De Luis Buñuel se recuerdan sus películas, donde el sarcasmo entre claroscuros e imágenes en cámara lenta movían a personajes fastidiados que holgazaneaban mientras transcurrían sus hastiadas vidas de pequeños burgueses. Lejos de la clase media de hoy, de identidad más incierta, también hastiada… pero de otras cosas.
Clase media que uno podría preguntarse: ¿existe?, ¿se recuperó?, ¿o nunca desapareció? Porque los argentinos siempre se vanagloriaron de este sector poderoso y diferencial con el resto de Latinoamérica -salvo Uruguay-; pero durante una década se habló del peligro de extinción por deterioro de ingresos y ausencia de expectativas.
Algo que se le parece mucho, salió a las calles en Capital Federal (principalmente) y algunos otros centros urbanos a manifestarse políticamente… a favor de nadie. En eso coinciden los analistas como consecuencia de los diálogos mantenidos con quienes circularon en la histórica noche del 8 de noviembre. Gabriela Pouza fue una de ellas, y así interpretó el fenómeno social.
Noticias & Protagonistas: ¿Cómo vivió ese momento y qué conclusiones puede extraer?
Gabriela Pouza: Cabe rescatarlo como un despertar en la sociedad que es positivo. Y un primer logro, que nunca lo van a reconocer, fue sepultar el proyecto re-reeleccionista: la reforma ya no va y no lo van a remontar. De alguna manera eso quedó claro, pero oposición y oficialismo tienen la obligación de ver cómo sigue.
N&P: ¿Esperaba esta reacción del Gobierno, casi ninguneando el hecho?
GP: Sí claro, nos hubiera extrañado algo diferente. Supongamos que la Presidenta hubiera dicho que atendía los reclamos, que escuchaba y modificaría algunas cosas, ¿le podríamos creer después de tantas mentiras sistemáticas? Nos hubiera desorientado. Están reaccionando a lo “kirchneristas”, la misma metodología, el mismo estilo de confrontación: la lucha, crear un enemigo. Son coherentes, eso sí; pero antes era fácil tener de enemigo a las Fuerzas Armadas, incluso al clero, pero es más difícil con la clase media. Es un enemigo complicado, porque no se puede gobernar con un millón de personas en la calle.
N&P: ¿Usted cree que perdieron la calle?
GP: No tengo dudas, pero les cuesta admitirlo. Más allá de archivar la reforma, les cuesta asumir que perdieron la calle. En mayo del 2003 Kirchner recibió a los piqueteros en la Legislatura, prometiéndoles que la Casa Rosada era suya: quería conquistar la calle porque tenía sólo 22% de votos. Ahora el 10 de diciembre quieren hacer un acto, parece que hay que darle gracias a Cristina de que tengamos democracia, y que no nos reprimieron la noche del 8-N.
N&P: Como si hubiera padres o dueños de la democracia…
GP: Tal cual, nunca me gustó eso, tampoco con Alfonsín. La democracia existía de antes, no desde ahora, donde fue una conquista de todos. Tampoco pueden decir que no hay legitimidad en la propuesta porque no hay liderazgo. Supongamos que mañana salga la gente detrás de Macri, del sacerdote Piña, ¿qué cambiaría, si el mensaje y las necesidades son las mismas? Eso de no escuchar a la gente vale para el Gobierno y para la oposición, que quede claro.
N&P: Por un lado hay una crítica a la clase media como si fuera pecado pertenecer a ella; por otro hay quienes creen que estamos en la China de Mao y que les van a sacar todo. Falta un poco de equilibrio…
GP Es absurdo, ya ni siquiera identifican al enemigo: antes era la oligarquía, asociada a los militares. Ahora, convengamos, no me gusta la división social en clases pero, ¿qué pasa entonces con los pobres?, ¿no protestan porque están fantástico? No creo, me parece que es más bien para no quedar afuera del asistencialismo, si salen a la calle les quitan los planes. Y tampoco creo que haya sido la clase media la única que salió.
N&P: Además, son categorías del viejo marxismo mantenidas como un mantra.
GP: Por otra parte si la clase media es la que se moviliza, ¿por qué enfrentarla? De todos modos, insisto, respondieron de forma coherente a lo que son. Hace diez años que responden de la misma manera: niegan la inflación, niegan la inseguridad a pesar de que todos los días hay muertos que pasan como si nada, ni siquiera generan conmoción. Ante esto puedo discutir un precio, pero no un muerto; mi sobrino de 18 años ya enterró dos amigos.
N&P: Los argentinos nos chocamos con la democracia después de Malvinas. Lo de estos días son ejercicios de ciudadanía, por eso la preocupación del Gobierno de buscar un líder. Quizá recién en el 2013 se definirán los campeones para el 2015.
GP: Uno puede desconocer cualquier reclamo, pero cuando hay sangre hay que hacer algo distinto. Yo me pongo en esa situación, no me tocó en mi familia pero si a uno le niegan apoyo en la cara, se siente impotente. Y este Gobierno genera odio, que es un poco lo que buscan, dividir a la sociedad. No es tema de ir por todo de los dos lados. Pero es el juego de la democracia directa que planteó ella: nunca hizo reuniones de gabinete, los ministros no existieron en esta era; hay una realidad, ella habla de todo, anuncia un puente en una esquina, después habla de petróleo…
N&P: No nos olvidemos que la Presidenta, cuando era senadora, viajó a Francia con su marido, y reconoció que era bonapartista. Está publicado.
GP: Por eso digo que han sido coherentes, no me asombra haber llegado hasta acá. Es simple: un profesional serio que investigue verá que la gobernación de los Kirchner en Santa Cruz daba paso a todo esto. Era inevitable. Ahora, ¿cómo sigue? Creo que la gente dio un primer paso, que tendrán que entender el mensaje, y también la oposición, porque está muy perdida.
N&P: Ahora se le pone complicado a todo el mundo movilizar, porque es inevitable la comparación. En todo este escenario, falta quien se haga adulto y sea capaz de representar a la gente.
GP: Lo malo es que se instaló en la memoria que tuvimos muchos “iluminados”, predestinados a salvarnos. ¿O nos olvidamos que hace un tiempo atrás consideraban presidenciable a De Ángeli? ¿No pasó lo mismo con el obispo Piña en Misiones?, ¿no se habló hasta del rabino Bergman? Hay que tener mucho cuidado.