Durante el 2012, los líderes de la Unión Europea llevaron adelante cinco cumbres y dos reuniones informales, con agendas enfocadas en la contención de la crisis de la eurozona y en el fortalecimiento de la integración del bloque. Al finalizar el año, los resultados no son alentadores para ninguno de los frentes.
Después de varios encuentros en 2011, todos ellos considerados como “la última oportunidad” para salvar al euro, el año que termina comenzó con cierta frustración en el ambiente. Bajo ese halo pesimista se convocó a una reunión fuera de programa el 30 de enero de 2012. Allí, el eje franco-alemán encabezado por el entonces presidente Nicolás Sarkozy y la actual canciller Ángela Merkel, insistió en el pacto de austeridad presupuestaria que impone severas medidas de ajuste a todos los países del bloque.
Varias voces se levantaron para expresar que este tipo de medidas conduce a una reducción del consumo, contrae la economía y causa recesión. Y pusieron como ejemplo lo ocurrido en Grecia, donde dos importantes paquetes de rescate entregados a cambio de sumar políticas de ajuste, en lugar de resolver el problema, no hicieron más que agravarlo.
A pesar del rechazo popular, la dupla Merkel-Sarkozy, o “Merkozy” como la bautizaron los medios de comunicación, logró en la cita semestral de principios de marzo que los 17 miembros de la zona euro firmasen el acuerdo. El tratado obliga a los firmantes a mantener el déficit fiscal por debajo del 3% del PBI y una deuda pública no mayor del 60 % de este indicador, bajo pena de sufrir sanciones económicas automáticas. Otros ocho países de la UE se mostraron favorables a adherirse; sólo el Reino Unido y la República Checa estuvieron en contra.
Vientos de cambio rondaron Francia. En Grecia, la Coalición de Izquierda Radical, Syriza, se convirtió en la segunda fuerza política. Ambos cosas fueron lo más destacado de la cena de los jefes de Estado de la UE del 23 de mayo pasado. Las ilusiones empezaron a caer cuando Hollande, nuevo presidente francés, terminó aceptando el pacto presupuestario sin cambiarle una coma, a cambio de agregar un fondo para el crecimiento de 120.000 millones de euros, cuyos detalles todavía hoy no están definidos.
Por estos últimos días del año, la Comisión Europea aprobó otra ayuda de 1.870 millones de euros para las entidades bancarias españolas Banco Ceiss, Banco Mare Nostrum, Liber Bank y Caja3. Aunque impuso duras condiciones. Además, se desbloqueó un tramo del rescate a Grecia, retrasado por más de seis meses, determinando los próximos pasos a seguir para la reforma de la unión económica y monetaria europea y el refuerzo de su competitividad.
Los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea también alcanzaron un acuerdo sobre el marco legal que le permitirá a Europa crear un supervisor bancario único. Se espera que el organismo financiero empiece a funcionar en marzo de 2014. Para ese mismo año, los 27 prevén adoptar los llamados “contractos de competitividad”, con la intención de relanzar el crecimiento y detener la escalada del desempleo. Al suscribir uno de esos pactos voluntarios, los países podrán recibir incentivos financieros, siempre que acepten poner en marcha reformas estructurales.
Un fondo de entre 10 mil millones y 20 mil millones de euros en total sería reservado para ese fin, de acuerdo con las primeras propuestas que se discutirán a partir de junio próximo.
En las horas previas al acuerdo, el principal problema era definir cuál sería el reparto de autoridad del supervisor bancario y sus alcances. La unión bancaria viene cargada de tecnicismos, pero en realidad se trata siempre de lo mismo: quién tiene el poder.
Y ya no hay dudas sobre quién lo tiene: Alemania, que convenció a los demás de que el BCE sólo supervisaría a los bancos nacionalizados y a los más grandes, con activos mayores a 30.000 millones o el 20% del PBI, para dejar a los otros en manos de los supervisores nacionales. Aunque en principio se pensaba que el supervisor único podía tener potestad para controlar cualquier entidad en dificultades, Alemania bloqueó esa opción y dejó fuera de la órbita del BCE a los bancos de los länder, cargados hasta el cuello de basura tóxica y que se mantendrán bajo la vigilancia única del Bundesbank.
Hasta ahora, sólo tres países manifestaron su desinterés en sumarse al supervisor bancario único: Reino Unido, Suecia y la República Checa. El supervisor estará abierto a la zona euro y a todos los países europeos que soliciten su control.
