Convivir con los narcos

El problema de la droga afecta a muchos sectores sociales y distintos puntos del país. Un ejemplo de cómo se “trabaja” con los estupefacientes dentro de lugares muy conflictivos, fue publicado por La Nación en torno a la Villa La Carcova donde viven cerca de 11.000 personas.

VillaEl negocio de la droga, se mueve de maneras muy complejas en diferentes lugares del país. En la villa La Carcova viven cerca de 11.000 personas y la Gendarmería se retiró hace prácticamente un mes. Aunque algunos efectivos quedaron en el perímetro, esto no detiene el avance de los narcos. Tal como sucede en muchos barrios de Mar del Plata, se escuchan disparos todos los días. La Nación realizó una recorrida por esa zona con dos detectives de la Dirección de Narcotráfico de San Martín. Uno de los policías afirmó: “Ahí tenés la bienvenida. Los pibes se inquietan, porque están ustedes sacando fotos. Fijate que el guachaje que estaba ahí rajó para otro lado”.
Esos adolescentes a los que se refería estaban sentados bajo la sombra de un árbol en la esquina de 1º de Mayo y Paso de la Patria y desaparecieron. Después de escuchar algunos disparos, apareció Ramón, de 64 años en la puerta de su casa: “ahí en la esquina se drogan y empiezan a los tiros.Hace 34 años que llegué de Formosa, y acá muchos amigos no hice. Yo hago mis changas, cirujeo por ahí, no quiero saber nada con estos. A veces tengo problemas, pero me la banco. A estos es mejor amenazarles que adularles”.
A la vuelta vive Ana de 45 años quien indicó que “hace un mes que está terrible. Desde que las madres de los pibes que andan en eso juntaron firmas para pedir que la Gendarmería se fuera”.
Desde la calle se pueden ver los angostos pasillos que penetran las manzanas, mientras que en el fondo de esos pasillos están los vendedores de drogas, sobre todo de marihuana y cocaína. Los precios no son un secreto. Los 25 gramos de marihuana cuestan entre 50 y 70 pesos y un gramo de cocaína, entre 2 5y 30.
Los propios investigadores y detectives indicaron que la venta de marihuana y cocaína se organiza por turnos de seis horas. Los vendedores, conocidos como bolseros, nunca llevan mucha droga en su riñonera y se ubican en los pasillos. En las entradas están lo “satélites” que no son más que adictos contratados por los narcos para que avisen si viene la policía.
Tanto los bolseros como los satélites son, en su mayoría chicos de entre 13 y 15 años. Inimputables. Claro que los dueños de la droga son mayores, pero no suelen tener las sustancias encima. “Traen la droga de afuera para vender en el día. Todavía no establecimos el origen de la droga ni cómo entra en la villa. A fin de año detuvieron a un tipo que estaba con un nene que tenía una mochila de escuela con cocaína. Es usual que usen a los nenes”, cuenta a LA NACION una fuente de la fiscalía de San Martín.
El territorio, en la villa, está dividido. En la calle 1° de Mayo domina la venta un tipo de unos 50 años que pasó más de la mitad de su vida preso. Los investigadores pidieron que no sea identificado: “Ese trabaja solo. Se la banca. Los que venden en la Avenida Central son más jóvenes. La otra noche hubo un tiroteo. A uno de los jefes le dieron en la espalda. En el barrio hay seis o siete que manejan la droga”, dice un vecino, Luis, un albañil jubilado que tiene 70 años y hace 45 que vive en La Carcova,
La pata política de esta cuestión, también se debe activar. El intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, debió cambiar 10 comisarios desde que asumió: “Hay una historia de mucha complicidad con el delito. Además, estamos asfaltando, haciendo obras”. Luego abundó: “cuando el Estado no está, los narcos terminan poniendo otro orden social. Hay que reemplazar esa economía de subsistencia, que los chicos se ganen el mango decentemente”.