A días de un feroz temporal que enluta el país, vuelve al tapete la incapacidad de los estamentos del Estado para prever hacia dónde va a ir el agua de lluvia. Los simples albañiles lo controlan en las casas que construyen. Los funcionarios no pueden prever cómo funcionará la ciudad que trazan.
Hay por lo menos 51 muertos como consecuencia de la inundación de La Plata, que se suman a los que dejó en avance del agua sobre Buenos Aires. Los expertos se han manifestado, para dar una visión que quite el tema del plano del del castigo bíblico apocalíptico. Parece fácil echarle la culpa a la fatalidad, cuando en general lo que hay es un funcionario que no previó el impacto ambiental cuando construyó: el agua siempre viene de alguna parte.
El titular de la cátedra de Hidrología de la Universidad Nacional de La Plata, Pablo Romanazzi, aseguró que la tragedia de la capital provincial se podría haber evitado, más allá de las características que tuvo la tormenta. Consideró que hubo una urbanización irresponsable y caótica en la zona durante los últimos años.
Pero por supuesto que su diagnóstico no es una ocurrencia nueva. Otros expertos del área ya habían advertido a las autoridades provinciales sobre las medidas que debían tomar para evitar una catástrofe, durante los estudios posteriores a las inundaciones que sufrió esa ciudad en 2002 y en 2008.
Quizá deberíamos parar con la presión inmobiliaria de querer urbanizar todo, y hacer las cosas responsablemente, al menos si pretendemos sobrevivir. Y en este momento, que aún la ciudad permanece libre de inundaciones graves, quizá sea un tiempo de comenzar a prever males mayores.
Desde hace tiempo, los vecinos del barrio Parque Luro se vienen oponiendo a la construcción de un plan social de casas que se financiarían a través de fondos de la Nación, en el predio comúnmente llamado Canchita de los Bomberos.
El terreno, limitado por las calles Florisbelo Acosta, José Mármol, López de Gomara y Ricardo Gutiérrez, ha tenido un uso histórico: el espacio verde en el cual los más antiguos habitantes de la ciudad recuerdan haber jugado alguna vez a la pelota. Un terreno apto para la absorción de las aguas de lluvia que hoy la municipalidad planea convertir en una mole de cemento, a la vez que procura convencer a todo el mundo de que, como tendrá jardines, no pasará nada.
Los pasos previos que habilitarían una construcción en regla desde el punto de vista urbanístico brillan por su ausencia: se comenzó a trabajar sin informe de prefactibilidad ambiental, y por supuesto sin el informe definitivo de tal impacto.
La historia
Parece fácil echarle la culpa a la fatalidad, cuando en general lo que hay es un funcionario que no previó el impacto ambiental cuando construyó: el agua siempre viene de alguna parte.
El arquitecto Roberto Cova estudió el origen del Barrio Parque Luro, y detalló que estuvo circunscripto al sector comprendido entre las calles Patagones a Pasteur, y desde Florisbelo Acosta a Strobel. Este predio perteneció a María Luro de Elissathe Chevalier, hija de Don Pedro Luro.
La familia Luro tuvo relación con el italiano Vicente Ferrari, a quien apoyó en sus estudios. Luego fue él quien se ocupó de la forestación de las dieciséis hectáreas anteriormente delimitadas; algunos de los añosos árboles que aún quedan fueron plantados por él, quien también plantó los frutales y la quinta que abastecía al Solarium, el Instituto Unzué, y varios hoteles.
Era este parque un lugar de atractivo turístico. En 1916, en el predio rodeado por las calles Acosta, Félix U. Camet y Liniers, se creó el Solarium de Mar del Plata. Obedecía a la necesidad de favorecer el tratamiento de la tuberculosis ósea en niños posiblemente de bajos recursos, al igual que el Hospital Marítimo. Pero en lo relativo al deporte, consta que el 25 de mayo de 1941 se fundó en el barrio el Club Argentinos del Norte, dedicado principalmente al fútbol. Casi simultáneamente, pero en el otro sector del barrio, comprendido entre las calles Río Negro a Constitución y de Patagones a Tejedor, surgió otro club llamado Villa del Parque. Era la actividad de la zona: asistir la salud y propiciar la recreación.
Por todo esto, el predio de la Canchita de los Bomberos evidentemente ha sido un espacio verde para toda la ciudad de Mar del Plata, donde se han desarrollado las prácticas de fútbol, yoga, actividades comunitarias, incluso lugar de paso de turistas que realizan actividades físicas en la zona, o que concurren a las playas del norte de la ciudad.
Pasaron los años, y en 1987 surgió el proyecto de generar allí un Centro de Convenciones. En la década del 90 se intentó la instalación de un parque de diversiones, el que se desechó gracias a la oposición de los vecinos. Ellos siempre han querido que se consolide el uso de espacio verde, convencidos de que un cambio traería daños enormes para el ambiente urbano del lugar.
Luego se quiso crear un Centro Cultural de Convenciones, y un hotel 5 estrellas. En función de este proyecto es que se definieron los indicadores urbanísticos específicos, y la Dirección Nacional de Bienes del Estado decidió vender los terrenos mediante una licitación. Lo trabaron observaciones del ex concejal Eduardo Salas, que solicitó mayores y más precisos elementos de análisis, cuando ya se sospechaba que un negociado podía llegar a deteriorar notoriamente el equilibrio de la zona. El entonces concejal Pulti dijo que prefería que ese macizo de tierras fiscales fuera primero transferido al municipio y que, a partir de allí y debate comunitario mediante, se decidiera el uso futuro de esos terrenos. El debate comunitario se lo salteó, porque en 2001, la Canchita de los Bomberos salió a la venta para viviendas por licitación pública.
