Arturo McFields, el embajador que se animó a denunciar a Daniel Ortega: “Pasé los 15 días más horribles de mi vida”

El representante del régimen sadinista ante la OEA sorprendió al mundo al romper en vivo con la dictadura durante una sesión de la organización. “Uno no puede dejar que el miedo sea más grande que el deseo de ver un cambio en Nicaragua”, dijo en diálogo con Infobae.

Antes de denunciar a la dictadura en el pleno de la OEA donde la representaba como su embajador, Arturo McFields pasó 15 días en zozobra y en silencio. No podía comentar su plan con ningún compañero de trabajo porque, no solo corría el riesgo de que lo delataran y despidieran como embajador antes de ejecutarlo, sino que ponía en riesgo a quien los escuchara, porque pasaría a ser tomado como cómplice.

“Pasé los 15 días más horribles de mi vida”, dice a Infobae, este hombre de 46 años, afrodescendiente, que fue nombrado embajador de Nicaragua ante la OEA en octubre pasado y este miércoles soltó una “bomba” en una sesión de la organización. “Tomo la palabra el día de hoy en nombre de más de 177 presos políticos y más de 350 personas que han perdido la vida en mi país desde el año 2018″, dijo, dejando boquiabiertos a todos.

McFields es periodista y quiere aclarar en esta entrevista que su incursión a la diplomacia no comenzó con el régimen de Daniel Ortega, sino con el Cuerpo de Paz de Noruega, en 2007, y que el año pasado terminó una maestría en relaciones internaciones en el instituto Séneca de España.

Explica también cómo Rosario Murillo funciona como “la Canciller” de facto en el servicio exterior nicaragüense y el papel de “agorera de malas noticias” que cumple la vicecanciller Arlette Marenco.

-¿Cómo se siente ahora después de soltar esa “bomba” en la OEA?

-Sentí que me quité un yunque del alma. Pase los quince días más horrible de mi vida, porque da la casualidad que la OEA no estaba teniendo Consejo Permanente, sino que sesiones especiales, donde solo se aborda un tema. Esos últimos 15 días no podía hablar con nadie porque a la persona a quien yo le abriera la boca inmediatamente la estoy poniendo en peligro. Porque le dirían: vos supiste y no dijiste nada. Tuve que guardar un silencio sepulcral, porque si yo comunicaba a alguien lo que estaba pensando hacer esa persona podía caer presa o ver complicada su vida. Cualquier cosa que dijera me podía desbaratar el plan que ya tenía. Un comentario mal dicho y me quitan el cargo de embajador y se acabó, no hice lo que tenía que hacer.

-¿Por qué decidió hacerlo, así como lo hizo, públicamente, en una sesión de la OEA?

-Porque creo que de algún modo mi ejemplo puede ayudar a motivar a miles de funcionarios públicos que todavía están en el gobierno, que tienen miedo. No lo dicen, pero lo comentan en los pasillos, en reuniones privadas. Y estoy hablando de servidores civiles, militares y policías. No creas que solo son los diplomáticos.

-Entiendo que usted tiene una vieja amistad con Rosario Murillo.

-No, no soy tan viejo para tener una vieja amistad con ella.

-¿Cómo es que llega a hacer un reportaje de la casa de Daniel Ortega y Rosario Murillo? Ellos son cerrados con su casa.

-Yo escribí un correo a la Secretaría (del Frente Sandinista) solicitando una entrevista con una propuesta navideña, algo fresco, novedoso. La pedí solamente yo, pero a la hora de llegada ella invitó a 20 periodistas. Llegué tarde y le dije: Yo le había hecho una propuesta de una entrevista, pero usted invitó a todos los medios. No importa, me dijo, aquí podés hacer la entrevista. Te daré dos minutos porque tenemos que ir a la vela del padre de monseñor (Leopoldo) Brenes que había fallecido esa noche. Esos dos minutos se hicieron trece minutos.

-¿Su padre fue amigo de Rosario Murillo?

-Mi padre fue amigo de Carlos Mejía Godoy, fue amigo de Rosario, y fue amigo de otros pintores y ellos en esa época (años 70) fundaron el movimiento Gradas. Pero mi padre es mucho mayor que Rosario y Rosario es mucho mayor que yo, así que no puedo tener con ella una vieja amistad.

-¿Mantuvo el contacto con Daniel Ortega y Rosario Murillo?

-Desde el día de esa entrevista yo nunca más volví a hablar con Rosario hasta el día que se me nombra embajador, que fue en octubre del año pasado.

