Los restos, descubiertos en un campo de Río Negro en 2007, corresponden a un ejemplar que medía seis metros de largo; vivió hace unos 90 millones de años.
La Patagonia no deja de atraer la atención internacional. Esta vez no es por sus paisajes, sino por un nuevo hallazgo paleontológico: el esqueleto casi completo de un dinosaurio carnívoro de un linaje desconocido hasta ahora para América del Sur. Su “pariente más cercano” había habitado en África.
Gualicho es el nombre que eligió el equipo liderado por el paleontólogo argentino Sebastián Apesteguía para bautizar a este terópodo de dos dedos, de unos 90 millones de años y seis metros de longitud presentado ayer en el Centro Cultural de la Ciencia, en el Polo Científico Tecnológico de Palermo.
El hallazgo, publicado en la revista científica Plos One, fue hace nueve años en un campo rionegrino al borde del embalse Ezequiel Ramos Mejía, cercano a la localidad neuquina de Villa El Chocón.
Pero algunas dificultades, como la desaparición del esqueleto, postergaron hasta hace tres años el estudio de los restos, que estuvo a cargo del equipo de la Fundación Azara, la Secretaría de Cultura de Río Negro, el Museo Field de Historia Natural de Chicago y el Instituto de Dinosaurios del Museo del Condado de Los Angeles, Estados Unidos.
“Los dinosaurios del Cretácico superior de la Patagonia en general corresponden a dos grupos: los abelisáuridos, como el Carnotaurus, y los carcarodontosáuridos, que eran los predadores máximos y medían hasta 15 metros de longitud”, explicó Apesteguía, director del Área de Paleontología de la Fundación Azara e investigador del Conicet. En diálogo con LA NACION, agregó: “Ahora, luego de varios años de estudio, encontramos este dinosaurio con características anatómicas de esos dos grupos. Los brazos cortos, con dos dedos, parecidos a los del grupo de los abelisáuridos y el resto del cuerpo, a los carcarodontosáuridos”.
Entonces, el equipo comenzó a indagar más en la identidad de Gualicho y determinó que era muy parecido a otro carnívoro ya conocido en África. La escápula, el fémur y la fíbula revelan similitudes con el terópodo africano Deltadromaeus, de capas geológicas de la misma época, pero en la formación Kem Kem, Níger.
“No es una novedad que América del Sur y África estaban unidas. La novedad es que este linaje se desconocía para América del Sur y que su pariente más cercano vivía en África”, explicó Apesteguía a LA NACION. “Al poner todas las características de Gualicho en la matriz de datos vemos un parentesco con Deltadromaeus. Son distintos, pero hermanos. Esto, para nosotros, indica que son especies muy cercanas entre sí”, agregó el paleontólogo.
En la zona patagónica conocida como Formación Huincul hay rocas de unos 90 millones de años de antigüedad, cuando en el Cretácico superior convivían los dinosaurios herbívoros más grandes del mundo, como los titanosaurios, con los rebaquisáuridos más pequeños o los iguanodontes que corrían velozmente para escapar de los dinosaurios carnívoros, que incluían a los terópodos de tamaño mediano como Gualicho.
En 2007, Apesteguía y Peter Makovicky, de la Sección de Ciencias de la Tierra del Museo Field de Chicago, se embarcaron en una expedición al campo ubicado al borde del Embalse Ezequiel Ramos Mejía, en la provincia de Río Negro. Un equipo a cargo del paleontólogo argentino ya había recorrido el lugar hacía siete años. Entonces, había gran cantidad de huesos de dinosaurios y troncos petrificados. Cuando volvieron, en 2007, encontraron además dos esqueletos de dinosaurios herbívoros y excrementos fosilizados.
Para eso, trabajaron un mes y el esfuerzo valió la pena: la jefa del equipo de técnicos del Museo Field, Akiko Shinya, encontró el 13 de febrero de 2007 el esqueleto casi completo de este nuevo ejemplar austral. El nombre completo del dinosaurio es Gualicho shinyae. Con este segundo nombre -el de la especie- se buscó reconocer “las numerosas contribuciones paleontológicas” de la jefa preparadora de fósiles del museo de Chicago.
En cambio, con Gualicho, se recuerda a la diosa tehuelche Watsiltsüm, dueña de los animales y del viento materializada en los remolinos de polvo. Con el tiempo, se tranformó en una entidad que representa la mala suerte o una maldición. “Fue muy complicado poder estudiarlo finalmente y por eso elegimos Gualicho”, indicó Apesteguía.