Los vientos cálidos y secos dificultan el trabajo de bomberos en el control de las llamas. El fuego ya llegó a South Turramurra, a 14 kilómetros de la gran urbe australiana.
Las autoridades de Australia han declarado estado de emergencia en varias zonas del este del país por los incendios forestales activos desde la semana pasada y que este martes llegaron a la periferia de Sídney.
El fuego ha cobrado la vida de al menos tres y unas cien han resultado heridas, entre ellos 20 bomberos, por los fuegos, que han calcinado unos 200 edificios. El Servicio Rural de Bomberos indicó que permanecen activos 85 focos, más de la mitad fuera de control y al menos 14 de ellos en nivel de emergencia.
Los efectivos de bomberos enfrentan un difícil escenario para hacer frente a las llamas debido principalmente a los fuertes vientos que avivan las llamas. “El comportamiento de las llamas en el frente de los incendios forestales está siendo fortalecido por los vientos cálidos y secos”, apuntó el comisionado del Servicio Rural de Bomberos, Shane Fitzsimmons, al alertar de que las peores condiciones se esperan en la tarde-noche.
En el barrio de South Turramurra a 14 kilómetros al norte de Sídney, la principal urbe del país, se han declarado dos focos, mientras que otras partes de la ciudad permanecen bajo alerta a raíz de la proximidad de algunos incendios forestales.
Miles de personas han abandonado sus hogares en respuesta a la recomendación de las autoridades de dejar sus casas por el peligro que representa la cercanía del fuego y más de 600 colegios permanecen cerrados.
Desde principios de año los fuegos han calcinado más de 9.000 kilómetros cuadrados, un área similar a la superficie de Puerto Rico y que dobla a la superficie calcinada durante los incendios de febrero de 2009 en el estado de Victoria (sureste) que causaron 173 muertos y 414 heridos y que hasta ahora son considerados los peores vividos en el país oceánico.
En los últimos años, los incendios forestales en Australia -que este año también ha sufrido una fuerte sequía- han aumentado en intensidad y los expertos vinculan esta virulencia a los efectos del cambio climático.