Abandónico y amenazador. Fue leer esta columna en su actualización anterior, y estallar en furia y temor. Se lanzó a hacer lo que bien sabe, que es amenazar. Llamadas a repetición buscando que su víctima -víctima de abandono por negligencia, al dejar vencer los términos de una demanda laboral – se constituyera en su estudio “para conversar de lo que salió en el diario”. Luego de 14 meses de silencio y promesas vanas de “con lo que gane de otros juicios te voy a pagar a vos”, le dio por la urgencia. Va a tener que dar explicaciones cuando menos ante el Tribunal de Disciplina del Colegio de Abogados, y no sólo por este “olvido”, sino por otros, tales como no presentar a tiempo el poder que habilitaba su intervención, y dejar caer otra u otras acciones legales. El abogado en cuestión es algo así como una versión vernácula de aquel personaje increíble de “El otro yo del doctor Merengue”, que cristalizara en Rico Tipo el gran Guillermo Divito (menores de 40, googlear).
Doctor Merengue MDP. Tal como aquel recordado personaje (reiteramos, menores de 40, googlear) atildado y correcto, aunque en su interior bullía su otro yo, el auténtico, malhumorado, egoísta y siempre mirándose el ombligo. En una anécdota de Guillermo Divito está el origen del personaje. Había ido al hipódromo con un amigo, que tras unas carreras perdió su dinero. Divito le prestó veinte pesos, con los que el amigo pudo ganar unas apuestas, mientras él perdía el suyo. El amigo, contento, siguió apostando, pero jamás pensó en devolver el préstamo. Nuestra versión local es igual: jamás reconoce un favor, una mano tendida; la perinola siempre le sale “tomo todo”, y jamás se hace cargo de nada. Ahora se le viene el doblete: dos denuncias por mala praxis y un interrogante. ¿Desatará esta situación intervención de la DGI? Nuestro Merengue MDP hizo fortuna con los amparos por el corralito, todo cobrado por afuera con mucha dádiva, de la que hay data más que suficiente para un escándalo mayúsculo.
Llegadas y posibles relevos. Finalmente llegó el nombramiento de Eduardo Pablo Jiménez como integrante de la Cámara Federal de Mar del Plata. El expediente estaba muy demorado, demasiado, y ahora se verá si Jorge Ferro cumple con su palabra, voceada ad infinitum en Tribunales. Ferro, que este verano se paseaba por Playa Grande con el libro “Cristina: de legisladora combativa a presidenta fashion”, de Sylvina Walger, decía a voz de cuello a quien lo quisiera escuchar: “Si ese HDP bueno para nada de Jiménez ingresa a la Cámara Federal, me jubilo al otro día”. No es tan fácil de cumplir esta palabra, veamos por qué…
Partida compleja. Es que Jorge Ferro tiene demasiadas cuentas pendientes, y algunas le siguen de lejos. Por caso, hay una denuncia en el Consejo de la Magistratura, pisada por sus actuales compañeros de ruta, que dice: “Nos dirigimos a ustedes en relación a la causa “Sierra Hugo /detención” en la que a Ferro, junto a su compañero de ruta Martín Bava, se lo acusa de mal desempeño de sus funciones”. La denuncia data de 2012 y está allí, cajoneada por ahora.
Sobre víctimas y jueces. En tanto nada parece poder interponerse en la causa CNU para que llegue a juicio oral y público, se torna interesante el contenido de misiva que Mario Durquet, integrante de esa organización y auto reivindicado jefe de la misma, luego del asesinato de Ernesto Piantoni en MDP, le dirigiera al obispo Marino. Una hoja de ruta de la época. Quizá el juicio oral abra una ventana que muchos querrían ver cerrada para siempre (ver y ver en el Correo de Lectores).