Como los buenos vinos, según pasa el tiempo Casablanca va mejorando. Esta increíble película en blanco y negro, con actores cuyo estilo en esta época luce sobreactuado, con diálogos tan fuera de nuestros días, nos atrapa una y mil veces. Esta semana, cumplió 70 años.
No puedo explicar racionalmente qué me pasa con Casablanca. Porque ciertamente, lo mío no son las películas románticas. Me aburren soberanamente. Salvo tres honrosas excepciones cuyas historias de amor curiosamente no terminan bien, en el sentido en que la mayoría de las personas acepta que es un final feliz, con el “y fueron felices para siempre”. Nunca pude ver más de media hora de “Titanic”, “Mujer Bonita” o “Nothing Hill”; me parecen de tontillas para abajo. “Ghost” tampoco me gustó; también me aburrió “Love History”. Y ni hablar de “Pearl Harbor”, que fui a ver al cine pensando que era “una de guerra” y tuve que aguantar al buenudo de Ben Affleck haciendo de sí mismo, como siempre, en una historia tan trillada que daba bronca.
Mis tres filmes de amor son: “Los puentes de Madison” (todavía no puedo entender cómo no se bajó de esa camioneta y dejó al marido por el fotógrafo de la NatGeo; total, el pobre hubiese tardado semanas en darse cuenta), “África Mía” (increíble esa mujer que perdió absolutamente todo lo que era importante en su vida: amor, tierra, sueños…) y por supuesto “Casablanca”, mi favorita. De más está decir que cuando la vi por primera vez ya era una película “vieja”, pero recuerdo que cuando superé la falta de color y me dejé llevar por la historia, inmediatamente me fascinó. Y qué decir del final… Es uno de los mejores que recuerdo.
Nació para convencer a los norteamericanos de que era necesario intervenir en la guerra que se estaba peleando en Europa, Asia y parte de África. Una guerra que la mayoría de los habitantes de Estados Unidos no veía como un problema, hasta que el 17 de diciembre de 1941 la armada japonesa atacó por sorpresa la base norteamericana de Pearl Harbor en Hawái y ya no había marcha atrás. Estados Unidos debía entrar activamente en la Segunda Guerra Mundial.
Ante lo inevitable, el presidente Roosevelt creó la OSS (Office of Strategic Service) y la OWI (Office of War Information), organismos de control y censura de la información dentro y fuera del país. Una de sus funciones era promocionar películas, noticieros y documentales que justificaran la entrada en el conflicto y elevaran la moral de la población.
Hollywood produjo cientos de filmes con tinte patriótico, cargados de emotividad y donde los Estados Unidos eran representados como un país unido frente a un enemigo común. Tras leer el guión adaptado de la obra de teatro “Everybody Comes to Rick’s”, la OWI quedó entusiasmada con el bosquejo de “Casablanca” que, entre otras cosas, mostraba al país como un refugio para los oprimidos.
La película está llena de frases que luego se hicieron célebres: “tócala, Sam. En recuerdo de aquel tiempo”, “siempre nos quedará París”, “los alemanes vestían de gris, tu vestías de azul” (no sé por qué, pero es mi frase favorita de la película), “el mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos”. Y el inolvidable final, “presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad”.
Ella, Ilsa, le pide a Sam (el pianista, amigo y compañero de Rick) que en recuerdo de los viejos tiempos vuelva a tocar la canción que luego se convertiría en uno de los temas más famosos de la historia del cine, “As time goes by”. Melodía que cualquiera de nosotros, haya visto o no la película, inmediatamente vincula con un Humphrey Bogart vestido de esmoquin blanco y con Ingrid Bergman sentada junto al piano.
“De todos los bares de todos los pueblos de todo el mundo, ella tuvo que entrar en el mío”. Y sí, Rick. En parte, de eso trata el film. Después de haberlo abandonado en un andén de París mientras huían de los alemanes que habían tomado la ciudad, Ilsa aparece en Casablanca, Marruecos. Llega del brazo de su marido; creyéndolo muerto, había tenido un romance con nuestro amigo americano. Y encima el esposo, Víctor Lazslo, dista mucho de ser una persona despreciable; lejos de eso, es un héroe de la resistencia checa contra los nazis. La situación para nuestro escéptico y duro personaje no podía ser peor.
