Recursos agotados, un dólar de exportación 40% menor a la cotización real del mercado, una presión fiscal que hace inviable la producción y la exportación, una profunda conflictividad sindical y costos portuarios fuera de toda competencia. La pesquería salió de la escena mediática, pero se viene un 2013 complicado.
El Gobierno nacional fue destruyendo las cámaras representativas de la industria pesquera, pudo disciplinar a los gremios que le podían resultar molestos alineándolos detrás de un proyecto supuestamente “nacional y popular”, y sometió a los empresarios del sector, siempre bien dispuestos a negociar todo aquello que les brinde un beneficio económico inmediato, muchas veces sin considerar los posibles efectos negativos para las generaciones futuras.
Pero el Gobierno nacional no es el único responsable de la actual situación pesquera. También lo son las autoridades provinciales, que se han manejado de forma imprudente y con total impericia en el sector, y asisten ahora a la diaria constatación del cierre de plantas y la consecuente generación de nuevos desocupados, con el consiguiente malestar social y renovada conflictividad.
En Santa Cruz se cerraron empresas pesqueras y muchas están en venta sin que aparezcan interesados en su compra. Inclusive Conarpesa ha suspendido las tareas y el personal en la planta de Caleta Olivia, y Puerto San Julián está desocupado y a la espera de una solución oficial. En la provincia de Chubut la industria pesquera está sufriendo un cimbronazo por la falta de rentabilidad, Harengus y Alpesca son ejemplo. En Río Negro, San Antonio muestra un panorama similar.
Lamentablemente, la situación de la pesca comercial no va a mejorar sola. Y sin duda tenderá a agravarse, ya que además de los problemas propios nos enfrentamos a un mundo que no colabora y a un clima cambiante que tampoco facilita las cosas. De todo esto conversamos con el presidente de la Sociedad de Patrones de Pesca, Luis Ignoto, abonado a nuestro medio en estos casos.
Noticias & Protagonistas: La última vez que hablamos hubo todo una movida por el tema de los gomones. ¿Cómo describe la situación general ahora?
Luis Ignoto: Difícil. A la mayoría de los empresarios pesqueros de Mar del Plata le pasa lo mismo que a sus colegas en otros ámbitos: aumento de costos en dólares, baja de precios en el mercado internacional, achicamiento de la rentabilidad, alta conflictividad gremial… Entonces lo que hacen es pensar en invertir menos, con lo que la variable de ajuste vuelve a ser la gente: se los despide, y ya.
N&P: Un abogado laboralista dice que casi día a día se firman acuerdos en la Subsecretaría de Trabajo en la Provincia, y que el nivel de cierres y despidos es muy alto. ¿Es tan así?
LI: Sí, es así. Si no hay producción o si los precios son muy bajos es un problema de mercados internacionales, se van cayendo muchos contratos y no sólo de merluza; entonces vienen los despidos. La pesca siempre tiene altibajos, pero ahora acompaña los problemas de todo el empresariado por las medidas que toma el Gobierno.
N&P: El Gobierno debería escuchar; reclaman cosas razonables, no están pidiendo nada extraordinario…
LI: Siempre se acercaron propuestas razonables; el empresario quiere funcionar bien, se juntan, solicitan, pero no se concreta nada, son siempre promesas que no se cumplen, la inflación carcome los salarios, los conflictos se agravan, es una rueda sin fin.
N&P: ¿Cómo sigue el tema del precio del combustible?
LI: Se pidió una quita pero se la comió la inflación, porque se tardó mucho en decidirlo. Entonces hoy las embarcaciones menores, pagan casi a precio de surtidor. Eso para los más chicos es grave y tiene doble importancia negativa. Uno pierde la posibilidad de explorar, antes el combustible ni se calculaba, era un costo menor, normal, entonces salían a buscar a ver si había pescado; ahora lo calculan, no quieren salir, por el riesgo de volver vacíos, lo que sumado al mal tiempo como nunca, merma las salidas.
N&P: Hablamos de pagar combustible a precio surtidor. ¿Cuánto cuesta llenar el tanque de una lancha amarilla?
