El viaje experimental de más de 150 horas de vuelo por 22 países recolectará datos sobre el cambio climático global al medir concentraciones de dióxido de carbono y carbono negro en la atmósfera, dos poderosos gases de efecto invernadero.
Dos aviadores que son amigos de la infancia y construyeron su propio avión comenzarán en las próximas horas una travesía aérea de 40 mil kilómetros para unir la ciudad de Ushuaia con Alaska en un viaje experimental de más de 150 horas de vuelo por 22 países que además recolectará datos científicos sobre el cambio climático global.
Juan Martín “Tinti” Escobar y Guillermo Casamayú tienen 36 años, son oriundos de Chubut y se conocen desde la escuela primaria, además de ser pilotos profesionales y compartir la pasión por la aventura.
Hace siete años, mientras compartían horas de vuelo en el aeroclub de la localidad costera de Rada Tilly, muy cerca de la ciudad de Comodoro Rivadavia, pergeñaron la idea de construir una aeronave para usarla como transporte propio.
“Lo empezamos por diversión. Queríamos ir y venir desde el mar hasta la cordillera, porque nos gusta mucho recorrer lugares. Disfrutamos ese proceso constructivo que empezó con un kit experimental que venden en Estados Unidos”, recordó Escobar en diálogo con Télam.
Sin embargo, la fabricación de la aeronave se fue extendiendo en el tiempo y los amigos comenzaron a tomar contacto con otras personas que estaban encarando proyectos similares.
“Pensamos que nos iba a llevar dos años y nos llevó siete. No obstante, nunca nos dimos por vencidos y el tiempo demás nos hizo relacionarnos con mucha gente que estaba en la misma situación. Así conocimos a Michel Gordillo, un piloto español que no solo nos alentó a concluir el avión sino que nos hizo concebir la idea de un viaje por América con fines científicos”, relató Escobar.
Con el “Correcaminos” (como se apoda la aeronave) ya terminado, los aventureros iniciaron conversaciones con integrantes de la empresa eslovena “Aerosol”, quienes los ayudaron a montar en el avión un “Aethalometro”, que es un sofisticado instrumental para medir concentraciones de dióxido de carbono y carbono negro en la atmósfera.
“La combustión incompleta de combustibles que contienen carbono (nafta, gasoil, gas natural, madera y otras biomasas) da como resultado la emisión de aerosoles. Estas diminutas partículas contaminan el aire y son perjudiciales para la salud de las personas. Una de estas emisiones es el hollín, conocido por su nombre científico carbono Negro (BC). Es inerte y puede ser transportado a grandes distancias. También es muy absorbente a la luz solar y de ahí su nombre, porque tiene un aspecto muy negro”, explica en su sitio web “Patagonia-Alaska”, la organización sin fines de lucro creada por los aviadores.
También detallan que el carbono negro es el segundo factor climático más importante después del dióxido de carbono (CO2) y el primer indicador de la calidad del aire.
El “Correcaminos” está equipado con una entrada en el ala, que mediante una tubería lleva el aire hasta el aethalometro y de esa forma se pueden almacenar datos precisos en tiempo real sobre la concentración de carbono negro.
“Para saber atacar un problema primero hay que saber medirlo y así tomar conciencia de su magnitud. Y eso es lo que vamos a hacer nosotros. Los datos permitirán saber, incluso, si el carbono negro es producido por combustibles fósiles o de biomasa. También mediremos el dióxido de carbono, el otro poderoso gas de efecto invernadero”, explicó Escobar.
La información surgida del experimento será puesta a disposición de investigadores del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) y de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, para su posterior análisis.
“Estamos muy agradecidos con la empresa eslovena que nos proveyó el instrumental y con los científicos que se predispusieron a participar del proyecto”, agregó el aventurero.
El “laboratorio volador”, como también lo llaman, es impulsado por un mono motor pistonero, posee una autonomía de seis horas o dos mil kilómetros y vuela solo en condiciones visuales.
A la espera del clima adecuado, los pilotos del proyecto “Patagonia-Alaska” tienen previsto llegar hasta Ushuaia en las próximas horas.
En la capital fueguina visitarán la Estación de Vigilancia Atmosférica Global (VAG), una instalación del SMN que posee un instrumental similar al del “Correcaminos” y les permitirá realizar comparaciones y efectuar mediciones.
Después de algunos sobrevuelos por la zona (sobre el Cabo de Hornos y el Canal Beagle) el avión experimental iniciará su periplo uniendo Tierra del Fuego con El Calafate y con El Chaltén, en la provincia de Santa Cruz.
De acuerdo a las estimaciones preliminares, la aeronave ingresará en el hemisferio norte en la segunda semana de junio, para llegar a la ciudad de Oshkosh Wisconsin en Estados Unidos, donde participará del festival aéreo más grande del mundo antes de poner rumbo hacia Alaska.
“Construir un avión experimental y lograr un fin científico como este es algo que no tiene muchos antecedentes. Lo que nosotros queremos es transmitir el mensaje de que con pocos recursos pero con muchas ganas se pueden lograr cosas que sirven para el bien común de todo el planeta”, concluyó Escobar, poco antes del comienzo de la gran aventura aérea.