Como si fuera la panacea frente a la crisis planetaria, la Unión Europea encabezada (cuándo no) por Angela Merkel planteó la pertinencia de un Tratado de Libre Comercio entre su grupo y Latinoamérica. ¿Libre comercio? Sí, claro. Ya pasó el tiempo en que cambiábamos toneladas de oro y plata por collares de vidrio.
Aclaración: defendí (y defiendo) la manera prolija, ordenada, razonable en que se fue construyendo la Unión Europea. Priorizando instituciones sobre liderazgos, manteniendo una línea sin caer en dogmas, atendiendo asimetrías, coordinando políticas monetarias, sacrificando lo individual en beneficio del conjunto. Una historia digna de ser tomada como espejo, hasta que entraron en el delirante circuito de la especulación financiera. No pudieron escapar a la tentación y comenzaron los “préstamos” internos, más orientados a endeudar al otro que a apostar por su crecimiento.
Así, cuando se produjo el estallido (2008) priorizaron el sistema financiero por sobre la productividad. Y dejaron caer estrepitosamente a socios pequeños (Portugal, Grecia) y medianos (España, Italia) para salvar al grande (Alemania), con el apoyo casi pasivo del segundo (Francia). El resultado es el que vemos: gente en la calle, desocupados, economías colapsadas, inestabilidad política (Merkel perdió dos regionales), incertidumbre presente y futura. Entonces, se les prendió la lamparita: si no le podemos vender a nadie (EEUU en crisis, África no tiene con qué, China es mucho más competitiva), queda Latinoamérica. Bajo sus parámetros, obvio; y ahora que son los europeos los que están en crisis. Así de simple. Así de dolorosa es la subestimación.
Brasil no va a hacer el papel de tonto”
Dilma Rousseff
No es la primera vez. Es la séptima vez que europeos y latinoamericanos se reúnen desde 1999 con la idea de enfrentar un inédito escenario de manera bi-regional con perspectiva global. Claro, cuando éramos nosotros los inestables, ponían condiciones durísimas para “hacerse acreedor” de su “ayuda” y abrir algunas (pocas) puertas a sus mercados. De hecho, en el ‘99 Europa y Estados Unidos eran los principales socios comerciales. Hoy día están China y “Asia-5” (Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Taiwán), que todos los años incorporan 25 millones de personas a la clase media, con lo cual demandan, por ejemplo, más energía y alimentos.
Cambio de libreto
Nos usaron lastimosamente en la Cumbre de Guadalajara (2004), convocada por Europa para que Latinoamérica forjara acuerdos de integración. El objetivo no declarado era hacer fracasar el intento del ALCA de los EEUU, en aquel momento muy en boga, habida cuenta de que en el 2005 debía tener una definición. Nunca pensaron seriamente en beneficiar nuestra producción, sólo querían empantanar el proyecto de su competidor económico; máxime, durante el gobierno del prepotente George Bush, que los arrastraba de una guerra a otra. Cayó el ALCA en Mar del Plata y los europeos no hablaron más del tema.
Ahora el escenario cambió (¡y cómo!). Todo análisis serio y profesional sabe muy bien que Europa actualmente no crece (apenas el 0,9% promedio, que es deficitario), que no genera empleos sino más bien los destruye (26 millones de ”parados”), que ha perdido competitividad porque el euro está muy caro en relación al dólar y el yuan, que está amenazada por la desintegración y que algunos Estados deben dos veces su PBI (se asustaban de nosotros cuando debíamos uno y medio). Hasta podría decirse que tienen una severa crisis de identidad (los “eurofóbicos” crecen de manera exponencial).
En los mismos análisis, y a pesar de problemas que sobreviven y no se pretende ocultar, América Latina aparece como una región dinámica, en crecimiento, con las cuentas relativamente ordenadas, con sectores sociales emergentes. Además, la región posee espacio fiscal para avanzar en protección social, baja deuda pública y una percepción pública de mejoramiento moderado (incluso, en las cifras de la oposición que algunos medios ocultan).
Entonces vuelven, en aviones en lugar de carabelas. Y en vez del Evangelio, traen un manual sobre Libre Comercio, entendiendo por ello que nosotros debemos abrir nuestros mercados para que ellos nos vendan de todo y logren reactivar su alicaída producción, aunque eso signifique mandar a terapia intensiva a la nuestra. Angela Merkel le ha dicho directamente a Mariano Rajoy: “España debe venderle más a América Latina”. Ahá, ¿a cambio de qué?
De una manera casi ofensiva por lo hipócrita, la Canciller alemana criticó severa y públicamente el “proteccionismo” argentino, amenazando con denuncias ante la OMC. Si hay algo que los europeos y los norteamericanos le enseñaron al mundo, y en lo que actuaron como maestros y ejecutores, fue: proteccionismo, subsidios y alteración del mercado, que nunca fue “libre” como declaran. Hartos estamos de lidiar juntos, Brasil y Argentina, en los foros internacionales para cortar esa política perversa que, cuando ellos la ejercen, parece que no es tal. Pero cuando lo hacemos los aborígenes del Sur, se vuelve pecado.
Por eso la presidente brasileña, Dilma Rousseff, se quejó sin vueltas de lo que considera una política monetaria alemana que perjudica la industria de los países emergentes. Y se despachó sin miramientos contra la economía especulativa y férrea que impulsa Merkel, advirtiendo que Brasil, como nación soberana, tomará todas las medidas necesarias para protegerse; le caiga como le caiga al gobierno alemán.
En dos palabras, Dilma Rousseff se plantó ante los países centrales, a los que acusó de proteccionistas (lo mismo de lo que ellos nos acusan a nosotros). También defendió la devaluación del Real para asegurar condiciones de competitividad. Es más, por boca de Guido Mantega, su ministro de Hacienda, les recordó que los países del Norte inyectaron nueve billones de dólares en la economía para salvar a sus Bancos. Y ante lo que considera una guerra monetaria, dirigió una advertencia muy clara: “Brasil no va a hacer el papel de tonto”.
América Latina aparece como una región dinámica, en crecimiento, con las cuentas relativamente ordenadas, con sectores sociales emergentes.
Cuidado. Eso no significa reconocer que América Latina, aun con los buenos resultados, tiene 110 millones de pobres, 75 millones de indigentes. El empleo sigue siendo precario, las desigualdades en ingresos se mantienen, las tasas de inversión están siete puntos por debajo de lo necesario; y las exportaciones continúan basadas en productos primarios, concentradas en pocas empresas. Comparando, América Latina tiene el 9% de la población mundial pero genera sólo el 8% del PBI. La UE, con el 7% de la población mundial, tiene el 26% del PIB. O sea, el ingreso por persona es, en promedio, más de tres veces superior en Europa, lo que de por sí marca una asimetría profunda en niveles de desarrollo.
Pero así como no se trata de darle la espalda con una neo-soberbia latinoamericanista, tampoco podemos aceptar a tranquera cerrada la propuesta, como pretende una Canciller alemana, a la que no le alcanza con llevarse Europa a la rastra y ahora quiere aparecer como su salvadora… Vendiéndonos a nosotros un acuerdo que le calza a ella como el zapatito de Cenicienta. Para nosotros, es la carroza cinco minutos antes de la medianoche; cuando nos queramos acordar, será un zapallo tirado por cuatro ratones.