-¿Quién lo propuso para embajador?

-No me propusieron, sino que las condiciones se dieron porque el embajador (Luis Alvarado) fue despedido y al despedir al embajador que estaba me dijeron: “Te vamos a nombrar interino, igual que tu antecesor, que era interino”. Pero de alguna manera me gané la confianza de Rosario con mi desempeño y me dijo que me iba a nombrar embajador extraordinario, no solamente interino.

-¿Cómo entra al servicio diplomático entonces?

-En noviembre del 2010 el embajador (Francisco) Campbell me citó porque sabía que yo era costeño y él tenía la visión de transformar la embajada que había liderado Arturo Cruz en una embajada con un cariz más afrodescendiente para hacer una conexión con el nuevo presidente de Estados Unidos, Barak Obama, que también era afrodescendiente. El embajador Campbell es el primer embajador afrodescendiente de Nicaragua en Estados Unidos.

-¿Como vio desde su posición las protestas del 2018?

-El estallido de la crisis en Nicaragua se da mientras yo estoy en Washington. Entonces yo no tengo plena conciencia de lo que está pasando, aunque algo que me impresionó fue la muerte del periodista Ángel Gahona. Yo me manifesté en su momento y le dije al embajador Campbell: esto no está bien. Pero luego me dijo: no, si Ángel Gahona era sandinista. No fue asesinado por la Policía, fueron los otros quienes lo hicieron porque él era simpatizante del sandinismo. Bueno, dije yo, fue así. Y como estoy aquí no tengo información de primera mano, lo único que tengo es la información partidaria que se maneja. En 2018 se muere mi mamá, en septiembre. Cuando voy a Nicaragua a enterrar a mi mamá, solo estuve tres días y me regresé. Sin embargo, oí las historias personales de mucha gente que yo conocía y eso me cambia la perspectiva, porque ya no es la noticia que veo en Estados Unidos, sino gente que conozco y gente que yo he respetado mucho. La represión fue por niveles. Había niveles que vos te los explicabas, y decía: Ok, puede ser. No lo creo, pero puede ser. Pero la última ronda de represión incluyó los cierres de ONG, las universidades y los arrestos de todo mundo. Empezaron a arrestar a todo mundo ya descaradamente, sin ningún motivo.

-¿En qué momento entra en crisis y dice “ya no puedo seguir más”?

-La crisis comenzó desde 2018 pero fue muy leve. Después de que el Frente Sandinistas gana (las elecciones de noviembre) había la promesa de que venía un diálogo, que todos los presos políticos iban a ser liberados, de que venía un tiempo nuevo, y cuando no se cumple esa promesa, yo dije, esto ya perdió sustento ideológico. No hay ideología que sustente la muerte de una persona. Luego de una paliza moral ante la OEA, nos convocan de emergencia a una reunión en Cancillería con tres asesores presidenciales y un asesor jurídico de la Cancillería. Creí que era para enmendar errores, pero de lo que se trataba era de salirse de la OEA. O sea, no cambiar, sino llevar la radicalización a un nivel de “no me importa nada”. Yo dije: ¿por qué no buscamos una situación más diplomática? ¿Por qué no liberamos a unos 20 presos con enfermedades crónicas y liberamos a unos 20 presos comunes y de alguna manera damos la sensación de un gobierno sensible ante las causas humanas? No perdemos nada con liberarlos porque están mal de salud, más bien es un acto de inteligencia política. No vamos a vernos débiles, vamos a vernos sabios y fuertes. Y me dicen que no van ni a tomar nota de mi comentario porque puedo quedar desempleado y porque a la derecha entre más se le da, más quiere. Y después de ese día tuve miedo, porque dije: metí las patas porque esto significa que quedé como sospechoso. Eso que yo dije, ahora está teniendo consecuencias porque están reclamándoles por qué no tomaron nota de lo que dijo Arturo, si desde ese momento era sospechoso.

-¿Es probable que castiguen a esas personas por no reportarlo?

-Oh sí, sí. Les van a decir: ustedes vieron que el hombre dio señales de lo que traía por dentro y no lo reportaron.

-¿Sus intervenciones n la OEA, las escribía usted o alguien más?

-Lo que dije en mi discurso fue ponernos la camiseta, fingir y repetir consignas.

-Los discursos son repetitivos. ¿Hay alguna orden para eso?

-Nada sucede al azar.

