“El cónsul nos llamó un día después para decir que Clara había muerto. No sabíamos que iba a la Love Parade. “Los familiares de las víctimas recogen firmas en Change.org para presentarlas al Tribunal de Dusseldorf.
Fue una llamada desde Alemania la que detuvo la vida de los Zapater en Tarragona. Fue el anuncio del cónsul español en Dusseldorf lo que cambió por completo el rumbo de esta familia. Clara había muerto, dijeron al otro lado del teléfono. La hija de 22 años, estudiante de cuarto de psicología y de Erasmus en Münster, estaba entre las 21 víctimas mortales de la tragedia de la Love Parade. Murió asfixiada en la ratonera en la que se convirtió el túnel de acceso al recinto en Duisburgo donde se celebraba ese festival de música electrónica. Al colgar el auricular, aquel 25 de julio de 2010, el mundo de estos padres se paró. Hasta hoy.
Igual sucedió en el hogar de los Acosta, en Cambrils, a donde nunca volvió Marta, la otra fallecida española en aquella catástrofe. Ahora estos progenitores se han unido a la iniciativa lanzada por otros familiares de víctimas alemanas para recoger firmas (lo hacen desde la plataforma Change.org) y reclamar justicia, después de que el Tribunal de Duisburgo haya decidido dar carpetazo al caso y no celebrar un juicio. “Sabemos que las firmas no son vinculantes, pero sí muestran el sentir de la ciudadanía”, consideran.
La fiscalía había acusado a cuatro empleados de Lopavent, la empresa organizadora de la macrofiesta, y a seis miembros del gobierno de Duisburgo por cargos de homicidio imprudente y daños corporales, “pero la Justicia alemana, después de investigar cinco años y medio, va y nos dice que no hay indicios suficientes de responsabilidad ni garantías de que se pueda condenar a alguien. Sin más. 21 vidas perdidas que no son culpa de nadie. Es increbíble. El sistema judicial alemán ha sido una decepción enorme”, admite a EL MUNDO Francisco Zapater, padre de Clara, que ejerce como portavoz de las familias aquí. “A Alemania le ha faltado valor y agallas para meterse con el poder. Y esto es muy grave”, insiste.
Clara y Marta eran amigas y se habían ido juntas a hacer un curso universitario a Münster. El suceso ocurrió el 24 de julio, su última semana de Erasmus. “Mi mujer y yo íbamos a ir con el coche la siguiente semana a recoger las cosas de Clara. Estábamos contentos. No sabíamos que ella iba a ese festival, así que cuando vimos la noticia no nos preocupamos. Y al día siguiente sonó el teléfono. Era el cónsul”, recuerda Francisco, con la tristeza alojada en su garganta. “Es normal que hicieran ese tipo de planes. Iba un grupo de unos 30 españoles, todos llenos de vida”, dice sin darle importancia a que no supieran que Clara acudía a la Love Parade.
“Es inconcebible que digan que no hay pruebas”
“Sólo pedimos que se celebre el juicio y se haga Justicia”, explica. El siguiente paso de estas familias es acudir al Tribunal de Dusseldorf y, si ahí también les cierran las puertas, seguir hasta el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. “Pienso llegar hasta el final, porque la sensación que tenemos es que quieren echar tierra encima del asunto. No quieren un juicio porque aflorarían determinadas deficiencias que no quieren admitir. Las leyes alemanas son muy arcaicas, aunque parezca lo contrario”, añade este padre coraje.
Además de las víctimas mortales hubo más de 600 heridos. Alrededor de 1,5 millones de asistentes acudían al evento, con capacidad sólo para un tercio de ellos. Las autopsias revelaron que murieron asfixiadas por aplastamiento, pero no por caídas. “La presión que había en aquella ratonera hizo que se quedaran sin oxígeno. Y que ahora digan que no hay pruebas es inconcebible. Los chicos hicieron fotos y vídeos con sus móviles. Si una imagen vale más que mil palabras, aquí había miles de imágenes para valorar”, indica Zapater.
Ve cómo en España han sentado a varias personas en el banquillo para juzgarlas por el caso Madrid Arena, en el que murieron cinco jóvenes, y que en Alemania no hagan lo mismo “es desolador”, admite este padre, que reconoce que todos se han quedado sorprendidos y con mucha impotencia. “Hubo personas que priorizaron el lucro particular por encima de la seguridad de los jóvenes, los metieron en unos túneles angostos, sin señales ni nada. La tragedia podía haber sido además mucho peor. Claro que hay responsables. Nos falló primero el sistema de seguridad alemán y ahora su sistema judicial”, destaca enfadado.
Pero también quiere dejar claro su agradecimiento al pueblo germano. “Durante todo este tiempo nos han ayudado y nos han protegido”, admite. Ellos están unidos. Este fin de semana, unos 12 familiares de jóvenes que murieron en aquel túnel se reunirán en Tarragona. “Nos vemos periódicamente. Pasamos unos días juntos y eso nos consuela, porque a pesar de la barrera del idioma los abrazos y las miradas son importantes y nos reconfortan”, cuenta Francisco.
Clara estudiaba en la Universidad Autónoma de Barcelona. “Cuando ella iba de Erasmus a Alemania otra amiga suya se iba también becada a Estambul. Sólo temíamos por esta última. Y resulta que es Clara la que no ha vuelto”, recuerda como anécdota.
“Desde el 25 de julio estamos sin hija y sin consuelo. Lo único que nos queda es la Justicia”, zanja.