Una ley exige que los chicos tengan 10 vacunas para poder entrar a la escuela. El ministro del Interior, Matteo Salvini, apoyó a los grupos que se oponen a la obligatoriedad.
En el comienzo del año escolar en Italia, millones de chicos y sobre todo sus familiares, han quedado sumergidos en la confusión y las polémicas hasta convertir a las 10 vacunas obligatorias para ser admitidos en clase en el escándalo político del momento. El caos lo admiten hasta los miembros del gobierno, responsables de órdenes y contraórdenes que se deben no a contraposiciones científicas sino a cuestiones de manipulaciones políticas. La falta de claridad contiene grandes riesgos: los infantes que asisten a la escuela sin vacunarse pueden contagiar, en primer lugar, a diez mil chicos inmunodepresivos, que por varias razones, como un cáncer o trasplantes que les impiden ser vacunados, podrían morir de sarampión, rubeola o contraer la poliomielitis.
Otra vez el sujeto principal de estas grandes conmociones que se viven desde el 1 de junio, cuando asumió el nuevo gobierno populista, es el hombre fuerte del régimen que se va diseñando en una Italia que ha entrado en otra fase de su historia, plena de interrogantes. Matteo Salvini, en la campaña electoral para las elecciones del 4 de marzo – uyos resultados cambiaron todo al triunfar los dos grandes partidos populistas que se asociaron en el gobierno-, tomó el partido del movimiento de familias “no-vac”, que se oponen a la vacunación obligatoria. Lo acusan de haber proclamado que una parte de esas diez vacunas “son inútiles” y otras “dañinas”.
Es más, Salvini, extremista de derecha, vicepremier, ministro del Interior y jefe de la Liga, acuñó el lema “ninguno debe quedarse en casa”. La ley sancionada en el anterior gobierno estableció, con el apoyo de las órdenes de médicos, los institutos científicos, y la mayoría de las familias, que los chicos de 0 a 6 años que van a los jardines de infantes y maternales (en total más de un millón entre institutos estatales y privados), no serán aceptados si no se vacunan. La medida está siendo aplicada.
Dicen que Salvini se enfureció e impuso una modificación, que permite a miles de familias “no vac” presentar una autocertificación de que están gestionando la vacunación o que ya fue realizada”.
¿“Pero nos hemos enloquecido? En la campaña electoral garanticé que ningún niño sería expulsado de las clases. Además lo confirmamos en el contrato de gobierno que firmamos con el Movimiento 5 Estrellas (el otro partido populista en el gobierno), y ahora hacemos el exacto contrario”, dijo Salvini. Su declaración llevó al clímax la efervescencia del escándalo.
En la ley anterior el plazo para presentar las certificaciones venció el 10 de julio. Las miles de familias contrarias a la vacunación obligatoria (con el apoyo de algunos médicos expulsados de la orden profesional que sostienen que son dañinas e inútiles), se movilizaron ante Salvini protestando por la inminente exclusión de sus hijos.
Dos veces el Parlamento dijo y se desdijo. Al final quedó la variante de la autocertificación por el cual los padres o tutores de los chicos prometen presentar los certificados oficiales de vacunación. El plazo ha sido alargado al 10 de marzo de 2019.
La noticia agitó aún más a millones de familias y el caos esparce una gran confusión en toda Italia. Están comenzando las clases y la escuela italiana es un enorme punto de referencia nacional, con 8 millones de alumnos. Un millón asisten a los jardines de infancia, 2,5 millones a la escuela primaria, 1,7 millones a la media. Los chicos mayores de 6 años hasta 16 no son sancionados con la expulsión si no se vacunan, sino con multas de hasta 500 euros.
Pero el centro del conflicto se plantea entre los más pequeños, donde los eventuales contagios pueden causar un estrago. La imposición por parte la Liga de Salvini de la autocertificación alivia la situación de las familias “no vac”, aunque el arma de carabineros está controlando 15 mil institutos escolásticos para pescar a los que falsifican las declaraciones.
Las diez vacunas obligatorias garantizan la inmunidad contra la poliomelitis, la difteria, el tétano, la hepatitis B, la tos convulsa, la Haemophilus, la gripe de tipo B, el sarampión, las paperas, la rubeola y el sarampión. La obligatoriedad es amplia, abarca todas las dosis necesarias y los reclamos previstos en los años siguientes.
Un tema nacional de tanta importancia popular se ha convertido en un instrumento de propaganda política que ha producido un enorme caos que entra en la historia de este país de la peor manera.
El debate y la difusión en los medios de comunicación, que le otorgan gran espacio, ha permitido descubrir que en Italia funcionan muchas escuelas, asilos infantiles y jardines privados donde no se hacen preguntas sobre las vacunas obligatorias. Por ejemplo los “jardines en el bosque”, un sistema que viene de Dinamarca, florecen en el centro norte de Italia con métodos educativos que destacan el medio ambiente y la vida al natural de los niños.
Las madres de los llamados chicos frágiles pretenden que los controles se extiendan hasta esta área fuera de control aunque los educadores de estos centros alternativos aseguran que “aquí ningún niño se enferma”.
La reforma que admite la autocertificación hasta el 10 de marzo próximo pone también un término al área gris de los padres contrarios a la vacunación, que para salir del lío deberán pedir una cita en los centros sanitarios locales para cumplir con las diez vacunas. ¿Lo harán?
Antonello Granelli, presidente de la asociación de directores de escuelas italiano, sostiene que el alargamiento de los plazos a marzo de 2019 “pone la salud a riesgo en el nuevo año escolar”.
Roberta Ametelli, que consiguió trescientas mil firmas en favor de la obligarotiedad absoluta, es madre de una hija que sufrió un trasplante de hígado y no puede ser vacunada. “Ella como los otros niños frágiles arriesga contraer enfermedades como el sarampión, que sería para todos devastadora”. Los inmunodepresivos asumen fármacos que le reducen las defensas inmunitarias. “La autocertificación no es una garantía porque puede ser falsificado, como ya ha ocurrido, y permite acceder a la escuela a bambinos no vacunados. No podemos tenerlos en casa en una campana de vidrio. Tienen derecho a una vida como los otros chicos”.
Los controles regionales están funcionando bien. En Padua, 70 chicos no vacunados están excluidos de la escuela. En la región Veneto, donde es poderoso el movimiento no-vac, se estima que 16.000 chicos de hasta 6 años de edad están fuera de la ley y no pueden entrar a la escuela. En Lombardía fueron enviados 600 mensajes por internet a familias que no están en regla y el 20% decidió vacunar a sus hijos. En Brescia hay 82 niños en casa y no en la escuela porque sus padres se niegan a vacunarlos. En Boloña, los suspendidos son 136 chicos no vacunados.
Hay varias regiones italianas que decidieron resistir a las maniobras para hacer más fácil la presencia de niños no vacunados. Lazio (capital Roma), Umbria, Marcas, Toscana y Emilia-Romaña, en las que predominan los opositores al gobierno en la Italia central, están movilizadas para elevar las vacunaciones obligatorias por encima del 95%, como en Lombardía, donde la cobertura llega al 96%.