Berlín ve “inevitable” que Grecia deje la moneda única si Syriza gana los comicios. El presidente checo cree que debe ser expulsada de la Eurozona.
El Gobierno alemán ve “inevitable” una salida del euro de Grecia si el próximo día 25 gana las elecciones el partido izquierdista Syriza con su propuesta de reestructurar la deuda. El globo sonda llegó a través del semanario Der Spiegel, que añade que ese escenario sería, a ojos de Angela Merkel y sus más estrechos colaboradores, “manejable”. Los representantes de la cancillería no desmintieron la noticia.
“El Gobierno da por hecho que Grecia cumplirá con sus compromisos”, dijo ayer un portavoz oficial. La Comisión Europea dejó un lacónico no comment como única respuesta. Pero esa posibilidad vuelve a estar sobre la mesa en círculos académicos y ya cotiza en los mercados. E incluso hay socios europeos que hablan abiertamente de ello: “Grecia debería ser expulsada de la zona euro —pero no de la UE— porque entró con la estafa de la falsificación de las estadísticas”, dijo el presidente checo, Milos Zeman, al diario Pravo.
Alemania ya situó a Grecia muy cerca de esa tesitura en 2012, “tan cerca que la última puerta antes de la salida estuvo ante nuestras narices”, aseguraría más tarde el hoy presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Ya entonces las turbulencias sacudieron todo el continente, y con particular violencia a la periferia y a España. La calma solo volvió gracias al activismo del Banco Central Europeo, y después de que la propia Alemania se convenciera de que los costes de esa salida serían demasiado elevados. Berlín ha metido en el cajón los informes que hablaban de una depresión en Europa si la salida de Grecia del euro toma cuerpo —por el efecto contagio: las dudas acerca de otras posibles salidas y su traslación a los costes de financiación de la deuda pública en el Sur—, y vuelve a pensar que podría gestionar esa posibilidad sin sobresaltos. Al cabo, el PIB griego apenas supone el 2% del de la Unión. Los analistas, sin embargo, recuerdan que la deuda externa del país supera los 300.000 millones de euros. Buena parte de esa cifra está en manos de los socios europeos. Alemania posee 65.000 millones; España, en torno a 25.000 que, a este ritmo, pronto habrá que empezar a contabilizar en la casilla de potenciales pérdidas.
Ese es el riesgo; la caja de Pandora abierta durante el fin de semana con el objetivo último de presionar a los griegos en la antesala de las elecciones. El Gobierno alemán insiste en que, ocurra lo que ocurra el próximo 25 de enero, Atenas deberá atenerse a los acuerdos ya suscritos, lo que daría a un hipotético Gabinete de Alexis Tsipras un margen de maniobra muy reducido. “Si Grecia elige otro camino, será difícil”, dijo el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, la semana pasada. Muchos en Berlín interpretan el artículo, que el semanario atribuye a fuentes próximas al Gobierno alemán, como un paso más allá en la estrategia del miedo para evitar el triunfo de Syriza.
Es el caso del principal partido opositor, Die Linke. El presidente de la formación más izquierdista del Parlamento alemán, Bernd Riexinger, acusó a Merkel y Schäuble de tratar de desestabilizar a Grecia a través de “amenazas” a pocas semanas de las elecciones. Las críticas se han dejado oír incluso entre los socialdemócratas, socios de los democristianos en el Gobierno de gran coalición. “La CDU no debería inmiscuirse con amenazas en las elecciones democráticas de un país europeo. Me parece contraproducente”, lanzó el líder parlamentario del SPD, Carsten Schneider. Frente a los reproches llegados desde la izquierda y de economistas tan prestigiosos como Peter Bofinger —que alerta de serios riesgos ligados a la salida de Grecia del euro—, las filas democristianas aplaudieron la nueva muestra de dureza de Merkel. “Si los griegos no están preparados para continuar con el ahorro y las reformas deberán abandonar el euro. Comparto plenamente la opinión de la canciller y del ministro de Finanzas”, aseguró el diputado democristiano Michael Fuchs.
Y sin embargo no es la primera vez que Europa presiona a Grecia en el terreno democrático. Cuando el ex primer ministro Yorgos Papandreu quiso convocar un referéndum en 2011 sobre las condiciones del rescate europeo, Merkel, Sarkozy y Juncker le dieron un ultimátum: “Hicimos ver a Papandreu que su conducta era desleal”, dijo el hoy presidente de la Comisión. Cuando en 2012 Syriza ya estuvo cerca de la victoria, el espantajo de la salida del euro se agitó por toda Europa, y la Comisión incluso llegó a preparar un informe sobre cómo lidiar con eso. Dos años y medio después, nada ha cambiado. El rescate europeo no es precisamente un éxito: el paro era del 18% antes de la ayuda europea y ahora ronda el 25%; el PIB ha caído más de un 20% y la deuda pública ha pasado del 148% al 175% del PIB. Syriza cree que es inmanejable y que hay que aplicar una quita “realista”. Y Alemania quiere evitar a toda costa que actitudes como esa tomen cuerpo en otros países. Vuelve, en fin, la crisis del euro. Si es que alguna vez se fue.