Expertos del Centro de Regulación Genómica (CRG) y del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) de Barcelona han descubierto que un componente presente en el té verde mejora la memoria y el aprendizaje de las personas con síndrome de Down.
La científica líder de la investigación, Mara Dierssen (CRG), ha explicado a Efe que una sustancia que se encuentra en el té verde, la ‘epigalocatequina galato’, es capaz de normalizar la función del gen ‘Dyrk1A’, uno de los principales causantes del síndrome de Down.
Este gen, ha señalado Dierssen, actúa como controlador de muchas funciones celulares, como la capacidad de crear nuevas neuronas o hacer que éstas crezcan y se diferencien, por lo que, normalizando su función en los casos de síndrome de Down, se consigue mejorar la memoria, el aprendizaje y hacer “que el cerebro vuelva a la normalidad”.
“Uno de los problemas de las personas con síndrome de Down es que su cerebro no es capaz de cambiar con la experiencia y el aprendizaje”, ha especificado la investigadora, quien ha añadido que, precisamente, “Dyrk1A ayuda al cerebro a que sea capaz de cambiar y adaptarse a nuevas situaciones”.
De este modo, suministrando la sustancia del té verde se consigue “retener” aquello que aprenden las personas con síndrome de Down, con el añadido de que es un producto natural, no tóxico y sin efectos secundarios.
“Lo que nos interesa más es ver si las personas en tratamiento saben hacer cosas en su día a día que antes no podían hacer, como vestirse o hacerse la comida y no ser tan dependientes”, ha matizado a Efe Rafael de la Torre, investigador del IMIM que también ha liderado el estudio.
De la Torre ha resaltado que, tras realizar estudios con ratones, en 2011 se llevó a cabo una prueba piloto en 30 personas de entre 18 y 30 años, porque se trata de una población con un estado estable de desarrollo cerebral.
En diciembre de 2012 el ensayo clínico se amplió a 87 personas que se dividieron en dos grupos, a uno de los cuales se suministró el compuesto del té verde durante un año, hasta diciembre de 2013, mientras que al otro se le dio un placebo.
Para saber si los efectos positivos del té verde se mantienen en el tiempo, después del tratamiento las 87 personas deben permanecer seis meses sin tomar la sustancia y, a finales del próximo mes de junio, los científicos obtendrán los resultados.
También se realizarán pruebas de neuroimagen para comprobar si las mejorías se traducen en cambios físicos, es decir, en una mejor conexión neuronal.
De corroborarse la duración de los beneficios, el próximo reto es usar este tratamiento en niños porque, como ha explicado el científico, “su cerebro está madurando y las oportunidades de intervenir son más importantes”.
Para ello, el investigador ha asegurado que están trabajando en un preparado que contenga sólo el componente ‘epigalocatequina galato’, ya que hasta ahora se han suministrado cápsulas con extracto de té verde.
De la Torre ha anotado también que están estudiando un formato óptimo de este extracto para infantes con síndrome de Down, como sobres en polvo o algún producto lácteo.
El estudio se ha realizado en colaboración con la Fundación Catalana Síndrome de Down y ha contado con un presupuesto de 750.000 euros, asumido por la fundación francesa Jérôme Lejeune, el Instituto Carlos III y donaciones privadas, pero para poder extender el tratamiento a la población pediátrica necesitan más financiación.
Tal como ha subrayado De la Torre, “las ideas las tenemos, sabemos lo que hemos de hacer, pero necesitamos recursos”