A partir de una técnica innovadora, denominada biosorción, investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA lograron bajar las concentraciones de zinc en efluentes industriales hasta valores permitidos por los organismos oficiales.
La contaminación del Riachuelo, una de las cinco cuencas más tóxicas del mundo, es un problema de varias décadas que sucesivos gobiernos no han podido solucionar, más allá de los organismos ad-hoc formados y hasta un fallo judicial de la Corte Suprema de Justicia que ordena su saneamiento.
Esta contaminación alcanza niveles críticos en los cursos medio y bajo del Riachuelo y tiene consecuencias directas sobre la salud y la calidad de vida de los habitantes de la zona. Años de imprudencia, abandono y desidia han convertido al río y a su zona de influencia en un ícono nacional de la contaminación e injusticia ambiental.
Los expertos describen a la situación actual como alarmante. En la zona afectada viven 5 millones de habitantes, de los cuales el 35% de la población no tiene agua potable y el 55% no posee cloacas. La Cuenca atraviesa 14 municipios e incluye a la Ciudad de Buenos Aires.
En pos potenciar la capacidad de los ecosistemas acuáticos para cumplir con sus funciones esenciales, y evitar la expansión de la contaminación, que deteriora nuestra calidad de vida y desarrollo social, un equipo de investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) probó con éxito una técnica novedosa, denominada biosorción, para sanear efluentes industriales contaminados con metales pesados en la Cuenca Matanza-Riachuelo.
Los trabajos, que incluyeron el uso de biomasa de microalgas, se concentraron en el zinc generado por la industria de la galvanoplastia y que conlleva graves problemas para la salud humana.
Tras lograr reducir las elevadas concentraciones de zinc presentes en los efluentes hasta los niveles permitidos por los entes encargados de su saneamiento, como la Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo (ACUMAR) y la Autoridad del Agua (ADA), el grupo conformado por docentes y graduados de la FAUBA busca llegar con esta tecnología hasta diversas industrias, con el objetivo de mejorara los tratamientos y disminuir el impacto en el ambiente.
Una industria con falta de control
El zinc (Zn) es un metal pesado que puede llegar al río como parte de los efluentes luego de ser utilizado por la industria de la galvanoplastia. Según la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, en la CABA y en el Gran Buenos Aires existen aproximadamente 600 talleres o empresas que realizan esta actividad. Muchas trabajan de un modo informal, sin ser controladas por los organismos oficiales, y vierten sus efluentes al conducto cloacal, pluvial o incluso directamente en los cursos de agua sin un tratamiento adecuado.
“Por eso, el zinc es uno de los metales pesados que suele aparecer en mayor proporción en el agua y sedimentos”, explicó Adelina Nashiro, quien llevó adelante la investigación para acceder al título de Licenciada en Ciencias Ambientales de la FAUBA.
Las muestras analizadas en el laboratorio de la cátedra de Química Inorgánica y Analítica de la FAUBA arrojaron concentraciones de más de 100 partes por millón de zinc en el efluente, contra el límite de descarga establecido por ACUMAR y ADA a conductos cloacales, que es de 5 ppm. Estos niveles no sólo constituyen un problema por los efectos tóxicos del metal, sino también porque se trata de un elemento no biodegradable.
“Los metales pesados que se liberan de las industrias metalúrgicas, y que contaminan el río, no se degradan”, indicó Agustín Rearte, docente de la cátedra de Química Inorgánica y Analítica de la FAUBA, quien dirigió la tesis de Nashiro. “Sólo podemos sacarlos del agua, disponerlos en un lugar seguro o reutilizarlos, en caso de que sean útiles”, agregó.
Estudios integrados
Los estudios de la FAUBA integraron distintos tratamientos de efluentes. El primero formó parte de otra tesis, de Mariana Ventura, también de la carrera de Ciencias Ambientales de la FAUBA, y apuntó a remover nitrógeno y fósforo de efluentes producidos por un frigorífico. Con la biomasa generada por ese tratamiento se avanzó en el estudio de Nashiro, para abordar los efluentes más agresivos, provenientes de la galvanoplastia.
“Para el trabajo de Ventura aislamos dos cepas de algas que tomamos de un arroyo de la cuenca, donde se vierten los efluentes de un frigorífico, contaminados con altos contenidos de nitrógeno y fósforo. Luego, aprovechamos la biomasa generada por ese tratamiento para darle un valor agregado y utilizarla en la remoción del zinc”, explicó Rearte.
Además, usaron dos tipos de fotobiorreactores a escala pre-piloto, instalados en el campo experimental de la FAUBA, donde obtuvieron la biomasa de las algas, y luego emplearon la técnica de biosorción como método de remediación. Esta tecnología permite retener los metales pesados sobre la superficie de la biomasa.
Óptimos resultados
Según afirmó Nashiro, la técnica resultó eficiente para el tratamiento de estos efluentes e incluso haría posible su descarga en el conducto cloacal, cumpliendo la legislación vigente. “Las condiciones óptimas de remoción de Zn del efluente fueron a pH 10 —es decir, alcalino— con una dosis óptima de biosorbente de 2 gramos por litro de biomasa. Se logró reducir desde una concentración inicial de zinc en el efluente de 230 ppm hasta los 5 permitidos”, detalló.
Rearte destacó que “la mayoría de los trabajos publicados anteriormente emplearon soluciones sintéticas que simulan una solución del metal a una concentración conocida y con un pH entre 5 y 7. En nuestro caso trabajamos con un efluente real y, después de evaluar la técnica propuesta en relación con diferentes pH, obtuvimos la remoción óptima del metal”.
“Creemos que aumentando la dosis del alga, en próximos ensayos podríamos incluso trabajar con efluentes con una concentración mayor”, sostuvo Nashiro. Y adelantó que ya están planeando aumentar la escala de las investigaciones desde el laboratorio hasta la cuenca del río, donde están instaladas las industrias. Además, conformaron un emprendimiento denominado AlgAr que está siendo incubado en la FAUBA. “La idea es aplicar en la industria la tecnología de biorremediación con la que estamos trabajando”, afirmó.