A esta altura usted se preguntará qué hacía toda esta gente en el norte de África en plena guerra. Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes conquistaron casi la mitad de Francia, incluyendo la ciudad de París, justo el día en que Rick abandona la “ciudad luz” y es abandonado por Ilsa. Parte del gobierno francés se replegó en Vichy, en el sur del país, y pactó la paz con los nazis a cambio de colaboración. El general De Gaulle, en cambio, opuesto a los invasores, se marchó hacia la zona de Marruecos, en poder de Francia después de la Primera Guerra Mundial. Debilitados y con muchas ciudades dudando aún en qué bando acomodarse (entre ellas, Casablanca), los franceses apoyaban como podían a los movimientos de resistencia en Europa.
Por eso, conspiradores, espías, refugiados, ladrones y gentes de oscuro pasado se mezclaban con las avanzadas nazis y con individuos tan hábiles como Rick, el dueño del local nocturno más popular de la ciudad. Una de las principales necesidades de la propaganda era crear una Francia distinta a la real. Los personajes franceses son el Capitán Renault y la mayoría de los clientes del café de Rick. Desde un principio, el capitán se muestra cínico pero no se identifica como un nazi; su actitud es aceptable, casi simpática, y demuestra la ambigüedad de la Francia no ocupada.
En esos meses, muchos europeos miraban con esperanza o desesperación hacia el continente americano, y Lisboa era el punto de partida más importante hacia nuestras tierras. Pero no todos podían acceder allí directamente, y así se formó una tortuosa ruta de refugiados: de París a Marsella, de allí hacia Orán a través del Mediterráneo; luego, por la costa de África en tren, auto o a pie, hasta Casablanca, en el Marruecos francés. Una vez allí, los más afortunados por el dinero, las influencias o la suerte obtenían visados para viajar a Lisboa, la antesala del nuevo mundo. Por eso en el film los salvoconductos en poder de Humphrey Bogart tenían tanto valor.
En los Estados Unidos, por su popularidad, Casablanca es conocida como “The Movie” (“La Película”). La “casualidad” hizo que estuviera lista para estrenarse el Día de Acción de Gracias de 1942, dieciocho días después de que las tropas aliadas llegaran a Casablanca. Lo mismo se puede decir del estreno oficial, el 23 de Enero de 1943, en plena conferencia de Churchill y Roosevelt desde… sí, ésa ciudad del norte de África. En la guerra, Casablanca fue uno de los tres puntos de desembarque de las fuerzas aliadas para la invasión de África del Norte.
Al final, el duro de Rick convence a su amada para que suba al avión, para que viaje con el marido, un hombre muy necesario en la lucha que el mundo libraba por la libertad. “Si no subes a ese avión, te arrepentirás. Quizás hoy no, quizá tampoco mañana, pero pronto y para el resto de tu vida”. Y está bien, total, siempre tendremos París…
Umberto Eco
En 1975, Umberto Eco afirmaba que “Casablanca” era una película muy modesta y reconocía que cuando se proyectaba en las universidades norteamericanas, los jóvenes alumnos subrayaban cada escena y repetían cada línea de sus célebres diálogos. Eso hizo que el semiólogo se preguntara cuál era entonces la fascinación que producía esa película. Aseguraba que el film es un folletín donde la verosimilitud psicológica es muy débil y los efectos dramáticos se encadenan sin mucha lógica. Y eso se debe, decía, a que el guión se escribió mientras la película se rodaba, por lo que nadie sabía si al final Ilsa se quedaría con Rick o se marcharía con Víctor.
La conclusión final de Eco: “Casablanca” es una suma de clichés, de tópicos argumentales y situaciones, de personajes incorporados al imaginario del espectador. Y “cuando todos los arquetipos irrumpen sin pudor alguno, se alcanzan profundidades homéricas. Dos clichés producen risas; cien, conmueven. El colmo de la banalidad deja entrever el edificio de lo sublime”.
Tócala tú….
Y sí, puede ser un sueño hecho realidad si se cuenta con el dinero suficiente. El piano usado para interpretar la mítica canción “As Times Goes By” de la película saldrá a la venta en Sotheby’s de Nueva York el próximo 14 de diciembre. La casa de subastas espera recaudar 1,2 millones de dólares.
El piano será puesto a la venta por un coleccionista japonés con motivo del 70° aniversario del estreno del filme en Nueva York, el 26 de noviembre de 1942. El coleccionista adquirió el souvenir de la cinta en una subasta en el mismo Sotheby’s en 1988 por 154.000 dólares.
En una de las escenas más famosas, Rick e Ilsa se apoyan sobre el piano mientras Sam, interpretado por Dooley Wilson, toca el piano y canta. Bueno, en realidad no tocaba el piano. Sam, el avezado pianista, sólo tocaba la batería en la vida real. Dooley Wilson era incapaz de interpretar las notas que ponían la música de fondo al idilio entre los protagonistas.
por Rosanna González Pena
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