El salario mínimo será una realidad en Alemania a partir del próximo año. Para sacar adelante una medida que la canciller Angela Merkel criticaba durante la campaña electoral por considerar que perjudica al empleo, los socialdemócratas del SPD se han visto obligados a hacer algunas concesiones duramente criticadas por los sindicatos.
El acuerdo, cuyos últimos flecos se perfilaron durante esta semana para ser aprobado este miércoles por el Gobierno, supone un profundo cambio para los trabajadores alemanes peor pagados, que desde el próximo 1 de enero tendrán que cobrar al menos 8,5 euros brutos por hora.
“En Alemania hay demasiados ciudadanos que se ven obligados a trabajar a cambio de salarios demasiado bajos y que no se benefician suficientemente de la buena evolución económica. Esto perjudica la cohesión de nuestra sociedad y no debe continuar”, aseguró enfática la ministra de Trabajo e impulsora de la iniciativa, la socialdemócrata Andrea Nahles.
Para poder mostrar una victoria ante los suyos, Nahles ha tenido que aceptar una importante excepción: los parados de larga duración no se beneficiarán del salario mínimo en los seis meses siguientes a encontrar un empleo. La ministra pretendía reducir el número de personas que se queden fuera del salario mínimo, pero finalmente la excepción afectará al millón de parados de larga duración que hay en Alemania. El año pasado, 170.000 de estos desempleados encontraron un empleo. También podrán cobrar menos de los 8,5 euros los menores de 18 años sin cualificación y los becarios. La puesta en marcha del salario mínimo se hará de forma gradual a lo largo de los dos próximos años.
Los socialdemócratas marcan la agenda, pero no despegan en las encuestas
Las críticas a la norma vienen tanto de los sindicatos, que consideran que los socialdemócratas han cedido demasiado ante las presiones de sus compañeros democristianos de coalición, como de los empresarios, por justamente lo contrario. Frank Bsirske, líder del sindicato Verdi, considera “discriminatoria” la exclusión de los parados de larga duración. Con similiares argumentos disparó también contra el proyecto el partido de izquierdas Die Linke, convertido en líder de la oposición.
La patronal, en cambio, subraya los efectos perniciosos que el salario mínimo puede tener en el mercado laboral. El presidente de la Federación Alemana de Oficios, Hans Peter Wollseifer, aseguró que la decisión del Gobierno se trata de “un grave error”. Wollseifer considera “un falso cebo” pagar cerca de 1.500 euros al mes a un joven de 18 años sin formación que acaba de salir de la escuela. Los empresarios apostaban por llevar la frontera de los empleados sin salario mínimo hasta los 21, 23 o incluso hasta los 25 años. Pero la ministra Nahles se plantó y no aceptó esta reclamación.
La medida que el SPD presentó como un requisito sine qua non para firmar el pacto de Gobierno con los democristianos de Merkel puede tener un impacto importante. En Alemania Occidental, más del 10% de los trabajadores ganan menos del recién aprobado salario mínimo. Y este porcentaje se dispara hasta el 25% en el Este, según el Instituto IWH. Un estudio del Instituto Trabajo y Cualificación estima que en Alemania hay 6,6 millones de trabajadores por debajo de los 8,5 euros a la hora. Esto supondría que casi uno de cada cinco empleados podría beneficiarse de la nueva norma.
Con este paso adelante, los socialdemócratas colocan una —otra más— de sus propuestas en la agenda del Gobierno. Además del salario mínimo, Sigmar Gabriel y los suyos han impulsado un arsenal de iniciativas entre las que se encuentran la polémica reforma energética, la jubilación a los 63 años para los que hayan cotizado más de 45 años, el freno a los precios de los alquileres, las cuotas de las mujeres en los consejos de administración de las empresas y la doble nacionalidad para los hijos de inmigrantes. El problema es que este aluvión de reformas no parece traducirse en un respaldo creciente al SPD en las encuestas, sino todo lo contrario. Mientras, la diamantina canciller se beneficia. Es muy pronto aún para decirlo —el Gobierno lleva poco más de 100 días— pero algunos recuerdan ya el resultado que dieron las anteriores dos coaliciones de Merkel: ella salió fortalecida y sus socios de las dos últimas legislaturas —primero los socialdemócratas y luego los liberales— se desplomaron.