El reclamo de los jueces del Tribunal Oral contra este medio fue desestimado en dos fueros, ya que el magistrado dedujo que no hubo falsedad en los dichos. Al contrario, se suman testimonios de que son bastante ciertos. Y hay que darlos a conocer, porque los amigos del juez no son lo mejor de cada casa.
Desde hacía tiempo, los jueces del Tribunal Oral Federal Roberto Atilio Falcone y Mario Portela intentaban sacar rédito económico de una supuesta difamación llevada a cabo por este semanario: adujeron que había una intención explícita de publicar hechos que los comprometían en su buen nombre y honor, y que ellos consideraban que se debía a la participación destacada que venían teniendo en los llamados Juicios por la Verdad.
Obviamente que el proceso siguió su curso, pero el juez del Tribunal Nº 12, Jorge Osvaldo Novelli, no encontró elementos de peso para aplicar la figura de la “real malicia”, que se comprueba cuando se publican hechos falsos a sabiendas de su falsedad, o bien mostrando una displicencia en comprobar o no su veracidad. Hubo, en este caso, una serie de hechos que se dieron a conocer a lo largo de esta prolongada historia, y que resultaron ser veraces. Hay otros que el juez consideró que no podrían sujetarse a este análisis, ya que se trataba de simples opiniones. La opinión está protegida por la ley argentina, que permite emitirla con total libertad, e incluso criticar hasta el hartazgo la tarea de cualquier funcionario público, aun de un juez. Por esa razón los jueces salieron de allí sin los 60.000 pesos que reclamaban, y debieron conformarse con el dinero que ya tuvieran.
Pero lo cierto es que si bien este semanario publicó elementos de peso sobre la trayectoria de los jueces denunciantes, y sobre las irregularidades de su tribunal, no fue el único medio que se ocupó del tema. Sin embargo, la demanda se dirigió a estas páginas, que fueron las elegidas para el reclamo civil suculento. El periódico Tribuna de periodistas (periodicotribuna.com.ar), por ejemplo, se ocupó de Falcone cuando dejó en libertad a seis narcotraficantes, porque habían sido detenidos en allanamientos nocturnos: argumentó el magistrado entonces que semejante intromisión a la tranquilidad del descanso sólo estaba justificada en ciertas situaciones. Pero no en ésta.
Luego se defendía de los ataques públicos diciendo: “En Mar del Plata hay muchos enemigos del Tribunal Oral que aprovechan estos fallos para criticarnos, pero no tenemos ningún proceso abierto en el Consejo de la Magistratura”.
No obstante, la vinculación del TOF con las drogas es vieja, y no comienza con esto. De todas maneras viene a cuento recordar que un distribuidor de drogas -que había sido detenido negociando con travestis- comenzó a dar información para mejorar su situación, y dijo suelto de cuerpo que las sustancias que vendía provenían ni más ni menos que de la bóveda del Tribunal Oral Federal. Esto parecía el contenido de una novela, pero no lo era: era la justicia argentina. Encima, casi desaparece toda la evidencia cuando el entonces secretario Facundo Capparelli se encargó de organizar una quema extemporánea del contenido del depósito, que se evitó justo a tiempo. Reaccionó el juez Jiménez, y ordenó un arqueo.
Algunos dicen que lo que arruinó la fiesta fue la denuncia de este medio, con lo cual habrán encontrado suficientes razones para el encono, y fundamento para esta especie de obsesión que manifiestan por saber de dónde obtienen los periodistas de este medio los documentos que fundamentan las investigaciones que aquí se publican. Lo cual es casi lo mismo que decir: ¿cómo se enteraron de la quema?
La cuestión fue que entonces se descubrió que en la bóveda había solamente una parte pequeña de lo que debía haber. En el TOF faltaban grandes cantidades de drogas, y el vendedor dijo que su provisión venía de un juez. Se la conseguía Walter Galván, el contacto, un policía custodio de la entrada a la bóveda, que había ingresado a la fuerza a los 35 años, y en ese momento tenía 40.
Los personajes del año
Pero estos jueces no aparecieron de la nada. Mario Portela hoy es juez del Tribunal Oral Federal, pero fue candidato a concejal por el Partido Justicialista en la lista de Herminio Iglesias, que sacó sólo el 5% de los votos. Fue abogado de Antonio Nicolosi, y se lo ha señalado como socio del concejal José Manuel Pico en operaciones inmobiliarias muy dudosas. Dicen que también fue abogado del supuesto narcotraficante Jorge Antonio.
Portela permaneció en el Poder Judicial durante la dictadura militar, y fue ascendido a secretario de Cámara en el año 1978 por sus méritos.
