“Cada cual atienda su juego”, decía la vieja canción infantil. Y esto, atender su juego, es lo que deberán hacer los candidatos ya consagrados de cara a las legislativas de octubre. En Mar del Plata, los resultados tal vez hayan sido más originales que extraños.
Las encuestas previas indicaban que las cosas podían marchar por los caminos que, en definitiva, recorrieron. Salvo por algunas pequeñas diferencias porcentuales, que marcaban el ingreso o no de las fuerzas en competencia a ese deseado podio del coeficiente mínimo para llevar representantes al Concejo Deliberante. Lo que de ninguna manera supone un logro menor. Si se encara la recta final “con un pie adentro”, el pedido al votante es positivo: “apóyeme y llegamos”. Si por el contrario, se queda en la puerta del número mágico (o directamente por debajo de él), hay que convencer al ciudadano de correr el albur de apoyar a un candidato que solo si las cosas cambian, ocupará la banca para la que se postula.
El domingo pasado, seis fuerzas políticas superaron el piso mínimo requerido. Y eso abre expectativas pocas veces recordadas para la elección que ya se viene. De repetirse en octubre el resultado de las PASO, el escenario de paridad puede hacer que las seis agrupaciones obtengan dos de los doce concejales en juego; o que una o dos de ellas consigan un excedente que les permita colocar tres “bingos”, y que otras tantas solamente puedan tener un edil como cosecha.
Una diferencia de cien votos a favor o en contra puede ser fundamental para la gloria o el infierno, si hablamos de un sistema de proporcionalidad tan anacrónico y perverso como el de la provincia. Pero más allá de eso, hay lecturas que los partidos y sus dirigentes deberán hacer para no equivocarse en sus decisiones inmediatas.
Saber leer, saber actuar
Acción Marplatense, si nos referimos a candidatos individuales, es el ganador de la votación. Por aproximadamente 2.000 votos, Alejandro Ferro fue el más votado. Y sin embargo, no todo es motivo de festejo en el campamento oficialista. Una cosecha de algo más del 16% es exigua comparada con elecciones anteriores, aunque aparezca digna para la primera oportunidad en que Gustavo Pulti no ve su nombre impreso en la boleta partidaria. Daría la sensación de que la gente le dijo con claridad al Intendente dónde es que no quiere que “el partido de la ciudad” se pare.
Es claro que el marplatense (viejo adherente a las expresiones locales, si de política se trata) no reconoce a este filo-kirchnerismo incipiente como uno de los valores que lo llevó a apoyar en tantas ocasiones a AM. La imagen final del domingo, con un escenario de festejo dominado por La Cámpora, no sirve por cierto para disipar los enojos del electorado independiente, que en esta ocasión no acompañó con su voto al que, no obstante, es seguramente el candidato más independiente que presentó el pultismo en toda su historia.
Ferro es un profesional esforzado, sin militancia política previa que se le conozca y dedicado de lleno a una profesión a la que entregó su vida. Y aun así, quedó ahí, presa de un “cristinismo” tan tardío como exagerado.
De acá a octubre, deberá aparecer todo el talento político del Intendente para leer con claridad el mensaje y buscar el camino de la reconciliación con un electorado que le acaba de recordar que, más allá de sus apoyos personales al proyecto político nacional de la Presidente, en Mar del Plata él representa la versión actual del viejo cuño localista de nuestra política. Craso error cometería Pulti si intenta reinterpretar o modificar ese sentimiento endémico de nuestros ciudadanos.
Vilma: alegría y desafío
Vilma Baragiola tiene mucho para festejar. En lo atinente a su partido, nadie podrá seriamente disputarle el liderazgo de la UCR por un largo tiempo. Lo suyo no fue un triunfo, fue una paliza.
Con más del 65% de los votos, la única candidata a la que las autoridades provinciales consideraron “indigna de llevar las boletas seccionales y nacionales”, se dio el lujo de movilizar un impresionante corte de boleta y, al final de la noche, de dar una lección de grandeza personal y de responsabilidad partidaria al recibir con los brazos abiertos a tanto farabute que desplegó esfuerzos por dejarla al costado del camino en las semanas previas.
Octubre se presenta ahora no como un simple escalón hacia un nuevo período en el HCD, sino como el desafío que hasta ayer nomás parecía muy distante: ganar Mar del Plata y plantarse como opción para el 2015. De su habilidad dependerá que los votos de las listas derrotadas -y algunos más de quienes, sin haber apoyado al Frente Cívico, están enojados con el oficialismo- pasen a engrosar el de por sí interesante caudal mostrado. Algo que, hoy, no parece demasiado difícil de lograr.
Arroyo ya es sistema
Carlos Arroyo ya no tiene más exámenes que dar. Después de tantos resultados positivos, y en la actual elección con características sorprendentes, debe aceptarse que representa a un sector del electorado que fija su atención en la honestidad y el orden por sobre todo otro valor.
