La industria turística en Sharm el Sheij se tambalea.
Soldados egipcios encapuchados con el dedo en el gatillo de sus fusiles de asalto custodiaban este lunes el principal acceso al aeropuerto de la ciudad turística de Sharm el Sheij, a orillas del mar Rojo, convertido en fortín vallado en casi todo su perímetro. De su pista despegó el 31 de octubre un Airbus 321 con 224 ocupantes rumbo a San Petersburgo, hasta que se desintegró en el aire, presumiblemente a causa de la explosión de una bomba, según Estados Unidos y Reino Unido, mientras sobrevolaba aún la península del Sinaí.
La terminal de llegadas se hallaba a primera hora de la tarde de este lunes prácticamente vacía, mientras que en la de salidas se alineaban cientos de turistas ante unos estrictos controles de seguridad antes de embarcar.
“La temporada ya está arruinada”, reconocía Mustafá, un guía turístico de 34 años en un fluido castellano. “Los 20.000 británicos se han ido casi todos y los 80.000 rusos se van marchando más despacio, conforme concluyen sus estancias contratadas. Ahora nos quedaremos solos los egipcios y algunos visitantes del Golfo”, aseguraba en la recepción de un complejo hotelero con campo de golf en el que aún permanecía un puñado de visitantes occidentales entre grupos de mujeres con niqab, el velo que solo deja al descubierto los ojos.
Los servicios de inteligencia de Washington y Londres, el espionaje militar israelí e incluso los propios rusos, según fuentes de los servicios secretos de EE UU citadas por Reuters, sostienen que el Airbus sufrió un atentado con bomba. El Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) se atribuyó inmediatamente la acción terrorista. Moscú y El Cairo, que han abierto sus propias investigaciones, examinan ahora información con grabaciones de los satélites espía estadounidenses antes de pronunciarse oficialmente.
Tras los atentados terroristas contra el turismo de los noventa, Egipto tardó más de una década en recuperarse. Alcanzó cerca de 15 millones de visitantes en 2010, antes de que las turbulencias de la primavera árabe —que derivó en la caída del régimen de Hosni Mubarak, la elección del presidente islamista Mohamed Morsi y el golpe militar que lo derrocó, encabezado por el actual jefe del Estado egipcio, Abdelfatá al Sisi— redujeran a menos de 10 millones los turistas el año pasado.
Despliegue británico
Sharm el Sheij, con su animada temporada alta en otoño e invierno, se había convertido en el principal bastión de la industria turística egipcia. Ahora se tambalea a pesar del despliegue militar y policial. Un agente de seguridad de Air Egypt acompañó este lunes a los pasajeros del vuelo del mediodía entre El Cairo y la ciudad costera del Sinaí, después de haber efectuado un tercer control de identidad a pie de escalerilla.
Casi todo el pasaje del vuelo MS307 estaba formado por ciudadanos egipcios, como Leila, de 33 años, una ejecutiva comercial que revisaba sus notas a bordo camino de un congreso del sector metalúrgico regional. “Estaba organizado desde hace meses y todos los invitados árabes han confirmado su asistencia. La vida cotidiana continúa”, aseguraba, antes de volver a concentrase en sus papeles.
La checa Marianne, de 47 años y sus amigos (un británico, una alemana y un suizo), parecen la excepción a la regla. “Llevamos todo el verano trabajando muy duro en un hotel de Interlaken, en Suiza, y necesitamos descansar”, explica entre las miradas de asentimiento de sus colegas. “Nada ni nadie nos va a arruinar las vacaciones”, proclama Marianne, agotada después de más de un día de viaje. Ninguno de los cuatro parece dispuesto a perder los 1.100 euros que ha pagado por tres semanas en régimen de todo incluido en un hotel a orillas del mar Rojo.
David, de 43 años, y su familia se dirigían risueños a embarcar rumbo a Lutton, al norte de Londres. “Ahora está todo bastante organizado, pero durante el fin de semana esta terminal ha sido un infierno”. Han tenido que esperar 72 horas para obtener un billete de vuelta.
Para algunos será un regreso precipitado sin haber completado sus vacaciones. No se ve a ningún funcionario de Moscú asistiendo a los viajeros rusos. Al lado, hay cuatro asistentes con chalecos amarillos con la Unión Jack en la espalda. “Londres ha movilizado a 72 miembros de su personal diplomático de la región para esta emergencia. Yo he venido desde Arabia Saudí”, explica una empleada consular británica que, sonriente, declina identificarse.