Ann Coulter, la furia que inspira a Trump

Su primer campanazo se lo debe a los líos de faldas de Clinton. Ahora vive otra edad de oro con Trump. Pero cuando el magnate viajó hacia el extremo, Coulter ya estaba allí.

Ann-Coulter“Ann es una de las putas con cara de hacha más repugnantes y odiosas que hay”, declaró el cómico Jimmy Carr, y añadió: “No es demasiado tarde para cambiar, Ann. Te puedes suicidar”. Se lo espetó a la comentarista de extrema derecha Ann Coulter en un evento destinado a arrasar verbalmente a personajes escogidos. La comediante Nikki Glaser le dijo: “La única persona a la que harás feliz es al mexicano que cave tu tumba”.
Coulter aceptó ser el centro de la ira para patrocinar su nuevo libro, ‘In Trump We Trust’ (‘En Trump confiamos’), según la máxima de que “no hay mala publicidad”, confirmada una y otra vez por su ídolo, el candidato republicano.
La comentarista se ha convertido en la portavoz más furibunda de Donald Trump, ¿o es al revés? Dos semanas antes de que el magnate lanzara su campaña electoral con su propuesta estrella, levantar un muro con México, Ann Coulter sacaba su libro ‘Adios América: el plan de la izquierda para convertir nuestro país en un infierno tercermundista”, donde proponía, entre otras cosas, levantar un muro fronterizo.
Parece que Trump solo ha tenido que liderar una corriente que ya estaba allí: el mundo distópico de Ann Coulter. Abogada y escritora, Coulter tiene pedigrí para fustigar a los demócratas, que, en su opinión, quieren transformar el país en un “infierno tercermundista” o en un “pabellón de caridad”. Un historial impecable que va desde su infancia en un hogar republicano a sus pinitos en la prensa ultraconservadora. Su primer campanazo se lo debe a los líos de faldas del presidente Bill Clinton, material de varios libros y artículos, y ahora vive una segunda edad de oro gracias a Trump.
Los dos propagan ideas que, contra todo pronóstico, se han acomodado a una masa de votantes realmente enfadados con el rumbo del país. La idea del muro, las deportaciones masivas, la islamofobia, la cerrazón al resto del mundo y, en suma, el convencimiento de que la América mítica, exitosa, blanca, fuerte y cristiana se está deshaciendo por la presión de “culturas campesinas” que violan y matan con permiso de la élite progresista.
“Si quisieran enseñar a la gente las grandes cosas de América, un campus universitario es el último lugar adonde la enviarían. Hasta los musulmanes fanáticos no odian América como lo hacen los liberales”, declaró Coulter en 2002. En 1997 propuso un examen de alfabetización y fiscal para permitir votar. Este verano, cuando parte del ‘establishment’ republicano temblaba por la falta de respeto de Trump a la familia Khan, musulmanes que perdieron a su hijo, héroe de guerra en Irak, y que participaron en la convención demócrata, Coulter dijo que era otro eslabón de “la larga cadena de escudos humanos que los progresistas mandan para defender sus odiosas ideas”.
Esa constancia en el discurso diferencia a Coulter del resto de comentaristas proTrump, sospechosamente advenedizos, tertulianos que deben su estrellato al nombre magnético del magnate, como Jeffrey Lord, Adriana Cohen, Carl Higbie, Scottie Nell Hughes o Kayleigh McEnany. En junio de 2015, McEnany, por ejemplo, no daba ni un centavo por la campaña de Trump; según sus palabras, no era “un aspirante serio” y no acabaría ni entre “los cinco primeros”. McEnany, quizá, solo tuvo que ver los récords de audiencia y las colas a la puerta de los mítines para entender dónde estaba el filón. Pasó a defender a Donald Trump y hoy nunca falta en los debates de la CNN.

“Trump es una macho alfa real”

Cuando Trump viajó hacia el extremo, Coulter ya estaba allí, en los años noventa, y durante el 11-S, Irak, Bush, Romney. Sus citas trepan rápidamente hacia los titulares en este año 2016: el año de la polarización y de Donald Trump, gane o pierda. “Es atractivo, es alto, es desternillantemente gracioso”, un “macho alfa real”, dijo Coulter del millonario neoyorquino. “Ojalá hubiera un canal Trump donde pudiera verlo durante 24 horas diarias. No dormiría nunca”.
Porque también hay un componente estético en este mundo de piel naranja y cabelleras altisonantes. La melena larga de Coulter parece reflejar la pureza legendaria de su patria, el ondear del trigo de Montana, la arena resplandeciente de California; es alta y ascética, muy delgada; sus ojos azules de musa puritana capaces de helar el infierno y la cruz dorada sobre el escote bronceado completan la imagen de una verdadera garante de la Verdad derechista: el barco se hunde, y solo Trump puede enderezarlo.
A pesar de la sintonía entre ambos, Donald Trump ha flaqueado recientemente en la promesa más importante para Coulter: la mano dura con la inmigración. El mismo día que Coulter presentaba su último libro, el aspirante reconoció en Fox News que estaba dispuesto a “suavizar” su política migratoria. La polemista respondió: “Estoy empezando a preocuparme de que esté entrando en pánico y hablando con la gente incorrecta, porque está sonando un poco más como los candidatos que derrotó”.