Probarán en ratones una “vacuna terapéutica”, cuyo objetivo es que el cáncer ceda. Los investigadores lograron una nueva forma de crear células antitumorales más eficaces.
Encontrar una vacuna para tratar el cáncer es uno de los desafíos científicos más acuciantes. Atentos a esto, un grupo de argentinos logró dar un paso importante. La novedad, publicada este martes en la revista Cell, es fruto del trabajo conjunto de dos “popes”: Jorge Geffner, eminencia en inmunología y una voz de permanente consulta en los momentos más duros del Covid, y Gabriel Rabinovich, famoso por sus avances en el campo de la inmunoterapia.
Cuando en los próximos días, este granito de arena se transforme en una vacuna que prueben en ratones, y cuando -cruzamos los dedos- el sistema inmune de esos animales se fortalezca (por el pinchazo) al punto de lograr que los tumores remitan, es decir, que el cáncer ceda, se podrá hablar de un inmenso paso. Ni hablar si se llega a la fase clínica, con humanos.
El capítulo de los ratones le tocará a Rabinovich, bioquímico e investigador Superior del Conicet, a cargo del Laboratorio de Glicomedicina del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME). El puntapié de esta primera parte estuvo a cargo de Fernando Erra Díaz, miembro del laboratorio de Geffner, y “el ideólogo detrás de todo esto”.
“Conseguimos hacer un aporte”, dijo Geffner, modesto, con su siempre amable templanza. La sostiene incluso a las 7.02, cuando comenzó la charla. Estaba en su escritorio, tras casi “abrir” las puertas de Medicina de la UBA, facultad de la que es titular de “Inmunología” y en cuyo edificio está el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (INBIRS-Conicet), del que es investigador Superior.
“Si yo vengo a las 7, Fernando llega a las 5”, se rió.
Luego, arrancó una suerte de clase teórica telefónica en la que contó cómo la ciencia puede ayudar a que los “soldaditos” del sistema inmune que todos tenemos encima frenen y aniquilen un tumor.
Células dendríticas contra el cáncer
No es fácil describir de entrada el hallazgo del paper, titulado “Concomitant inhibition of PPARg and mTORC1 induces the differentiation of human monocytes into highly immunogenic dendritic cell”. Pero podríamos decir que lograron obtener, por una vía nueva, células dendríticas, las protagonistas de esta nota.
¿Qué son y para qué sirven? Geffner fue didáctico: “La respuesta inmunológica transcurre por dos carriles: la inmunidad innata y la inmunidad adaptativa. Esta última incluye dos tipos celulares: los linfocitos B y los T”.
Frenemos acá: ahora solo nos importan los linfocitos T.
“En cuanto a la inmunidad innata, consiste en una colección grande de células. Entre ellas, la que motiva este estudio: las células dendríticas”, introdujo.
Ocurre que, “lo que las hace súper-súper especiales es que, aun siendo ‘innatas’, estas células son las responsables de activar la puesta en marcha de la inmunidad adaptativa”.
Células dendríticas y linfocitos T contra el cáncer
Dicho en criollo, las células dendríticas tienen la información genética para indicarles a los linfocitos T que se activen.
También les dicen dónde activarse. Y, lo más importante, cómo hacerlo. Es decir, con qué función (¿hay que enfrentar una bacteria? ¿Un virus? ¿Un tumor?).
“Las células dendríticas les dicen a los linfocitos T a qué tejido ir. Son el motor y el cerebro de la inmunidad de adaptativa”, resumió Geffner.
Un dato central para lo que sigue es que, como muchos recordarán (por el Covid), las vacunas suelen estar hechas a base de lo que se conoce como antígenos. No son otra cosa que una molécula o pedacito del virus o bacteria (o en este caso, tumor), con la muy increíble particularidad de poder despertar la respuesta inmune.
Ese “despertar”, que puede ser generado por una infección o por una vacuna, es el mismo del que veníamos hablando: la secuencia en que las células dendríticas se anotician de que “algo pasa” y despiertan a los linfocitos.
Según precisó Geffner, “los linfocitos T son medio tontos y no reconocen los antígenos sin una ayuda. Es la célula dendríticas la que toma el antígeno y, digamos, se lo ‘presenta’ a los linfocitos T”.
Qué dice el paper de Cell
Nada de lo anterior es nuevo. El inmunólogo canadiense Ralph Steinman ganó un Premio Nobel por haber descubierto el potencial inmenso de las células dendríticas, en los 70.
¿Cómo entra una vacuna contra el cáncer en todo esto? Hace rato los científicos saben que una vacuna preventiva antitumoral es un proyecto ambicioso y complejo. Apuntaron a buscar una vacuna terapéutica.
Sin embargo, dijo Geffner, “desde la época de Steinman se trabajó con la hipótesis de una estrategia particular: en vez de meter en el pinchazo el propio antígeno, inocular con células dendríticas previamente ‘alimentadas’ en el laboratorio con ese antígeno”.
Se ahorraba un paso. En lugar de que antígeno y célula dendríticas se “asociaran” o “conectaran” dentro del propio organismo (que, por cierto, está enfermo), la relación se generaba artificialmente, in vitro.
El gobierno autoritario del cáncer
Todo suena muy bien, pero hasta ahora no hubo buenos resultados en ningún laboratorio del mundo. Algunos científicos creen haber comprendido por qué. Geffner es uno de ellos.
La explicación está en una cualidad de las células del sistema inmune, que es su tremenda “elasticidad” o “plasticidad”.
“Es una característica que tienen, gracias a la cual una misma célula, en distintos escenarios, puede adquirir características funcionales absolutamente opuestas”, explicó Geffner.
El resultado, a la hora de combatir un tumor, no es nada bueno: como las células “buenas” se adaptan, se someten. El cáncer logra domesticarlas, en su propio beneficio. Esto incluye a las T, a las dendríticas, a todas.
“Las cooptan. Y, así, cuando inoculamos a un paciente con células dendríticas a las que alimentamos previamente con un antígeno tumoral, si bien se despierta la respuesta inmune, cuando llegan al tumor, in vivo, el cáncer libera unos mediadores que ‘planchan’ la funcionalidad”, se lamentó Geffner.
Y siguió: “Pero es aún peor: no solo se coloniza el funcionamiento de la célula y la hace trabajar para él, sino que el cáncer las usa para seguir creciendo”.
Cuál es el logro de los científicos argentinos
¿Entonces? La clave estaba en desarrollar células dendríticas de mejor calidad. Este es el logro del trabajo argentino.
“Necesitábamos preparar en el laboratorio células dendríticas que fueran refractarias a la acción de colonizacion tumoral, es decir, que no tuvieran esa plasticidad característica, una cualidad que está presente en varios genes de las células dendríticas”, continuó .
No es la primera vez que se logra, aclaró, pero confía en que lo hicieron de un modo superador: “El aporte del trabajo es que encontramos un modo nuevo de obtener estas células, con dos particularidades”.
“Son muy inmunogénicas, o sea que dan una fuerte respuesta inmune. Y, en segundo lugar, son refractarias a la acción colonizadora de varios mediadores liberados por las células tumorales”, agregó.
¿Lo malo? “Son todos ensayos hechos en laboratorio. En colaboración con el equipo de Rabinovich, que ayudó intensamente en este proceso, vamos a pasar a una segunda etapa, que él va a manejar en modelos experimentales con ratones”.
Y, con viento en popa, pasarán a los pacientes. Probarán una nueva vacuna. Si todo sale bien, la llamaremos vacuna contra el cáncer a células dendríticas.