La Corte Suprema de Justicia de Buenos Aires reconoció que los actores públicos no actuaron en tiempo y forma a pesar de las denuncias de Adriana García para evitar que su ex marido mate a sus dos hijos de 4 y 2 años: “nunca hicieron nada y me decían que era cómplice moral”, dijo en la 99.9.
Casi dos décadas después del crimen despiadado de sus dos hijos, en mano de su ex marido, Adriana García encontró aquello que había buscado todo este tiempo. La Corte Suprema de Justicia de Buenos Aires reconoció la inacción de los actores públicos cuando denunció la violencia que ejercía Ariel Bualo contra ella y sus hijos de 4 y 2 años. Reconocieron que podrían haber hecho algo para que el horror no sucediera.
“18 años después recibí la confirmación de lo que pensábamos en su momento, no estábamos locas”, dijo García en la 99.9. Luego abundó: “esperábamos todas las mañanas para ver si alguien nos pedía disculpas; el día después de que ocurrió el hecho recibí la notificación de que la causa se cerraba por falta de pruebas de que el denunciado era violento. La fiscal era María de los Ángeles Lorenzo”.
Fueron muchos años, muchos reclamos, denuncias y nadie tuvo la valentía de aceptar sus errores durante tantos años: “todos los días iba a mover el expediente, para que no se archivara. Nunca hicieron nada, estuvieron cinco meses denuncia tras denuncia sin hacer nada. Encima me seguían diciendo que yo lo había permitido, que era cómplice moral”, recordó sobre lo que debió atravesar por la tarea de fiscales inescrupulosos.
Adriana sabe que sólo con haber actuado en el momento justo, se hubiera evitado todo el sufrimiento que atravesó: “con que alguno lo parara, hubiese bastado con lo cobarde que siembre fue. Si se hubieran detenido un segundo, lo podrían haber evitado”.
La muerte de sus dos hijos de una manera absolutamente cruel, no fue el único dolor que le tocó atravesar. Por si hiciera falta alguna demostración más del accionar del sistema judicial, contó otra historia increíble: “cuando fui a pedirle el divorcio, no lo encontraba en ninguna comisaría. Cuando fui al Registro de La Plata me enteré que estaba preso bajo otro nombre y por eso no le llegaban las notificaciones. Pregunté el motivo de esa decisión de ponerlo bajo su apellido materno y con el segundo nombre de pila, la contestación fue que era por protección ante los otros presos. Me llenó de odio porque lo estaban protegiendo a él, pero nunca me protegieron ni a mí ni a mis hijos. Me siguió llamando por teléfono estando preso y la llamaba a mi mamá también. El sistema avala todas estas cuestiones”, dijo.
Los planteos que le hicieron durante el juicio, terminaron afectándola mucho y decidió iniciar una nueva vida. Hoy radicada en Buenos Aires y hasta con otro nombre (eligió vivir como Mabel García que es su primer nombre), recibe un bálsamo tardío a su dolor: “me tuve que mudar de Mar del Plata dejando a mis hijos ahí. La ultima puñalada fue la humillación más grande que sentí cuando me acusaron de cómplice moral. Me hizo replantearme si merecía estar viva”, finalizó.