La siguiente historia muestra la discriminación que hay Brasil ante una situación de robo. En la mayoría de las ocasiones, se culpa a un negro, que sufre no solo por ser acusado sino también, tal y como sucede en este caso, por la cárcel.
Un joven negro camina de regreso a su casa por una calle de un suburbio de Río de Janeiro. Un auto con una pareja para frente de él y la mujer grita: “¡él es el ladrón!”. Un hombre salta de la nada y le apunta con un revólver. Es el policía Waldemiro Antunes de Freitas Junior, que lo obliga a ponerse de bruces, lo revisa y constata que el joven no se encuentra armado, tras lo cual lo conduce a la comisaría.
El comisario William Lourenço Bezerra le inicia un proceso, a pesar de los gritos vehementes de inocencia, incluso sin que el acusado tenga en su poder el producto robado. Era la palabra de él contra la de ella, que prevaleció.
Vinícius Romão de Souza es un empleado que trabaja en un local como vendedor de ropa. Acaba de recibirse de psicólogo, además de ser actor y haber participado de una novela de la TV Globo. Es el orgullo de su familia, que quedó devastada con la noticia de su arresto.
El joven queda detenido y es enviado a otro municipio, donde permanece por dos semanas, entre asaltantes peligrosos, presos por agresiones y otros negros inocentes como él.
La desesperación de la madre y las peregrinaciones del padre por hospitales públicos, morgues y comisarías se extendió por días, hasta que consiguieron descubrir dónde se encontraba su hijo y comenzaron a difundir a través de los medios la noticia de que había sido preso.
El drama de la mujer que lo acusó, angustiada por la duda de si se había cometido o no una injusticia al reconocerlo, llegó al punto de querer retirar la denuncia, lo que optó por no hacer solo porque no tenía el dinero para comprar un pasaje. Dalva da Costa Santos es pobre. Lo que le fue robado eran unos reales y un teléfono móvil anticuado.
Las reacciones de militantes del movimiento negro y las manifestaciones públicas de los amigos blancos del joven llevaron al comisario Niandro Lima, titular de la comisaría número 25 (Engenho Novo), a emitir un hábeas corpus, documento jurídico que tiene el poder de liberar individuos que puedan estar sufriendo alguna injusticia.
Consultado por la prensa, el padre, Jair Romão, un militar retirado, declaró: “soy espiritista y perdono a la acusadora y al policía que arrestó a mi hijo“. En Brasil, muchas veces se parte del presupuesto de que, siempre que ocurre un robo, si no se trata de desvío de dinero público, un negro es el sospechoso. Debido a la lentitud de los procesos judiciales, el hábeas corpus demoró un día más para ser cumplido.
Respondiéndole a un periodista sobre los días que pasó en la carcel, Vinícius dijo: “en el momento en que llegué tuve miedo, pero cuando temblé fue cuando fui abordado porque el arma del policía me estaba apuntando y podía disparar. Soy inocente y sabía que iba a hacerse justicia. Por eso no me desesperé ni lloré”. Cuando le consultaron sobre discriminación racial, dijo: “el racismo existe, pero lo que puedo decir es que mis amigos nunca me pusieron un apodo discriminatorio. Tanto en el colegio como en la facultad, todos siempre me respetaron y yo también me hice respetar. En el local de ropa en el que trabajo, de los 17 vendedores temporarios, yo soy el único negro y en las otras tiendas no hay ninguno. Una buena lección que saco de todo esto es la de aprovechar cada minuto de la vida, como abrir la heladera y beber un vaso de agua”.