Alemania impuso también una solución light para el fondo de garantía común y un retraso considerable para el fondo de resolución bancaria, una manera de cerrar bancos si es necesario. Y en casi todo los demás temas, consiguió retrasar el calendario contra la opinión de Italia, Francia y sobre todo de España, el país más expuesto.
Esta Unión Europea dividida y sumida en una gran crisis económica, recibió en Oslo el Premio Nobel de la Paz por su contribución a transformar un continente en guerra en un continente en paz. Ante una veintena de jefes de Estado y de gobierno, entre ellos el presidente francés François Hollande y la canciller alemana Ángela Merkel, el presidente del comité Nobel, Thorbjoern Jagland, pidió a la UE que siga adelante a pesar de la crisis. “Conservar lo que se ha conseguido hasta ahora y mejorar lo que fue creado para resolver los problemas que amenazan hoy a la comunidad europea, es la única manera de solucionar los problemas de la crisis financiera”, manifestó el presidente del comité Nobel. Jagland entregó el premio a los representantes de las tres principales instituciones europeas: los presidentes del Consejo, Herman van Rompuy; de la Comisión, José Manuel Barroso; y del Parlamento, Martin Schulz.
La posible salida del bloque europeo ya no es un tema tabú en Gran Bretaña. El líder del cada vez más popular y euroescéptico Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés), Nigel Farage, dijo que, lejos de traer paz, la UE está engendrando violencia, pobreza y desesperación en toda Europa.
Claro que no todos en el Reino Unido están convencidos de sacar los pies de la Unión. Tony Blair afirmó por estos días que “en un mundo donde China y la India tienen poblaciones 20 veces mayores que la del Reino Unido, Gran Bretaña necesita a la UE para perseguir su interés nacional eficazmente. Con ella, contamos más; sin ella, contamos menos. Y si queremos participar en Europa, debemos hacerlo como europeos”.
El 2012 no termina con los ribetes dramáticos del 2011, pero las proyecciones de crecimiento del PBI se mantienen negativas. Los 27 miembros de la UE registraron en 2012 un retroceso de 0,3 puntos en su economía, mientras que en los 17 países acogidos a la moneda común la caída fue de 0,4 por ciento.
La realidad indica que el desempleo afecta a unos 26 millones de personas en todo el bloque; en gran parte, gente de 19 países que están en la zona euro. En su informe sobre la situación de la economía mundial y sus perspectivas para 2013, la ONU afirmó que la eurozona está atrapada en “un círculo vicioso de alto desempleo, fragilidad del sector financiero, mayores riesgos en su calificación soberana, austeridad fiscal y bajo crecimiento”.
Compartimos la M
El primer ministro en funciones de Italia, Mario Monti, rechazó que se comparen sus políticas con las de la canciller alemana, Ángela Merkel. “Nuestra política no se parece en nada”, afirmó, y subrayó que la situación de ambos países es distinta. “Nosotros damos más peso al crecimiento que la señora Merkel, damos más peso también a la liberalización del comercio”.
“Compartimos la M al inicio del apellido”, añadió con ironía. “La señora Merkel tiene su agenda AM, que es distinta a la agenda MM”, comentó el profesor de economía.
Monti hizo estas declaraciones en repudio a quienes lo acusan de estar a las órdenes de Berlín. “Cuando en el marco de la entrega del Nobel de la Paz a la Unión Europea en Oslo, les dije a los políticos que estaban allí que en Italia se me acusaba de ser el esclavo de la señora Merkel, todos rieron”, añadió el primer ministro.
Encuentro con Putin
Los expertos y diplomáticos ya llamaron tildaron al último encuentro de Bruselas como “la cumbre de trabajo”, debido a que no fueron tomadas decisiones finales en los problemas clave. Se está avanzando en el campo de la nueva asociación y cooperación entre la UE y Rusia. Y se está discutiendo el régimen sin visado entre los países de la UE y Rusia. Según Vladimir Putin, prácticamente todas las cuestiones técnicas fueron acordadas, sólo falta la voluntad política de Europa. Entre Rusia y la UE hay casi cuatrocientos mil millones de dólares en el comercio.
Otro de los obstáculos es el “tercer paquete energético” aprobado hace tres años por la UE. La idea es que las compañías productoras de gas natural no deban encargarse de su tránsito, lo cual no es conveniente para Rusia. Lo que está a favor de Putin es que la UE necesita sí o sí de ese gas, sobre todo en los duros meses de invierno. Vladimir Putin acusó a Bruselas de querer aplicar el “tercer paquete energético” a los contratos firmados incluso antes de su entrada en vigor.