Teorías de la conspiración y culto a los dioses del Olimpo. Es la fórmula de una secta que triunfa en barrios castigados. Su líder prometía que saldaría las deudas de sus fieles… y de toda Grecia.
Artemis Sorras podría haber salvado a Grecia. Con su fortuna personal, asegura, podía haber cancelado la deuda e incluso repartir dividendos entre la población. Alrededor de 20.000 euros por cabeza, concretamente. Y, de paso, saldar las deudas de los griegos con el Estado, con la compañía de electricidad, de agua… 600.000 millones de dólares dan para mucho. Pero he aquí que la justicia griega, comandada por las malvadas fuerzas de la masonería y el lobby judío, le condenaron hace unos meses a ocho años de cárcel por estafa -robó 100.000 euros a un amigo suyo- a través de un negocio que incluía coches de lujo y moneda de la península arábica.
A día de hoy, cientos de griegos se siguen tragando esta historia, la del salvador que gracias a una fortuna reunida por una seria de carambolas financieras iba a sacarlos de probes a ellos y a su país, costeando la deuda nacional, 314.897 millones de euros o un 179% del PIB de Grecia, que vive la primera huelga general del año contra el nuevo paquete de medidas de austeridad que votará este jueves el Parlamento. Cientos de griegos siguen siendo fieles a Sorras, él único que les ha prometido -con cifras- que les sacará de la miseria económica y moral.
Por eso, si mañana Sorras surgiera del escondite donde se oculta desde abril para no hacer frente a la condena, esta sería más o menos la historia que contaría. Si algo se puede conceder al que posiblemente sea uno de los mayores estafadores de la historia reciente de Grecia, es que sabe mantener un papel.
Su relato daría para varias novelas. Lamentablemente, para los muchos griegos que pusieron su confianza y su dinero en las manos de este hombre de baja talla, de baja forma y al que le faltan varios dientes, todo lo que sale de su boca es pura ficción. Sorras asegura haber sido jugador de la NBA, enlace de la CIA e inventor (o descubridor) de una tecnología usada en la antigua Grecia que ansiaba tener la NASA. También dice que los demás vivimos en una gran mentira.
Aunque la salida a la palestra de Sorras se produjo en 2012, fue la cristalización de su movimiento, fundado en 2015, lo que le ayudó a consolidarse. Bautizado como “Asamblea de Griegos”, tiene centenares de delegaciones por todo el país, entre 250 y 300. Muchas de ellas están ubicadas en barrios populares, donde la esperanza de un milagro que les libre de sus deudas atrae con más fuerza. Su discurso contiene los ‘grandes éxitos’ de las teorías de la conspiración: judíos que controlan el mundo -incluido a los neonazis de Amanecer Dorado, que estarían haciéndole el juego al sistema- la grandeza de Grecia, los poderes que mueven los hilos… mezclado con una especie de culto renovado a los dioses del Olimpo, con rituales incluidos, lo que le da además un tufillo de secta. Y Sorras es su mesías.
“Si violo mi juramento, me convertiré en barro”
Thodorís Hodrógiannos, que se infiltró en una de las oficinas de “Asamblea de Griegos” durante dos meses, describe que la cuota de iniciación es de 60 euros y que la mensual es de 10, pero que está estructurado de manera que los miembros se encargan de la captación de otras personas exactamente igual que en una estafa piramidal. “Si violo mi juramento, todo mi tejido celular de disolverán hasta hacerse barro”, es el voto de fidelidad que hacen prestar a todos los que se unen.
Un excolaborador de Sorras, Dimitris Mantes, calcula que hay unos 12.000 miembros en la organización, lo que hace que los ingresos anuales se puedan cifrar en cientos de miles de euros. El movimiento no tiene gastos, porque todos los miembros pagan de su bolsillo los viajes a los congresos del partido/secta o aportan dinero para folletos y propaganda. En teoría, porque las cifras de aportaciones son secretas. Varios exmiembros de esta organización describen como incluso algunas personas, incluidos políticos locales desesperados por la situación económica, ofrecían sus apartamentos para que se convirtieran en oficinas de la “Asamblea de Griegos”.
La devoción es extrema, de manera que escapar de la organización no es tarea fácil. La coacción, las amenazas o los métodos mafiosos están a la orden del día en el movimiento. Una de las personas que consiguió salir denunció recientemente que en la secta había gente dedicada a asuntos turbios como tráfico de drogas, y denunciaba amenazas de un personaje terrorífico, el que convierte la bufonada de Sorras, el crimen de guante blanco, en delito de sangre: Christos Balantina.
Balantina asesinó a finales de 2016 a la psicóloga de 45 años Thomis Kumpura en la ciudad de Lamía, en el centro de Grecia, y admitió que lo hizo porque Kumpura “había traicionado a la causa y al país”. Lo cierto es que otros antiguos integrantes de “Asamblea de Griegos” aseguraron que la mujer estaba al tanto de muchas de las actividades de la organización, que había abandonado, y estaba dispuesta a testificar ante un juez. Lo pagó con su vida.
Los fieles esperan su regreso
Nada de esto, ni los juicios que tiene Sorras pendientes por otros delitos -como creación, pertenencia y dirección de organización criminal- hacen mella en la moral de sus seguidores. Después de que su líder desapareciera en abril, un nutrido grupo de acólitos escenificó una rueda de prensa en la que subrayaron su fidelidad al líder, y el hecho de que supone un “honor” mantenerse a su lado.
Curiosamente fue la “fidelidad” de los seguidores de Sorras lo que instó a las autoridades a actuar. Los responsables de la secta pidieron a sus afiliados que informaran por escrito a Hacienda, la Seguridad Social y los bancos para que autorizasen a Sorras a pagar sus deudas. Al fin y al cabo, tenían el respaldo de 600.000 millones de dólares, aunque las autoridades griegas siempre han negado que ese dinero exista. Sorras alegaba que la fortuna estaba en Estados Unidos, listo para ser liberado cuando él llegara al poder. Una avalancha de más 5.000 cartas recibidas en las oficinas de Hacienda colmó la paciencia del Ministerio de Finanzas, que recurrió a la justicia.
Ahora Sorras está desaparecido. Algunos especulan con que se esconde en el Peloponeso, otros dicen que en Italia… Mientras tanto, la maquinaria de la estafa continúa sin que Grecia meta demasiada mano, y continuará mientras los seguidores, muchos sin más opción que un milagro, sigan pagando. De hecho, la editorialista Maria Katsounaki opina que considerar a Sorras solo un artista del engaño sería un error, porque eso no puede explicar los cientos de oficinas que el movimiento “Asamblea de Griegos” tiene en el país o las decenas de miles que se han unido a una organización con vínculos con actividades criminales. Para ella, la situación desesperada de Grecia ha creado “un vacío” propicio para este tipo de embaucadores. Entre los que Sorras, sin duda, destaca como el mesías de la deuda.