Por su parte, Roberto Atilio Falcone, que también es juez del Tribunal Oral Federal, fue anteriormente abogado del grupo pesquero de José Greco, un supuesto narcotraficante. Fue también abogado del Banco Patagónico en causas de evasión tributaria, fuero que es de competencia del Tribunal que actualmente integra, y sobre cuya materia no se registra ninguna actuación ni resultado, a pesar de haber más de quinientas causas en condiciones de ser pasibles de juicio oral. También fue abogado defensor del terrorista Juan Martín Ciga Correa.
Durante su gestión profesional, Falcone resultó ser defensor de numerosos evasores a la Ley Penal Tributaria, los cuales tenían relación directa con la actividad pesquera, cómplices del vaciamiento de la riqueza ictícola durante la gestión de Felipe Solá. Justamente se dice que fue él quien -junto con el entonces senador Antonio Cafiero- promocionó a Falcone para el cargo que hoy ocupa.
También está Facundo Capparelli, que fue secretario del Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, quien se había desempeñado como secretario de Eduardo Pettigiani en la Secretaría de Seguridad de la provincia de Buenos Aires y, a su pedido, nombrado en el Tribunal Oral. Es quien durante su último día de gestión como juez subrogante federal sobreseyó a Felipe Solá y demás funcionarios comprometidos con el vaciamiento pesquero denunciado por Roberto Maturana. Dicen que recibió como pago la postulación a juez del Tribunal Penal 4 de Mar del Plata formulada por Solá, a sólo 44 horas del sobreseimiento. Resultó ser el único procesado en la causa judicial por la desaparición de droga en la bóveda del Tribunal Oral Federal.
Por si fuera poco…
Claro que el tema del narcotráfico es gravísimo, pero siempre hay algo peor. Entre las cuestiones que el juez achacaba a este semanario -esos mismos hechos que él se encargaba de rechazar como una calumnia- estaba su relación con el terrorismo de Estado. Por un lado la defensa de Ciga Correa, responsable de al menos un homicidio: el de uno de los secretarios de Salvador Allende en Chile. Por otro, el contacto con el ex agente de inteligencia del Ejército argentino Ricardo Oliveros, hoy residente en España.
Pero mal que le pese al juez, la distancia no fue suficiente, porque Oliveros fue citado a declarar a través de un exhorto en calidad de testigo, y entonces confirmó aquello que se había anunciado: confirmó que fue agente de inteligencia de la Argentina hasta el año 2000, y que el famoso asado en el cual se lo fotografió junto al juez Falcone se realizó en su casa, donde el juez fue un invitado más.
Interrogado por la justicia española, Oliveros afirmó que Falcone sabía perfectamente de sus actividades, y que no le gustaban demasiado, porque sabía que el testigo podía obtener información sobre cualquier cosa. Y menos aun porque él le había señalado que un fiscal -Marcelo García Berro- era responsable de crímenes seriales: cabe recordar que el mencionado funcionario fue investigado por su relación con los asesinatos de prostitutas en la ciudad, sobre todo a partir de su vinculación con la desaparecida Verónica Chávez.
Este personaje, Ricardo Oliveros, se vincula a un oscuro pasado en la vida del juez, las épocas en las que integraba las fuerzas de Mario Cámara con el fin de encontrar un cargo de poder que tanto le quitaba el sueño. Pero el pasado no se borra, porque las fotos están, y Oliveros hace que la historia no desaparezca. Esta ciudad conoce al recordado agente de inteligencia por su habilidad para infiltrarse, agitar y hasta reprimir en diferentes manifestaciones sociales. Aparece publicado en la prensa por su participación en la toma de la catedral de Mar del Plata durante 1999 por parte de un grupo de desocupados, entre los que se encontraba Ricardo “Chacho” Berrozpe. Según el periodista, Oliveros ingresó al templo armado fingiendo ser parte del grupo de feligreses que reclamaban el desalojo, luego disparó en el edificio y ante las cámaras de televisión. Luego reclamó que a su hijo le habían tirado una piedra, y por supuesto terminó reprimiendo él mismo a los desocupados antes de la llegada de la policía.
El mismo Oliveros confirmó que, en aquel momento, el juez Falcone conducía un Mercedes Benz con patente de discapacitados. Y que sí sabía que el coche estaba a nombre de un tal Obiaño, un médico discapacitado de la ciudad.
Cómo lo iba a desconocer, cómo va a decir que no conoce a Oliveros. Acuérdese, Su Señoría, del muchacho de la casa de Marie Curie al 6651. Sí, ese que era de inteligencia del Ejército argentino. Ese que puso la casa para hacer el asado en el cual se comprometería a una serie de empresarios a apoyar su ascenso como camarista a través del senador Cámara. Sí, vamos, no diga que no se acuerda, mire las fotos. Dice Oliveros que había un poco de bronca porque él sabía que usted estaba lavando dinero ganado en Mendoza. ¿Será? El juez Falcone se ofende, pero es que él come asados con cada amigo…