Al influjo del extraordinario resultado electoral que llevó a Cristina Fernández a un segundo turno presidencial, surgió una verbalización, un concepto que quedó instalado y resignifica algunas acciones políticas cotidianas: el “vamos por todo”.
Instalada como idea fuerza, ofrece distintas variantes. Una de ellas es la que expresan Carlos Van Haubart, directivo del Colegio Nacional Arturo Illia, y su hijo Maximiliano, en el ámbito de esa institución. Hago expresa cita del joven porque él está intentando ser figura pública y se expone en consecuencia. Para ello usa un recurso trillado: se victimiza. Primero arguyó haber sido amenazado por padres que integran el Club de Padres del colegio, para luego lanzarse en una chirinada melindrosa en razón de haber sido incluido en la sección Malas Lenguas de la edición 808 de este medio.
“Maxi” lidera un grupo de jóvenes que propaga la mentira sobre el supuesto pago onerosísimo de un juicio a SADAIC, atribuyendo falsamente la responsabilidad sobre esta situación legal al club de padres. Su queja por la inclusión en la sección humorística de este semanario condujo a descaracterizaciones sobre mi persona en Facebook dignas de la peor propaganda nazi, sin dejar de mencionar las amenazas físicas. Un clásico, diría, así que muy lejos me deja del susto, pero no paso por alto el intento de amedrentamiento.
Habitualmente, quienes creen sólo en la razón de las bestias -la fuerza, diría Sarmiento-, al verse expuestos, avanzan con amenazas físicas y el uso de los resortes de poder para aislar a quien expresa en libertad una opinión sobre los acontecimientos tal cual sucedieron. Están tan acostumbrados a hacer lo que se les viene en gana, a conspirar y estigmatizar, que no soportan ser desnudados en su accionar público.
Desde la dirección del colegio convocaron al presidente del Club de Padres, Martín Tosini, pretendiendo que los padres firmaran una nota de apoyo a Maximiliano Van Haubart y otra de repudio a mi persona. Fue feo, dicen testigos habilitados: hubo gritos, llantos y voces en alto.
Muy lamentable, pero lo que está ocurriendo no es un tema baladí. El Club de Padres del IIlia es parte inescindible de la historia del colegio. La obsesión por dañarlo hasta hacerlo inviable sólo puede explicarse por la furia y pasión que los “nacionales y populares” sienten por el manejo de la caja. En cada ocasión que he expuesto la corrupción en las estructuras del Estado, surgen las mismas reacciones. En 1998, cuando desnudé la trama de robo a la Universidad Nacional de Mar del Plata con libranzas falsas, me trataron de “enemigo de la universidad pública”. Se exigió entonces, en reunión del Consejo Superior, que los temas de la universidad fueran tratados a puertas cerradas, secretamente, porque eran temas que “sólo podían comprender los universitarios (sic)”.
La plata robada nunca volvió a las arcas públicas. Y aquí es claro que hay algo de eso: desesperan por una caja que huelen, pero no pueden tocar. Y mienten. Van Haubart y su séquito “nac & pop” dicen tener conformada una cooperadora que asuma el manejo de estos temas. Es mentira. El 21 de febrero de este año, Van Haubart reportaba en su cuenta de Facebook: “A la Comunidad del Colegio Illia y de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Por este medio informamos que a partir del 21 de febrero del 2013, la Cooperadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata empieza a funcionar dentro del ámbito de nuestro Colegio. La responsabilidad para organizar la futura Comisión en nuestra Institución estará a cargo de la Señora Directora Mg. Alfonsina Guardia, el Señor Vice Director Prof. Mario Thevenon y El Señor Vice Director Prof. Carlos Van Hauvart “. Es decir, no tienen una cooperadora conformada a derecho, sólo buscan la caja. Y no dudan en hacer lo que haya que hacer para “ir por todo”.