Gracias a la inteligencia artificial y a las placas Arduino, una planta ha adquirido capacidades propias de los humanos, como chatear, enviar tweetts, responder preguntas y llamar por teléfono.
Esta creación, que supone un gran avance en las relaciones entre hombres y vegetales, es la nueva adquisición del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Se trata de una Botanicalls que se conservará en la sección de diseño junto a las sillas de Eames y el bolígrafo Bic. Se ha estado desarrollando desde 2006 de la mano de Rob Faludi, Kate Hartman y Kati London, tres diseñadores especializados en proyectos interactivos que buscan crear relaciones entre los hombres y las cosas.
El nuevo invento les permite a las plantas domésticas, por ejemplo, pedir agua a sus descuidados dueños. De ese modo, cualquiera que tenga una conexión a Internet podrá convertir a su planta de interior en una planta twittera. En España también hay plantas inteligentes. Mister Melville Green es un helecho que habla inglés y también usa el Twitter. Fue creado por Raúl Martí, Mariona Arau y Elisabet Espelt, fundadores de la empresa de traducción técnica Treeloc. “Melvin está conectado a una serie de censores que miden y traducen todo lo que le rodea, tanto las variables meteorológicas como sus condiciones físicas: luz, temperatura ambiente y nivel de humedad. A partir de todo ello, una serie de algoritmos define cuatro estados de ánimo (feliz, triste, enfadado y adormilado), que corresponden a otros tantos juegos de respuestas que un motor de inteligencia artificial utiliza para responder al usuario humano a través de tweets”, explica Martí.
Welovegarden, la planta de Welovecode, fue creada por dos jóvenes de origen asturiano: Román Torre y Pelayo Méndez. Cuenta con unas tablas de frases compuestas por tres elementos que se forman en respuesta a su estado físico. “Nuestra planta tiene una conversación positiva y optimista si ha sido regada, tiene mucha luz y una buena temperatura; en cambio, si se le deja sin agua o en la oscuridad, sus frases son cada vez más tristes, negativas y nerviosas”, explica Román Torre. “La idea es llegar a desarrollar un pequeño jardín de plantas capaces de comunicarse entre ellas o situadas en diversos países para que se vayan informando recíprocamente sobre la situación de su entorno”, concluye Román.