-¿Tiene que ver Rosario Murillo con esos discursos?

-Sí. Sí, sí, es que ella es la encargada del servicio exterior. No hay nadie más encargado del servicio exterior.

-¿Ella llama directamente?

-Yo hablé con Rosario cuando fui nombrado embajador. Yo nunca hablé con el canciller. En mi relación de trabajo mi canciller es Rosario. Y la encargada de hacer las labores de ejecución política es Arlette (Marenco), la vicecanciller. Ella es la mano de la compañera. Ella es la que le dio el mensaje directamente al purpurado (Nuncio), el enviado del papa. Cuando Arlette habla, está hablando Rosario. Eso no se cuestiona, ella es la mensajera. Cuando hablás con Rosario es que todo va bien. Cuando ya Rosario no te quiere hablar y te manda a la Arlette, es que las cosas están empezando a ir mal. Sostener un acercamiento con ella no es buena noticia. Ella es agorera de malas noticias.

-¿Qué va a ser de la vida de Arturo MacField de ahora en adelante?

-Yo no soy importante. Lo que hay que preguntar es qué va a ser de la vida de los que están presos en el Chipote. Yo estoy hablando lo que estoy hablando porque hay una gente presa que me conmovió el alma. Me conmovió la muchacha Tamara Dávila. El relato de su hija me hizo llorar porque tiene cinco años igual que mi hija. ¡Nueve meses sin poder abrazarla! ¿Qué ideología, qué estrategia política, va a sustentar eso? Me quebró.

-Ya hay quienes tras su denuncia han comenzado a decir que hay pago de por medio, que este es un trabajo de inteligencia de la CIA, y cosas así.

-Solo te puedo decir que mañana vamos a ver cómo le echamos más agua a la sopa para que ajuste. A partir de hoy soy un desempleado que no tiene permiso de trabajo en Estados Unidos. No tengo permiso para ganarme la vida. Estoy en una especie de limbo jurídico porque, aunque el gobierno ya dijo que tiene un nuevo embajador ante la OEA, ese embajador no ha presentado cartas credenciales. Para que alguien llegue a ser embajador en la OEA tiene que haber un proceso. Llega con las cartas credenciales y con La Gaceta, diario oficial. Luego a mí me tienen que desacreditar en el Departamento de Estado y acreditan a la nueva persona. Hasta el día de hoy en la página web de la OEA estoy yo y en el Departamento de Estado estoy yo

-Técnicamente sigue siendo el embajador de Nicaragua en la OEA

-Técnicamente. Pero en la realidad soy un desempleado que no tiene siquiera la capacidad de ir a trabajar porque no tengo permiso. Lo que me ayuda es que mi esposa tiene trabajo, ella trabaja en su profesión en el Washington Hospital Center. Ahora soy marido de dominio y mantenido.

-¿Teme que le suceda algo a usted o su familia?

-Tuve miedo cuando hablé, y tengo miedo ahora. Tengo miedo porque sé cómo es la cosa. Pero uno no puede dejar que el miedo sea más grande que el deseo de ver un cambio en Nicaragua. A mí me inspiraron los presos políticos. Esa gente es la reserva moral que le queda a Nicaragua. Nos están dando lecciones a todos. La gente del gobierno se está yendo, está huyendo. ¿Por qué se van callados? ¿Por qué no hacen una declaración firme? Son gente que tiene bienes. Yo no tengo nada. Hay mucho funcionario grande que ha salido del gobierno y se han salido calladitos para no perder sus bienes y poder regresar al país.

-Otro reclamo que hacen los críticos de su acción es por qué recién ahora.

-Yo me quedé en el gobierno porque tenía la lejana esperanza de que las cosas cambiaran, pero se me cerraron las puertas. Yo tuve que hablar ante 34 estados y ante el resto del mundo ahí. Y pongo en riesgo mi vida y la de mi familia. Lamento mucho la actitud de México en la OEA. Su silencio los hace cómplices. El presidente López Obrador esta siendo una gran cómplice.

-¿Argentina?

Hubo países que callaron hoy en la OEA y eso fue un acto de cobardía. Los países grandes tienen un gran compromiso moral. No son países pobres, son países que producen petróleo, oro, tienen recursos y su silencio los hace cómplices. Hoy tuvieron una oportunidad de lujo de romper el silencio y tener un posicionamiento. Los países que callaron en la OEA no solo son cómplices, sino que están dispuestos a convertirse en dictaduras y por eso callaron.