Un estudio reveló que reduce el crecimiento tumoral al ser inyectada en los nervios circundantes.
La toxina botulínica tipo A, cuyo uso ya está establecido para la terapia frente a las migrañas crónicas, la espasticidad que acompaña a enfermedades como la esclerosis múltiple y el tratamiento estético de las llamadas arrugas de expresión, podría ser una nueva estrategia frente al cáncer de estómago, según un estudio publicado el miércoles último en la revista científica “Science Translational Medicine”.
El trabajo, llevado a cabo por investigadores del Columbia’s Herbert Irving Comprehensive Cancer Center, demostró en ratones que los nervios podrían influir en la disminución del crecimiento del cáncer de estómago, el cuarto tipo de cáncer más común y uno de los tumores con peor pronóstico, con una supervivencia de menos del 25% a los cinco años del diagnóstico.
“Los científicos llevan tiempo observando que las células del cáncer de estómago tanto en ratones como en humanos contienen y están rodeadas de muchos nervios y nosotros quisimos saber más sobre el papel de dichos nervios en el inicio y el crecimiento posterior del cáncer, en concreto, del gástrico”, explica el autor principal del estudio, Timothy Wang.
La aplicación de toxina botulínica tipo A no fue la primera estrategia analizada por los investigadores en el estudio publicado en la revista estadounidense. Antes de intentar inhibir el papel de los nervios farmacológicamente, los investigadores llevaron a cabo un procedimiento llamado “vagotomía”, para cortar dichas estructuras. Lo hicieron en tres modelos diferentes de cáncer de estómago en ratones y los resultados demostraron que la cirugía ralentizaba significativamente el crecimiento de los tumores e incrementaba las tasas de supervivencia de los ratones enfermos.
Además, se observó que si solo se retiraban las conexiones nerviosas de un lado del estómago, el cáncer continuaba creciendo en la otra dirección, lo que apoya la idea de la importancia de los nervios en el crecimiento tumoral.
El siguiente paso fue intentar repetir la hazaña farmacológicamente y para ello, optaron por la aplicación de toxina botulínica A. Una vez inyectado el fármaco en los ratones afectados, éste demostró ser tan eficaz como la cirugía a la hora de ralentizar el crecimiento tumoral.
“Los resultados del estudio demuestran que la denervación tanto farmacológica como quirúrgica suprime la formación del tumor gástrico”, escriben los autores en Science Translational Medicine.
Los científicos añaden un dato clave a la hora de estudiar su posible aplicación a humanos: que el procedimiento se mostró eficaz tanto en las preneoplasias como en tumores avanzados, con los que se reforzaba el efecto de la quimioterapia y se conseguían mayores tasas de supervivencia.
Aunque el estudio se ha centrado en tumores animales, la investigación tuvo también un componente humano, ya que se comparó la evolución de pacientes con cáncer de estómago que habían recaído años después de padecerla. De los 37 individuos afectados, a 13 se les había practicado una vagotomía como parte del tratamiento, mientras que a los otros 24, no. En los primeros, excepto en uno, el tumor volvió, pero no en las zonas donde los nervios habían sido extirpados. En el resto, el cáncer recurrió exactamente en la misma zona del estómago.
El equipo de Wang seguirá investigando la evolución del cáncer con esta novedosa aproximación. El próximo paso será estudiar la eficacia de la terapia dirigida a las estructuras nerviosas en combinación con otros tratamientos del cáncer, ya que los experimentos iniciales en ratones han demostrado que el bloqueo nervioso podría hacer a las células tumorales más vulnerables a la quimioterapia. De hecho, esta combinación incrementó hasta en un 35% la supervivencia de los animales afectados en comparación con la de aquellos tratados solo con medicamentos.