Poco importa si puede o debe definírselo como “la derecha”, como suelen señalar despectivamente a los votantes del veterano docente sus críticos habituales. Sí importa comprender que un creciente número de marplatenses está exigiendo a los gritos transparencia y firmeza frente a los crecientes problemas de inseguridad y a cierto tufillo de corrupción que alcanza por igual a toda la clase política. Arroyo es el antisistema que poco a poco se ha ido convirtiendo en sistema. Y además, responde al crecimiento de toda una corriente que excede Mar del Plata y se está instalando aceleradamente en el país. Un número de argentinos que no necesita convocar dictaduras para sentirse con derecho a exigir que se termine una escala de valores permisiva, patéticamente garantista y siempre útil a todo tipo de delincuencia, ya sea violenta o de guante blanco.
¿Su desafío? No es menor: deberá convertir este sorprendente grado de adhesión personal en una fuerza orgánica, con una dirigencia mostrable y con capacidad de superar el voto castigo para comenzar a transitar el más difícil camino del voto propuesta. Ser, tal vez, eso que él mismo intenta no ser: un dirigente político en toda su esencia.
El hijo pródigo
El Frente Para la Victoria (versión “oficial”) tiene, por estas horas, motivos para festejar. Lejos quedaron aquellos ominosos casi treinta puntos que lo separaban de Acción Marplatense en 2011. Hoy, con poco más de 3 puntos de diferencia entre una y otra fuerza, la gente de Carlos Cheppi bien puede plantearse otro tipo de negociación con los arquitectos de las políticas nacionales y provinciales del sector político que representan.
Resultados en mano, saben que de aquí a octubre también ellos pasan a ser protagonistas de la recuperación. Y eso, para un oficialismo declinante, tiene un peso que hasta puede llegar a potenciarse por encima de la realidad. Claro que para lograrlo deberán ordenar la propia tropa, abrir las puertas de la participación a los sectores derrotados del espacio y “desperonizar” un tanto una conducción que, para muchos militantes, expele un tufillo demasiado “pejotista” al que no están dispuestos a aceptar.
Si Cheppi lo logra, la carrera recién empieza.
Colorado con capital propio
En el campamento de De Narváez todo debería ser sonrisa y felicidad. No solamente por haber realizado una elección más que buena, sino también porque ahora saben que esos votos cosechados son propios.
En 2009, el “Colorado” juntó en sus mochilas el apoyo de todos los que estaban enojados con Kirchner y su gente. Fue, por entonces, la expresión ganadora de un voto negativo que no quería la continuidad en el poder de aquella expresión autoritaria e intransigente que empujó al país hacia el infantil enfrentamiento con el campo, con todas las consecuencias que aquello trajo.
Hoy, ese papel lo juega Sergio Massa. Por lo tanto, los votantes que eligieron por los candidatos denarvaístas lo hicieron porque están convencidos de que por allí pasan las soluciones. Y muchas veces, en política es mejor ser el dueño del 10% de los votos que el “tenedor” de un 40% por un ratito.
Emiliano Giri, que seguramente estará en el Concejo a partir de diciembre, puede esgrimir como medalla propia el inexistente corte de boleta a su opción local. Para los votantes de ese espacio, el representante del sector en Mar del Plata es el joven empresario, y eso ya es suficiente para comenzar a desarrollar un liderazgo. Liderazgo que seguramente deberá mostrar con mayor intensidad en este tramo que va a depositarnos a todos en octubre. Pero es claro que tiene con qué hacerlo.
Massa se puso el techo
No fue una decisión feliz la de Sergio Massa elegir a Juan Garivoto para que fuese su mariscal en Mar del Plata. Seguramente, urgido por la falta de armado en muchos lugares de la provincia (y nuestra ciudad era uno de ellos), el Intendente de Tigre sumó lo que tenía a mano. En Mar del Plata, incorporó al veterano cacique peronista que muy herido había quedado tras su estrepitosa derrota en las PASO del año 2011 dentro del Frente Para la Victoria.
Pero resulta que para los lugareños, Garivoto no representa “la nueva política” anunciada por el ganador en la provincia, ni mucho menos. No se trata de una valoración moral del personaje, se trata de un ciclo cumplido en forma inexorable y que difícilmente pueda revertirse. Con un candidato casi desconocido como Cristian Azcona pudo, sin embargo, perforar el temido piso del 8,33%; por lo tanto, podría llegar a conseguir alguna banca en octubre.
Siempre que logre frenar el corte de boleta y superar el mensaje que tanto panfleto y cartel dejara en las calles de la ciudad: “Massa es Garivoto”. Tal vez, una mayor presencia del nuevo líder junto a sus candidatos y un prudente paso al costado de Juancito sirvan para evitar que muchos de esos votos vayan, a la hora de la batalla final, a engrosar (alianza mediante) otros campamentos electorales, como solía pasarle al PJ cuando Garivoto era su principal armador.
A buen entendedor, pocas palabras.