Una suerte de rito sin sentido se repite una y otra vez en Mar del Plata en cada ocasión en que la tarifa del boleto plano debe ser valorizada por el Gobierno comunal: el actor de turno en el Ejecutivo debe rodearse de una parafernalia de palabras para justificar la modificación tarifaria, y la oposición debe hallar suficientes términos de crítica como para llamar la atención sobre su actitud, que no es otra que la defensa de los intereses de la clase trabajadora. Así se reparten los roles.
Hay inflación, no es un secreto. Los valores promedio se modifican a diario, y todo el sistema de precios sufre modificaciones de mayor o menor impacto. Frente a esta realidad económica, que nos incluye y también nos supera a todos, no ayudan las banderas rojas a las puertas del palacio, las chicanas en los medios imponiendo discursivamente un valor inferior al otorgado, sin ningún estudio serio que respalde la cifra, o la cita de una encuesta sin rigor alguno para apuntalar la posición.
Esta pasión por participar de la perorata sobre el valor de la transportación pública en la ciudad viene de antiguo. La falta de inteligencia y capacidad para hacer política hace que unos y otros corran para el mismo lado cambiando de camiseta según el rol que jueguen. Gustavo Arnaldo Pulti, en sus 18 años como concejal, se opuso, obstruyó y complicó cada aumento de tarifa. Fue el azote incansable del sistema, siendo el propulsor en buena medida de la idea colectiva que existe de que cualquier modificación a la suba esconde algo espurio.
Pulti y su ladero, el concejal Héctor Rosso, llegaron a colocarse cámaras ocultas en connivencia con un canal de noticias para demostrar que había corrupción en la modificación de la tarifa para el sistema de transporte. Y en aquella ocasión, se trataba de un aumento de diez centavos. Ahora Pulti envió e hizo aprobar un aumento de cincuenta y ocho centavos por cada viaje.
Nadie le ha hecho más daño a este sistema que los propios políticos que, como Pulti, actúan con impunidad verbal y operativa, sólo en la persecución de un minuto de visibilidad pública. Los mismos que salen a graznar por esta situación, parecen no ver el impacto del desplazamiento de los valores en la canasta básica, o el verdadero saqueo a la hacienda pública que implican los súper sueldos de los 125 funcionarios políticos que deben sus cargos a Pulti.
Mar del Plata afronta un momento crítico. Lejos del relato amañando del Ejecutivo, que miente esplendores que no están, Pulti pretendió meter mano en las cuentas de OSSE para pagar sueldos, ante el retraso de una partida girada desde Jefatura de Gabinete de la Nación. Pulti pretendía despojar a OSSE de veintisiete millones de pesos de su caja operativa: le llevó mucho tiempo y esfuerzo a Mario Dell ‘Olio convencerlo de que, de hacerlo, podrían terminar presos.
Esta desesperación se va a acentuar. Apareció, luego de años de silencio, el Sindicato de Trabajadores Municipales -que ya debe de haber colocado a cuanto pariente, querida o amiga no declarada habría en stock- para expresar que “son múltiples los problemas que hay con la municipalidad” .Vaya novedad. ¿Será 2013 el año de hacerlo público? Es un interrogante esencial en un año electoral.