Ya en 2009, el actual Gobernador de la Provincia de Buenos Aires firmó con el Organismo Nacional de Administración de Bienes (ONABE) la transferencia del predio para la construcción del Museo de Arte Contemporáneo, una obra de índole cultural que contaría con una inversión inicial de 5 millones de pesos. Durante todo el 2010, el intendente Pulti sostuvo que en el lugar se instalarían oficinas municipales. Se desalojó a familias que ocupaban el predio, y se difundió información sobre este proyecto de uso del lugar, para oficinas y espacio verde.
El negoción
La prefactibilidad ambiental determina la negación o afirmación del emplazamiento, y sólo en caso de que su resultado sea afirmativo le sigue la etapa de factibilidad ambiental.
Algo sucedió de pronto en junio de 2012: apareció el proyecto del Plan de Viviendas. La sociedad se resistía porque se perdería el uso histórico del predio, por lo que se instaló en el lugar una mesa para informar a los vecinos sobre el destino que se había decidido para el terreno.
Cualquiera que conociera la zona habría tenido en cuenta el enorme agravio que comportaría ese proyecto para el ambiente urbano del lugar: el colapso en materia de servicios que provocaría este proyecto. La comuna estaba haciendo lugar a la construcción de un plan con fondos de la Nación, sin solicitar previamente los estudios imprescindibles de impacto ambiental para la zona: allí entran en juego, por ejemplo, los desagües y el escurrido de agua de lluvia, los servicios urbanos y demás.
Para construir legalmente en la zona, el procedimiento previsto en el instructivo debería haber constado de dos etapas: prefactibilidad y factibilidad del proyecto en cuestión. Ninguna de las dos se ha realizado. La prefactibilidad ambiental determina la negación o afirmación del emplazamiento, y sólo en caso de que su resultado sea afirmativo le sigue la etapa de factibilidad ambiental.
Toda esta información permite a la autoridad de aplicación contar con una herramienta certera para la identificación del tipo y la intensidad de los impactos naturales o urbanísticos, según las actividades que se proponen desarrollar.
Los vecinos se dieron cuenta de que no se tomaba ninguna precaución. Por eso la asociación de fomento comenzó a pedir respuestas a la comuna, exigiendo que cumpliera con su deber de policía en lo ambiental. El pasado 8 de marzo de 2013, ante el silencio total respecto al trámite de prefactibilidad y la no contestación siquiera al requerimiento, los vecinos de Parque Luro concurrieron al despacho de Intendencia, con el fin de intimar a los integrantes del Ejecutivo comunal. No hubo respuesta.
La prefactibilidad, más allá de su requerimiento legal, permitiría saber si el emplazamiento del complejo de viviendas PROCREAR está o no ubicado en un lugar idóneo para alojar dicho emprendimiento. Por este motivo debió haberse realizado antes de avanzar en el procedimiento de licitación de obra, y no después. De haberse concretado, se hubiera sabido que el predio seleccionado para el emplazamiento del proyecto era totalmente inadecuado para alojar un barrio, por los enormes impactos ambientales urbanísticos que generará. La omisión del trámite que debió realizar la comuna provocará enormes daños al ambiente urbano, irreversibles en caso de consolidarse el proyecto en ese emplazamiento. La prefactibilidad se hace antes de invertir tiempo y dinero en la evaluación de impacto ambiental.
El amparo
Los integrantes de la asociación de fomento de Parque Luro se presentaron ante la Justicia de la mano de su representante legal José Esaín, con el fin de exigir a la comuna que suspenda las obras hasta tanto se determine la factibilidad ambiental, lo cual está lejos de suceder. Con este fin, los vecinos detallan que el uso histórico de la zona como espacio verde debe primar ante los requerimientos de la construcción, por más loables que sean los fines sociales de la construcción de las viviendas.
En la presentación para el pedido de amparo se indica: “Los espacios verdes públicos constituyen uno de los principales articuladores de la vida social. Son lugares de encuentro, de integración y de intercambio; promueven la diversidad cultural y generacional de una sociedad; y generan valor simbólico, identidad y pertenencia. Los gobiernos locales tienden a desarrollar estrategias para incrementar su oferta, para optimizar su mantenimiento, para mejorar la calidad de su equipamiento así como para potenciar su acceso público”.
Lo cierto es que, más allá de los requerimientos legales, nadie puede, sin un estudio previo, saber a ciencia cierta cuáles y de qué magnitud serán las consecuencias de que el enorme predio verde que hace de pulmón de la zona y de desagüe gigantesco para la absorción del agua, se convierta en un edificio. Nadie.
Quizá de esto hablen los expertos que miran la capital de la provincia bajo el agua. Quizá alguna vez alguien se olvidó de realizar los estudios de prefactibilidad. Quizá un intendente no abrió a tiempo la puerta del despacho cuando se le iba a reclamar que evaluara el golpe al ambiente que realizaban las obras de urbanización masiva.
Sólo queda esperar que un rapto de cordura llegue de pronto y la comuna observe, más allá de los grandes proyectos faraónicos, cuántos problemas podrá traer un playón de cemento. Sólo esperemos que no sea tarde para abrir el paraguas, porque ya llueve.