Esta semana, el papa Francisco admitió que clérigos de la Iglesia católica habían abusado sexualmente de monjas y, en uno de los casos, las habían mantenido como esclavas sexuales.
Este último caso obligó a su predecesor, el papa Benedicto, a cerrar toda la comunidad en la que las monjas habían sido abusadas por sacerdotes.
Se trata de la primera vez que el sumo pontífice reconoce estos abusos sexuales, un problema que según dijo “aún perdura” dentro de la institución y que la Iglesia está tratando de combatir.
Rocío Figueroa y Doris Wagner-Resinger son dos religiosas víctimas de estos abusos cometidos por miembros del clero.
Ambas agradecieron el reconocimiento del escándalo sexual por parte del pontífice, señalando que, durante demasiado tiempo, había existido una “cultura de silencio y secretismo dentro de la jerarquía”.
En conversación con la BBC, las mujeres dieron detalles de cómo ocurrieron los hechos.
“Guía espiritual”: el testimonio de Rocío Figueroa
La doctora Rocío Figueroa es teóloga y profesora en Auckland, Nueva Zelanda, y sobreviviente de abusos cometidos por un cura en Lima, Perú, según le explicó a la BBC.
Figueroa dice que se unió a la sociedad de la vida apostólica dentro de la Iglesia católica cuando era joven y vivía en una “parte muy pobre del mundo”, porque sentía “que tenía que hacer algo”.
“Tenía 15 años y el fundador me pidió que tomara una dirección espiritual con un pastor, que se convirtió en mi director espiritual”.
“Después de meses en los que se ganó mi confianza, me pidió a mí y a unos jóvenes que trajésemos nuestra ropa de deportes para practicar yoga”.
“Después de algunas sesiones grupales, empezó con sesiones individuales. Luego me dijo que me enseñaría ejercicios para desarrollar… el autocontrol sobre mi sexualidad”.
“Yo era muy inocente, no tenía experiencia sexual previa. Y entonces él empezó a tocarme por todos lados. Yo pensaba -equivocadamente- que él era bueno y yo era la mala”.
“Sentí que era culpa mía. Me sentía muy culpable y desorientada”.
“Nunca me violó, pero definitivamente cometió abuso sexual desde mi punto de vista. La primera vez que me di cuenta de que era víctima de abuso sexual tenía 40 años”.
“La gente en la que yo confiaba, los que representaban a Dios, eran unos falsos”.
Figueroa dice que decidió hablar después de que el hombre que abusó de ella murió.
Dice que sintió que era importante denunciarlo porque en ese momento, él todavía era considerado como un hombre sagrado y un santo por la gente dentro de su comunidad.
“Vino a mi habitación por la noche, empezó a desvestirme y me violó”: el caso de Doris Wagner-Reisinger
“Antes de que me abusaran sexualmente me abusaron espiritualmente: no me permitían leer libros, ni hablar con nadie sobre asuntos personales”, le dice Wagner Reisinger a la BBC.
“Perdí la confianza en mí misma y me volví muy débil”.
“Después de cinco años en esta situación, (un miembro varón de la comunidad religiosa) empezó a acercase a mí cuando estaba trabajando sola”.
“Venía a mi habitación y se paraba al lado mío y me hablaba”.
“Eventualmente empezó a abrazarme y, en un momento, vino a mi habitación por la noche y empezó a desvestirme y me violó”.
“Fue un shock. Yo entendí lo que estaba por pasar pero no podía creerlo. Sabía que no estaba bien. Definitivamente no quería que ocurriera. Pero estaba totalmente convencida: él es un cura, esta es una comunidad sagrada, esto es imposible”.
“No podía entender que ocurrían abusos en este mundo, en este mundo perfecto en el que estaba viviendo. Me tomó años darme cuenta de que lo que estaba pasando era violación y de que podía hablar de ello”.
“Tuve una crisis de fe severa: mi primer impulso fue pensar eso, si hablaba, dañaría a la Iglesia, así que Dios quiere que me quede callada. Era intolerable”.
“No quiero pensar en esa clase de Dios”.
“Eventualmente encontré a otro cura en la comunidad con el que pude hablar y, gradualmente, nos enamoramos. Yo sabía que, si Dios existía… él me había enviado a esta persona, a alguien que me amaba”.
Doris Wagner-Resinger abandonó su comunidad religiosa en Alemania y dejó la vida religiosa en 2011.