LI: Unos 600 litros, y en el día se consumen 300 o 400 si uno sale a probar. Si no encuentra nada, se vuelve a pérdida. Se pierden unos 4.000 pesos de carga, demasiado para salir a ver qué pasa. Nosotros tenemos el recurso raleado en las 15 millas, la de las lanchitas. Este año la anchoíta la vimos por fotos, antes se pescaba casi en la costa. Las embarcaciones de altura iban a merluza, no a la costa, salvo los que iban a saladero. Pero ahora la flota mayor se tira a la costa, se anticipan a la zafra tradicional. Antes, en septiembre y octubre era una fiesta el puerto: primero anchoíta, luego caballa, mucho trabajo y mano de obra ocupada, había 55 fábricas conserveras, ahora quedan 5 que tienen acaparado el mercado interno, de las cuales una sola tiene barcos; hicieron bien los deberes, saben. Se mueven bien, sobrevivieron a las crisis; pero el resto, todo lo que hubo en los ‘60, desapareció.
N&P: Entre esos cinco hay algunos que tienen todo: barcos, provisión propia de combustible, procesan…
LI: Sí, uno de los problemas es la empresa integrada, la que tiene todo el círculo cerrado, entonces reducen costos y los proveedores son propios. La mentalidad es no pagar un flete, compran y con ese criterio actúan en todas las áreas que pueden. Se capitalizan y no dependen de nadie, ni del aumento de precios. En otros países como Chile, el trabajo está segmentado: si uno pesca no procesa, y viceversa. El que vende no puede hacer ninguna de las dos. Eso hace que en el primer escalón el pescador pueda hacer valer su producción. Acá el modelo se creó de otra forma y es difícil desarticularlo.
N&P: Se está volviendo un tema complicado el clima, ¿no?
LI: El meteorólogo Viera nos dijo que había mucho viento, que hace 22 años trabaja en la pesca con nosotros, y que los anticiclones corren más rápidamente; no hay alternancia de dos o tres días entre cuadrante y cuadrante: en menos de 24 horas cambia el viento. Antes estaba lo que llamábamos la “buena vuelta”, salía uno a pescar en el medio, pero ahora sopla de un lado y a las 12 o 24 horas sopla del otro. Son variables inmanejables pero agravan. Esto no es culpa de Cristina Kirchner, claro. Pero es contundente, sobre todo comparando con años anteriores.
N&P: ¿A qué lo atribuye?
LI: No se sabe, es general, sobre todo en el sur. Él viene todas las tardes y pone la pizarra para orientar a los pescadores, además de la información que proviene de Prefectura, el Wind Gurú, y cuando le preguntamos por el viento, él dice que es así y punto. Contra esto no podemos hacer nada, pero es año tras año más grave y menos predecible. Pasa en todo el mundo, y nosotros no somos la excepción.
Cualquier tiempo pasado…
…fue mejor. Pasado lejano, por cierto, porque más allá de momentos espectaculares como los que se vivieron entre los ´70 y los ´80, desde mediados de la década del ´90 ha habido crisis permanentes. La Sociedad de Patrones de Pesca, que es la que Ignoto representa, es la primera institución de pesca del país desde 1948; épocas en que esa sociedad de patrones tenía 300 embarcaciones. “El problema viene con los acuerdos con el exterior –relata el entrevistado, y aclara-: de todos los gobiernos, Alfonsín con rusos y búlgaros, los militares, los europeos con Menem en el ´95, que fue un espanto, porque entraron congeladores y factorías que hicieron desastres”.
Por aquel entonces las pesquerías extranjeras ya habían depredado la costa de Namibia, todo el caladero de Islandia, y hasta pretendieron ir por las aguas canadienses: fue cuando los españoles fueron corridos (literalmente) a cañonazos. La opción que les quedaba, rica por cierto, era la de las costas argentinas y la mejor manera de hacerlo era a través de empresas mixtas. “Los famosos joint venture –recuerda Ignoto- buscaban un representante nacional para que fuera al frente. Así quedaron…”. Se mantuvieron en el tiempo con fuerte apoyo político, y así fue como la merluza hubbsi, la principal especie argentina, empezó a desaparecer y a perjudicar a todos. “Antes el merlucero pescaba merluza, el costero iba a la costa y otros a caballa. Antes no se cruzaban, pero ahora sí, y fue decayendo desde 1995 hasta acá. La flota comunitaria vino subsidiada, fue un desastre”, recuerda el dirigente con preocupación.
Existe un informe sobre cómo traspasaron la sobrepesca: venían con barcos nuevos de astilleros europeos, construidos en un 50% a fondo perdido y el otro a 20 años con tasa Libor más 2%. Los barcos que ingresaron debían pagar impuestos, pero la DGI recibió orden de arancel cero en detrimento de la industria nacional. Eso descalabró todo el sistema.
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