad de ese contingente llegó por Ucrania. La compañía, que estos días ha visto cómo ha perdido valor en bolsa, ratificó este martes que suspende la relación especial de “precios amigos” que mantenía con Ucrania, a la que le reclama una creciente deuda por sus importaciones de gas ruso.
Pero es que la economía rusa también depende en buena medida de esas exportaciones y sufriría graves inconvenientes si se recortasen. Ese comercio genera ahora unos 100 millones de dolares diarios y supone en torno al 3% de una economía que el curso pasado frenó su crecimiento a solo el 1,3%.
En España la incidencia directa de esta crisis es por ahora escasa. Algo mayor si acabara perjudicando las importaciones de petróleo porque nuestro mercado de gas está en Argelia, de donde procede más del 40% de ese recurso, según la patronal Sedigas. Pero hasta ese aspecto podría resultar una oportunidad si nuestras conexiones actuales hacia Francia y Alemania no fuesen un cuello de botella. Fuentes del sector han apuntado que esta crisis revela la oportunidad de mejorar la interconexión gasística del sur, para ofrecer una alternativa hacia Europa desde las plantas españolas.
El impacto en el precio del combustible
Expertos consultados de varias compañías españolas reducen al mínimo el impacto sobre los recursos nacionales, tanto por la escasa dependencia del petróleo ruso como por la nula incidencia de su gas, gracias a la tubería que nos conecta con el norte de África y a la flexibilidad que ofrece la capacidad instalada de Gas Natural Licuado (GNL).
Pero el avance ruso en Crimea sí ha puesto sobre la mesa la discusión sobre la seguridad energética En Europa. Así lo admite Pedro Antonio Merino, director del departamento de estudios y análisis de Repsol: “Si bien es cierto que el corredor ucranio para las exportaciones rusas de gas ha reducido su importancia respecto a hace unos años, todavía representa un enclave estratégico para el suministro de Europa. Los tubos que conectan Rusia con Europa han aumentado y, además, gozan de suficiente capacidad ociosa como para desviar a través de ellos poco más de la mitad del gas que pasa por Ucrania”.
Sobre el impacto potencial en el precio del petróleo, Merino entiende que es menor, “debido a que las exportaciones rusas a Europa se realizan a través de barcos desde los puertos situados en el Báltico y el mar Negro”. Y añade: “Las tensiones en Crimea han tenido hasta ahora un impacto limitado, generando subidas en los precios spots [cuando se compra a corto plazo] en ambos marcadores —Brent y WTI— de poco más de dos dólares por barril desde finales de la semana pasada, cuando comenzó el conflicto. Los precios spot del gas natural también se han tensado al alza, con el Henry Hub americano, aumentando dos dólares por millón de Btu (unidades de energía) y la referencia europea, el National Balancing Point, alrededor de un dólar”.